El tenis español se enredó en los ochenta y noventa en sus propias polémicas. El colombiano Pato Álvarez, que entrenaba a Emilio y Javier Sánchez Vicario y a Sergio Casal, quiso controlar un equipo que no arrancó ni cuando llegó Sergi Bruguera. «Parecía que la presión de la Davis era superior a los propios jugadores. Quizá el espíritu de equipo no era el más idóneo en muchas ocasiones», explica Álex Corretja, líder de la siguiente generación. En el 2000, con el mejor ránking, aceptó una decisión insólita en la final contra Australia, en Barcelona. El grupo de cuatro técnicos que asumió la capitanía -liderados por su propio entrenador, Javier Duarte- le reservó para el dobles y la jornada decisiva, sentándolo el viernes. «Cuando nos lo dijeron, los jugadores nos marchamos y Juan Carlos Ferrero y Albert Costa quisieron llamar para convencer a los capitanes y que yo jugara el viernes. Les dije que asumía mi papel y que se podía ganar así. Otro jugador más egoísta a nivel personal o profesional no lo hubiera aceptado. Porque para mí era un sueño jugar una final en casa. Demostré que estaba implicado al máximo aceptando no jugar el primer día», explica ahora Corretja.
«Éramos un grupo muy unido, que trabajaba por una misma causa. Y nos ayudó jugar las cuatro eliminatorias en casa. Si en los años 60 hubiesen podido tener esa posibilidad, quizá ya habrían conseguido algún título», reconoce Corretja sobre el triunfo del año 2000. En aquel momento, el éxito del equipo trascendió al tenis, porque acabó con la falta de cuajo competitivo que se achacaba a los deportistas españoles en las grandes citas. «Quizá abrimos una una inercia. A partir de ahí, España creyó más en sus posibilidades», indica el barcelonés.
Corretja y Hewitt, la referencia australiana, ni se hablaron. «Hice acercamientos y él los rechazó», explica el catalán, que jugó otra final en el 2003, en la hierba de Australia, cuando en la ceremonia de apertura sonó el himno de Riego en lugar del constitucional español.
En el 2004, España superó a Estados Unidos, de nuevo en tierra y en Sevilla, ya con Nadal al frente y con Moyá al fin campeón. El primer título como visitante llegó en el 2008, con muchas bajas. Feliciano López y Fernando Verdasco ganaron su individual y su doble en Mar del Plata. «Lo más difícil fue adaptarse al ambiente. Jugamos muchas veces con presión y fuera, pero no en situaciones tan complicadas», indica Verdasco.