CDespués de tres años como párroco, en los que he estado al cargo de doce parroquias, quince capillas y doce cementerios, estoy convencido de que he cometido errores en la gestión y seguro que hay gente dolida por las decisiones que he tomado, pero no han sido fruto de la mala intención sino de mi condición de ser humano y también de aplicar el Código de Derecho Canónico. A todos ellos, perdón. Pero también soy consciente de que me he esforzado, me he gastado y desgastado por servir a mis feligreses y que tengo a mi lado mucha gente que me quiere y reconoce mi labor. A todos ellos, gracias.
Por motivos de salud, pedí al obispo hace unos meses que me relevase de mis tareas pastorales para descansar y recuperarme con mis padres en Valencia, a quienes tanto quiero y tan poco he visto en estos ocho años en los que he vivido en Galicia, un lugar hermoso y del que guardo un gran recuerdo, en donde he aprendido mucho de sus gentes, he disfrutado de sus montes y playas, pero sobre todo, en donde tengo grandes e incontables amigos. Mi marcha de Ribadeo ha sido menos silenciosa de lo que esperaba, no solo por los rumores que acompañan toda salida, sino por el doloroso episodio de las imágenes de Sante, una parroquia histórica y bella.
No guardo rencor a nadie, no pienso ejecutar acciones legales contra quienes me han acusado públicamente ni espero disculpas de nadie, confío en que el tiempo y el descanso vayan cerrando la herida que en mi han provocado. También es verdad que aunque los decibelios de la acusación han sido altos, los gritos venían solo de diez personas que se dedicaron a llamar a los medios de comunicación. Medios a quienes concedo el mérito de haber recuperado las imágenes y que vieron, cómo esos diez vecinos, daban una patada a mi coche hundiendo la puerta del conductor. Afortunadamente para el patrimonio artístico e histórico, las imágenes han sido recuperadas, eso sí, bastante deterioradas en su policromía.
Para mí, las apariciones y desapariciones han tenido también otros protagonistas.
En cuanto a las apariciones: el alcalde de Trabada, que de modo «misterioso» obtuvo la llave del templo y celebró una reunión dentro de él sin permiso y estando allí el Santísimo Sacramento, y que después anunció que iba a cambiar la cerradura del templo. Eso señor alcalde se llama allanamiento de morada y apagar fuegos para pagar votos.
Y en cuanto a las desapariciones he echado de menos que Don Jacinto Pedrosa, como arcipreste, Don Antonio Basanta como Vicario General y Don Manuel Sánchez Monge, como obispo, dijeran algo, ya no en mi favor, sino a mi para darme ánimos o algo en relación a los hechos ocurridos, ya que yo he sido un generoso y fiel administrador de un ingente patrimonio eclesiástico y pastoralmente eficiente. Que no digan que no se han enterado de nada, porque ellos estaban aquí, han visto la prensa y la televisión, han oído los rumores, porque es curioso que a mil kilómetros de Ribadeo un carnicero le haya preguntado a mi padre qué estaba ocurriendo en las aldeas de Galicia. Por mis padres siento, sobre todo, las noticias que han recibido, pero quien me conoce sabe que no necesito vender una viejas tallas para poder vivir dignamente, más aún, he dejado parte de mi patrimonio personal en la restauración y conservación de los templos, y he regalado los años de mi juventud. Así que, las apariciones y desapariciones de Trabada me llenan de dolor, pero también de gozo por la muchas muestras de afecto que he recibido.
«Deje el báculo y coja la escoba»
Espero Señor Obispo que lea usted estas declaraciones con las que dejo el sacerdocio y me retiro a ocuparme de mi salud, le recuerdo que cuidar de los sacerdotes es su principal tarea y que usted mantiene en su cargo a personas que les calumnian. Deje el báculo y coja la escoba. A todos mis antiguos feligreses, y ahora mis queridos amigos, me tenéis, como siempre, a vuestro lado.