Desconectar en vacaciones: ¿Hace falta una semana para olvidarse del trabajo?

Tamara Montero
Tamara Montero SANTIAGO / LA VOZ

AL SOL

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No, no llega con tumbarse en la playa, porque el proceso de recuperación psicológica implica ser activo. Esto es lo que hay que hacer para descansar de verdad estas vacaciones y para poder compatibilizar trabajo y desconexión para aquellos que no pueden irse (del todo) de días

05 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Contestar correos desde la playa. Leer el grupo de WhatsApp del trabajo antes de subirse a un avión. Coger llamadas de trabajo en la cola para entrar a un museo. Son situaciones que se han vuelto cotidianas desde hace unos años, cuando el entorno laboral se volvió tan líquido que empezó a ser difícil distinguir la esfera privada del trabajo. Todo acabó de mezclarse con la pandemia y el confinamiento y ahora que arranca el mes de vacaciones por excelencia, la cuestión es si al final, acabamos metiendo el trabajo también en la maleta y si necesitamos un período de descompresión antes de disfrutar y desconectar realmente en las vacaciones

El concepto es tecnoestrés, un término acuñado en los 80 por Craig Brod ante la irrupción de las llamadas nuevas tecnologías (quizá sea hora de llamarlas tecnologías sin más) tiene hoy unas connotaciones distintas. Si por aquel entonces hacía referencia a las dificultades para manejar ordenadores, hoy está más próximo a otras tecnologías que, además, se pueden llevar a cualquier lugar, como el omnipresente smartphone. Lo explica Carlos Montes, presidente de la sección de Psicoloxía do Traballo del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia (COPG) y profesor de la USC, que sintetiza el concepto como «unha forma de estrés específica que ten que ver co uso e nalgúns caso o abuso da tecnoloxía no traballo».

El 65 % de las personas encuestadas reconocía en un estudio del Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad que están tan preocupados por dar respuesta a cuestiones como contestar correos de trabajo o atender llamadas que olvidan sus asuntos personales. Esa es una de las caras más conocidas del tecnoestrés, «a tensión ou malestar que pode ter unha persoa por utilizar a tecnoloxía ou por previr que no futuro vai ter que utilizar esa tecnoloxía».

Puede ser que al salir del trabajo se siga estando pendiente de esa llamada o ese correo electrónico, pero también puede ser la ansiedad por salir y dejar el terminal en casa, lo que se conoce como nomofobia. «É a mesma ansiedade a que leva moitas veces a ter incluso actitudes cínicas e escépticas respecto do propio uso da tecnoloxía», explica el profesor de la USC. 

Eso da la medida de una situación social que hace cada vez más difícil la necesaria recuperación psicológica, que es lo que se suele conocer como desconexión vacacional. Hay estudios que hablan de que son necesarias entre una y dos semanas para realmente desconectar del trabajo. Es decir, casi la mitad del mes de agosto sería un período de descompresión. Pero lo fundamental no es el tiempo, sino la actividad, remarca Montes Piñeiro. 

En períodos cortos, de alrededor de una semana, lo importante es desconectar del trabajo. Y eso significa tanto distanciarse físicamente —algo que es sencillo, porque se trata de no acudir al lugar de trabajo— como psicológicamente, o lo que es lo mismo, no pensar en cuestiones laborales. Y ahí está el reto, porque en muchas profesiones contar con un smartphone significa llevarse el trabajo en el bolsillo. «O reto está precisamente en non rumiar cuestións laborais fóra do tempo de traballo» explica el presidente de la sección de Psicoloxía do Traballo del COPG. 

Y después, hay que descansar y relajarse con actividades placenteras, dependiendo del gusto de cada uno: hay quien es de playa, otra gente prefiere la montaña, o leer, o ver se series, o escuchar música. «As actividades relaxantes traballan fundamentalmente nun proceso de recuperación pasiva», en contribuir a reducir la activación del sistema nervioso simpático, que es el responsable de la sensación de tensión y malestar en situaciones de ansiedad por hiperconexión y tecnoestrés. 

La salud física y la mental son imposibles de separar, las dos caras de la misma moneda. El proceso de activación psicofisiológica significa que el cuerpo secreta hormonas para prepararse para una acción. Pero el problema es que en la actualidad, en la mayoría de los casos, el trabajo no comporta una acción física, sino fundamentalmente cognitiva. Así que en ciertos casos, la tecnoansiedad se manifiesta a través de la resistencia a hablar de tecnología y pensamientos negativos con respecto a ella, incluso miedo. Esa tecnoansiedad también se puede materializar en la fatiga y el agotamiento mental por el uso continuado de móviles, ordenadores y otras tecnologías en el entorno laboral y que muchas veces acompañan las creencias de incompetencia para utilizar esas tecnologías. 

