Un camino tradicional de Ribas de Sil lleva a los restos de un templo redescubierto hace poco tiempo
26 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.En el municipio de Ribas de Sil se localizaron hace poco las ruinas de la antigua iglesia de San Antonio -un edificio de estilo renacentista que puede datar del siglo XVII-, caídas en el olvido y ocultas entre la maleza desde hace mucho tiempo. Unos jóvenes del municipio las encontraron gracias a las indicaciones de Alejandrina Álvarez, una vecina que falleció recientemente a los 104 años. Este singular paraje puede visitarse siguiendo un antiguo camino que fue muy utilizado por los vecinos de la parroquia de Soutordei y de los municipios orensanos de San Xoán de Río y Castro Caldelas para acceder a los viñedos que se cultivaban en esta parte de la ribera del Sil, así como a un souto y un conjunto de sequeiros. También tomaban este camino los fieles que acudían a la iglesia, al menos una vez al año, para celebrar una romería en honor a san Antonio.
A los pocos metros de iniciar el recorrido -en descenso todo el trayecto- sale una senda a la izquierda que lleva hasta los restos de la iglesia, situados a una decena de metros. Actualmente este camino sigue dando acceso a varios viñedos que son propiedad de vecinos de las aldeas de Soutordei, Chenzas y Moredo.
Restos del ábside
Las ruinas de la iglesia corresponden a la cabecera o ábside. Se conserva una parte decorada, consistente en un zócalo de almohadillado y con puntas de diamante. En un saliente se aprecia un adorno a modo de orla con un emblema del que se desconoce su significado.
Tras visitar el lugar, seguimos el recorrido por el camino en dirección a un primer grupo de sequeiros que se encuentra a una distancia de unos 150 metros. A pesar de su estado ruinoso -llevan más de veinte años abandonados- todavía ofrecen un notable interés etnográfico. En estas construcciones pasaban largas temporadas sus propietarios -la mayoría vecinos de Castro Caldelas- mientras duraba el proceso de secado de las castañas.
Siguiendo el camino, los demás sequeiros se encuentran de forma escalonada en un tramo aproximado de unos cien metros. Su estado de conservación es muy desigual, pero la mayoría -unos diez o doce construcciones en total- se encuentran prácticamente en ruinas y sin cubierta, circunstancia que acelera todavía más su proceso de desaparición.
Recuerdos de un párroco
Santos González, vecino de la cercana localidad San Pedro y de edad avanzada, recuerda haber oído contar que había un cura muy mayor al cargo de la iglesia de San Antonio. «Daquela a igrexa xa debía estar en mal estado e o cura, que non estaba ben da cachola, mandouna derribar de todo», explica. Al parecer, este cura -continúa- poseía muchos terrenos que se extendían desde la iglesia por la ribera abajo hasta la orilla del Sil. Los vecinos de Moreda le ayudaban en las labores agrícolas y le llevaban hierba para los animales que guardaba en una de las cuadras cuyos restos se conservan en las cercanías. Otra cuadra contigua pertenecía a un tal Álvaro, vecino de Moredo.
Junto a la iglesia, dice por otro lado Santos González, había un terreno llano al lado del camino que lleva a los sequeiros, donde se hacía una procesión cuando se celebraba la romería. Los vecinos llevaban después los santos -se desconoce cuáles eran- hasta la iglesia de Soutordei, donde se guardaban durante el resto del año. «Cando fixeron a estrada -continúa Santos- moitos escombros foron parar contra a igrexa». El vecino también oyó decir que muchas piedras de la iglesia fueron llevadas a las tierras de Caldelas para reparar viviendas y para construir hornos.
Los viñedos que se cultivaban en estos terrenos, apunta Santos González por otra parte, producían importantes cantidades de vino. «Recordo que meu avó sacou nunha ocasión unha cuba con máis de trinta canados, uns mil litros», explica. «Nunca vin uvas tan grandes como as daqueles paredóns», añade.
punto de inicio
El camino que lleva a la iglesia de San Antonio arranca en el punto kilométrico 5,5 de la carretera que va de San Clodio a las aldeas de Soutordei y Piñeira. La senda empieza a la salida de una curva y a la altura de unas antiguas cuadras