«¿Volver a Viveiro? Un gran escritor dijo aquello de `no regreses nunca al lugar donde has sido feliz´»
A MARIÑA
Manuel Rivas dijo una vez que el poeta viveirense Carlos Oroza «es el mejor rapsoda de Europa». El «poeta maldito del madrileño Café Gijón, el bohemio de los sesenta», como le bautizó Francisco Umbral, al que Oroza no le gustaba que le recordaran y que tildaba de «tópico absurdo», el poeta excéntrico y genial que abandonó Viveiro hace 30 años, tampoco volverá ahora a la ciudad que lo vio nacer.
La Voz de A Mariña conversó con Oroza en dos ocasiones a lo largo del 2013. La primera tras la presentación en Vigo de su última antología poética Évame, que fue un auténtico homenaje popular, en enero del 2013; la segunda, unos meses después, en junio, cuando aceptó cargado de emoción el homenaje que la corporación municipal de Viveiro acordó rendirle, dedicándole una calle, una propuesta realizada por el ceramista Otero Regal y que refrendó con casi 200 firmas.
«Estoy muy emocionado, no se qué decir», expresaba Oroza desde Vigo a La Voz cuando conoció la noticia. Y minutos después apuntaba que el reconocimiento de su pueblo natal era a la vez «un orgullo y una reconciliación vital con Viveiro». El homenaje se había fijado para el 26 de abril del 2014, pero nunca pudo celebrarse porque antes se descubrió que la calle elegida ya tenía nombre, la de otra genial artista viveirense, Maruja Mallo.
La memoria, en la infancia
Oroza, poeta singular de la llamada generación de la posguerra, apostó toda su vida por la voz de la palabra frente a lo que llamaba «cementerios de signos», los libros. Su poesía era para ser escuchado, y así se pretendía hacer en el homenaje previsto inicialmente en Viveiro, donde hasta entonces fue el gran olvidado. «Hace años que no voy, bastantes años. Lo recuerdo, pero no se absolutamente nada de cómo está el pueblo». Pero entonces evocaba la memoria y a ese otro poeta que decía que «la patria es la infancia». Recordaba los paseos, el puente hacia Covas, la vida en el pueblo, las playas, algún amigo. Y reflexionó en voz alta. «Hay una frase de un gran escritor que dice ´no regreses nunca al lugar donde has sido feliz?. Yo entiendo esto como donde tienes instalados los recuerdos de los sitios tan bonitos donde jugabas, donde paseabas, y si eso ha desaparecido, ¿a qué voy a ir?». No le importaba el olvido de Viveiro: «Me es igual, me es indiferente el olvido y el recuerdo; yo solo estoy pendiente de lo que permanece en mi, de lo que viví de la infancia».