Dolle Mol, surrealismo y provocación en el bar anarquista de Bruselas

Cristina Porteiro
Cristina Porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

AL SOL

Cristina Porteiro

Incomodar y ofender es el deporte favorito en este local que abrió sus puertas coincidiendo con la llegada del hombre a la Luna

05 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Como buen antro rebelde, ingobernable y subversivo, Dolle Mol (El Topo Loco) siempre se ha resistido a morir. Hace medio siglo que este bar de Bruselas, heredero del Mayo del 68, abrió sus puertas coincidiendo con la llegada del hombre a la Luna y con el gol número 1000 de Pelé. Hoy nadie pone en duda los éxitos del astro brasileño, pero las paredes de este viejo local prefieren lucir la discreta camiseta de fútbol de la CCCP que rememora el Centenario de la Revolución Soviética. Una reliquia vintage que nos recuerda su origen. Aquí buscaron refugio jóvenes anarquistas, libertarios, artistas surrealistas, cómicos, músicos y agitadores de toda índole. Por eso, además del olor a cerveza y humedad, en el ambiente se respira provocación. Ganas de sacudir la normalidad. Sobre sus destartaladas mesas se conspiraba contra el sistema, se leía poesía o se cantaban los versos del himno antifascista Bella Ciao.

El aspecto del local sigue siendo hoy igual de humilde, sin adornos presuntuosos ni moderneces. Solo el rojo de su fachada atrae la mirada de la gente que pasea por la Rue des Éperonniers. Pocos creerían que por esta tasca oscura y anciana pasaron artistas de la talla de Bob Dylan o Tom Waits. Atravesar su puerta es entrar a otra época. No solo por su descuidado aspecto, sino por su empeño en mantener vivo el fermento de cualquier revolución: Caminar a contracorriente. Por eso no le extraña a nadie ver en el bar cohetes estrellados, bicis sin ruedas, pianos fantasmagóricos o maniquíes desmembrados como atrezzo para las actuaciones que acoge en su interior.

En el piso superior hoy se puede disfrutar de exposiciones de fotografía, pero del 2009 al 2015 fue el escaparate del disparatado y mordaz Jan Bucquoy, el artista belga que dejó en paños menores a las mentes más puritanas del país con su Museo del Calzoncillo, una serie de retratos de personajes célebres de la política, como Vladimir Putin o Angela Merkel, con piezas de ropa interior en la cabeza. El célebre héroe belga, Tin Tin, es otra de las víctimas del humor incisivo e irreverente de Bucqoy, quien sacó a relucir el lado más oscuro y perturbador del personaje en el cómic La Vie Sexuelle de Tin Tin. La obra, plagada de escenas de sexo explícito protagonizadas por el joven reportero y su perro Milú, pretende ajustar cuentas con el pasado presuntamente colaboracionista de su creador, Hergé. Durante algún tiempo su venta estuvo interrumpida, obligando a muchos curiosos a acercarse al Dolle Mol para escandalizarse con sus viñetas.

Porque incomodar y ofender es el deporte favorito en el Topo Loco. El bar donde mueren los ídolos. También los presentes. No puedes abandonar esa pequeña cueva sin caer en la tentación de lanzar algún dardo a la diana desde la que Monsieur le Président, Emmanuel Macron, despide a los visitantes.