Si en períodos cortos lo más importante es el descanso, en los más largos, como las vacaciones veraniegas, el patrón de recuperación psicológica tiene que ser más activo. «Non chega con estar deitado na praia, é preciso facer outro tipo de actividades», explica Montes Piñeiro. Pueden ser actividades orientadas al descanso, como la meditación y el mindfulness, que tienen resultados prometedores,y también otro tipo de actividades cognitivas que supongan un reto.

No se trata de abrir un libro de álgebra y ponerse a estudiar. Se puede aprender sobre otras culturas a través del cine, la gastronomía, la literatura o cualquier otra actividad. A esto hay que sumar la actividad social: pasar tiempo con la familia, la pareja, los amigos... 

Otra cuestión importante es la de recuperar la soberanía sobre el propio tiempo. «Un dos principais riscos psicosociais aos que estamos expostos mentres traballamos ten que ver coa falta de control ou autonomía: non podemos decidir que tipo de tarefas facemos e cando as facemos», explica Carlos Montes. Por eso, en estos períodos largos «é particularmente importante poder recuperar ese control sobre o propio tempo elixindo que actividades desenvolver e como e cando executalas».

Sí, es difícil, porque «os límites desdebúxanse», reconoce Montes Piñeiro, lo que hace más complicado distinguir entre esfera privada, social y laboral y más en un entorno en el que ya ha dejado de tener sentido hablar de puestos de trabajo, que hacen referencia a una situación física, para pasar a referirse a situaciones de trabajo. En un mundo globalizado en el que los riesgos psicosociales se acentúan. «Ás veces somos unha sociedade traballocéntrica, vivimos por e para o traballo e iso entraña moitos riscos para a saúde».

De hecho, fiar al mes de agosto todo el proceso de recuperación psicológica no es una buena estrategia, porque a mediados de septiembre, el nivel de activación psicofisiológica y las rumiaciones serán prácticamente las mismas que antes de las vacaciones.

Por qué ir a tomar el café es importante

Carlos Montes hace un símil hidráulico para explicar por qué es importante ir liberando tensión durante todo el año y dentro de la jornada laboral: «É como unha presa. A través deses pequenos descansos o que tratamos de conseguir é ir controlando que se descargue a tensión ou a ansiedade dunha maneira que poidamos canalizar».

Por eso es importante hacer pausas y recuperar rituales como el de tomar café, que nos había robado la pandemia, porque representa un parón en medio de la jornada, con una actividad que en muchos casos es social y que implica hablar de temas de mayor o menor importancia y normalmente alejados del trabajo. «Iso permite que esa carga de traballo se reduza, ou polo menos a percepción que temos sobre como o traballo que nos pode afectar».

Y qué pasa cuando la naturaleza del trabajo impide desconectar de todo. «Temos que asumir a realidade e tratar de planificar». Es decir, reservar una franja horaria concreta para actividades laborales en vez de estar consultando continuamente el teléfono. Y hay que establecer otro tipo de rutinas. Es interesante identificar con un patrón las llamadas de trabajo que hay que atender, como por ejemplo dos tonos y colgar. Y pactar cuál es el mecanismo preferente de contacto: teléfono, correo electrónico, mensaje de WhatsApp...

Y una cosa aparentemente sencilla, pero que en la práctica no lo es tanto: aprender a identificar lo que realmente tiene uno que hacer de lo que es posible delegar en otros compañeros y en subordinados. 

Igual que con el teletrabajo, si parte del tiempo de ocio se va a pasar en casa, es bueno tener, en la medida de lo posible, un espacio aparte dedicado exclusivamente a cuestiones laborales, que permite identificar psicológicamente el espacio de trabajo con el de tiempo libre.

Es precisamente, el teletrabajo y su implantación durante el confinamiento lo que ha dado una nueva dimensión a la mezcla de las esferas personal y profesional, hasta el punto de que lo que podría haberse convertido en una herramienta de conciliación potente se ha convertido en otra fuente de tecnonestrés, lamenta el presidente de la sección de Psicoloxía do Traballo del COPG. 

 «Hai moi poucas organizacións que verdadeiramente fomentaron o teletraballo. Fomentaron a telepresencialidade», que no es más que mantener el mismo horario de trabajo y permanecer conectada las mismas horas o más. «Só cambiamos o lugar de traballo. E como non tiñamos esa cultura de traballo a distancia, ás veces temos sensación de culpa por non estar continuamente pendentes das actividades de traballo».

Otras veces el modelo de dirección en lugar de evaluar la productividad por el resultado y la calidad del trabajo, está más orientado a los minutos de conexión. Eso ha llevado a que si antes éramos presencialistas en sede física, ser telepresencialistas. Y no se aprovechan las ventajas que tiene el teletrabajo. 

El reto es ahora conseguir que el modelo cambie y normalizar el derecho a la desconexión digital. «Hai moitos aspectos da nosa idiosincrasia que son difíciles de mesturar con esa disrupción tecnolóxica». Ahora, apague el móvil y a desconectar.