n estos tiempos de eufemismos interesados y perversos en los que se llama reformas a los recortes de derechos y prestaciones y mercados a los amos del mundo, que tienen nombres y apellidos, el inesperado éxito del panfleto del nonagenario francés nacido en Berlín Stéphane Hessel, ¡Indignaos!, con más de un millón de ejemplares vendidos, es un fenómeno singular digno de reflexión. Este joven de 93 años, que fue miembro de la Resistencia, deportado en Buchenwald y redactor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, se ha convertido en una especie de conciencia de Francia con un librito de solo 30 páginas que se vende por tres euros. Su apasionado llamamiento, sobre todo a los jóvenes, a no resignarse sino a indignarse, a protagonizar una «insurrección pacífica» frente a la dictadura de los mercados financieros, la falta de humanidad hacia los inmigrantes sin papeles o los recortes sociales ha sacudido a la sociedad del país vecino.
Para Hessel, el conformismo, la apatía o la indiferencia ante la que está cayendo es la peor reacción posible. Frente a la tendencia al desánimo y la desmovilización ante una crisis compleja de responsables difusos y unas medidas que se venden como imprescindibles, aboga por todo lo contrario, la participación en la sociedad, no necesariamente a través de los desprestigiados partidos políticos. Su mensaje movilizador ha sido bien acogido en un país tan proclive al debate político y nada reacio a mostrar públicamente su descontento. Hessel no es un rojo peligroso ni un revolucionario, pero tiene la autoridad necesaria para darnos un tirón de orejas.