Ramón Pernas (Viveiro, 1952) presenta esta tarde (20.30 horas) en la feria de Viveiro la última entrega de su único libro, como suele definir su obra. «Como dicen algunos críticos, yo soy casi una marca, soy muy fiel a mi imaginario narrativo, a veces Vila Ponte emerge y otras desaparece». En este último capítulo de su gran novela, En la luz inmóvil, premio Emilio Alarcos Llorach, publicada por Algaida Editores, no figura Vila Ponte, pero sí Viveiro, junto a Madrid y París, las ciudades donde escribió esta historia, ambientada en la España de los años 60 y 70.
-Viveiro es una presencia constante en su obra.
-A la hora de escribir tengo mi territorio propio, que es Vila Ponte, que puede ser Viveiro y cualquier pueblo del norte. Es la reivindicación de un territorio que va de Baiona a Bayona, porque quiero hacer verosímil lo que cuento, con un paisaje, una luz, un sonido, una determinada forma de pasear la noche..., y todo eso lo aprendí en Viveiro, donde comencé a ejercitar mi oficio de hombre. Es mi origen y mi destino.
-Asegura que escribe para que le sigan queriendo y para combatir la muerte.
-Hablo de muerte, no en el sentido físico, sino como tedio, rutina, aburrimiento, y escribir me da la posibilidad de escapar de esa muerte cotidiana. Y además para que me quieran, porque vivimos en un entorno desolado y a los creadores nos quieren quienes nos leen, ven nuestros cuadros o nuestras fotografías. El afecto real solamente lo dan las palabras, que te van envolviendo con un aire tibio, cordial, cariñoso y sincero.
-¿Qué suponen los premios?
-Una proyección para la novela y, además, son rentables.
-Y cada verano reaparece en la feria del libro de Viveiro.
-Es ya costumbre, soy casi un número de fiesta. También lo hago para regalarle a mis paisanos -a la gente de este pueblo que llevo prendido en la solapa, el corazón y la cabeza- ese encuentro anual; porque la novela se la debo a ellos, mi mundo empieza donde termina Viveiro, es como si la novela volviera a sus orígenes.