Cuatro naufragios en una noche de diciembre de 1893 dejaron 13 muertos

MARTÍN FERNÁNDEZ

A MARIÑA

En 1954, homenaje a la tripulación del «Raymond Martine» por salvar a 12 hombres de Burela.
En 1954, homenaje a la tripulación del «Raymond Martine» por salvar a 12 hombres de Burela. a. buril< / span>

Ocurrieron entre Cangas y Fazouro, a causa de un fuerte temporal y maremoto

31 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En una misma noche -la del 2 de diciembre de 1893- entre Burela y Foz, a la altura de Cangas y Nois, naufragaron cuatro mercantes, a causa de un fuerte temporal de niebla, viento y maremoto. En los siniestros perecieron un total de trece marineros. El número 2268 de El Eco de Galicia del 14 de diciembre de 1893 da cuenta pormenorizada de la tragedia.

Relata El Eco que en una extensión de escasas dos leguas de la costa naufragaron el bergantín goleta Pepita, de San Ciprián, patroneado por Xusto Basanta, con pérdida de dos marineros; el patache Saturnina, de Avilés, del que murieron el patrón y el grumete; y el patache San Antonio y Animas, de O Barqueiro, que perdió a toda la tripulación, compuesta por cinco hombres. Excepto la goleta Pepita, que navegaba cargada de petróleo de Santander para A Coruña, las demás venían en lastre. De una cuarta embarcación, el San Antón, perecieron cuatro marineros.

Tanto los que murieron como los que lograron salvarse fueron arrojados a las playas de O Castrelo y O Cantiño (Burela), Areoura y As Polas (Cangas) y Arealonga (Nois). En medio de una noche de frío y niebla fueron llegando, ateridos y exhaustos, a las pequeñas aldeas en las que, aún hoy, sus habitantes más mayores recuerdan el trágico suceso que les relataron sus antepasados.

Dudoso honor e indecencia

La noticia de El Eco añade que «entristece el ánimo y apena el corazón el saber los actos de salvajismo cometidos por muchos vecinos de Cangas, Nois y Fazouro que, apenas supieron la pérdida de los barcos, cual bandada de aves de rapiña, se echaron sobre las presas y cortaron y destrozaron los restos de los buques sin que los lamentos y ayes de dolor lanzados por los moribundos naúfragos fueran suficientes para distraerlos de aquella brutal tarea de destrucción y pillaje».

El periodista que firma la información se escuda en las siglas XX para escribir un párrafo como el anterior y, sobre todo, como el que, a continuación, viene. Se le ve el plumero y dice: «En ese cuadro lúgubre y sombrío hay, sin embargo, un punto luminoso, una honrosa excepción cuyo nombre debe consignarse para que llegue a conocimiento de la Sociedad de Salvamentos y de ésta el premio a que se ha hecho merecedor don Victoriano Pillado, que así se llama el rico propietario de Nois que, con abnegación sin límites y caridad poco común, se despojaba de su ropa para cubrir los cuerpos de aquellos desgraciados viendo como exhalaba alguno de ellos en sus brazos el último suspiro>.

Don Victoriano -con dudoso honor y notable indecencia- fue, con seguridad, quién filtró al periodista su interesada versión para poder cobrar el premio de la Sociedad de Salvamentos. Y por eso la noticia prosigue: «Don Victoriano recogió a todos los supervivientes, cuidándolos con solicitud digna de aplauso, y albergó y alimentó en su casa a todos los marineros de San Ciprián que, con Don José María Ríos, armador de la goleta Pepita, acudieron en auxilio de los naúfragos. Por lo cual los vecinos de dicho puerto le guardarán eterno reconocimiento».

Lo único bueno de la noticia de El Eco de Galicia aparece al final. El cronista dice que si ese tipo de sucesos ocurriesen en Madrid, las familias de los naúfragos serían largamente socorridas, en buena parte con dinero de Galicia. Pero «como sucedió aquí, en pueblos donde no hay prensa que lleve con exageración los gemidos y súplicas a todo España, estas desgraciadas familias no serán socorridas como debieran y deberán salir a mendigar para alimentar a sus pequeñuelos». Y concluye: «¡A unos tanto y a otros tan poco!».

El citado Victoriano Pillado Pedrosa tenía -según la rigurosa investigación realizada por el historiador focense, Juan Ramón Fernández Pacios- su casa patrucial en Covas (Nois). Era hijo de Antón Pillado y Josefa Pedrosa y tenía dos hermanas, Cándida y Ascensión. Aparte de gestionar sus bienes y rentas fue teniente de alcalde de Foz siendo regidor Eliseo Martínez Pillado. Victoriano había pedido en 1887 que se autorizase al Puerto de Nois para «embarque y conducción a Viveiro y Ribadeo de maderas, granos y otros efectos en embarcaciones menores». Falleció en 1902, a los 45 años, soltero.

Varios siniestros en la costa de Ribadeo

A lo largo del siglo pasado, Ribadeo tuvo sus momentos más trágicos con los naufragios del Suárez Iriarte y el Nuevo Amadorín, con diez fallecidos. Pero hubo otros. En 1905, el patache Solferino se hundió en el petón de Arrasco, en la boca de la ría, aunque se salvaron todos los tripulantes. Ese mismo año, el barco C.M. Escalera se hundió en los bajos de las Carraias. Perdió toda su carga aunque logró salvar parte de su máquina. Y en 1926, el vapor de pesca Miguel se perdió a la entrada de la ria el 12 de abril. La tripulación quedó a salvo.

En 1968, otro pesquero, el Clarife, con base en Ribadeo, encalló el 8 de noviembre frente a Rinlo, en la pena Corbeira. Sus 13 hombres de dotación fueron rescatados.

La tragedia más grande llegó en 1977. El pesquero Suárez Iriarte se hundió el 21 de diciembre a ocho millas de Ribadeo. Llevaba 13 tripulantes: uno falleció, seis desaparecieron y los otros 6 fueron rescatados por el mercante liberiano Giant, que los trasladó a Burela. La causa del naufragio fue una gran ola que lo sepultó sin dejarlo remontar a superficie. El buque taller Cortegada, con base en Gijón, intentó rescatar a los desaparecidos pero sólo pudo hallar un cuerpo sin vida.

Otro suceso impactante en los naufragios en Ribadeo tuvo lugar el 28 de mayo del 2007 cuando perecieron los tres tripulantes del Nuevo Amadorín.

Tragedias en Burela y Foz

En Foz, el 13.03.1906, se perdió el bergantín Dolores, con folio de Gijón, al entrar en la ría. Venía de Santa Pola (Alicante) con un cargamento del consignatario focense Antonio Fraga. El capitán, Marcial Fernández, muy apreciado en la villa.

Pero el naufragio más trágico tuvo lugar en 1945. Doce marineros del Jesús Nazareno perdieron la vida a la altura del lugar. El barco era de la viuda de Aguado, María Pérez, que perdió a dos hijos y dos nietos. El hundimiento sucedió cuando el patrón aprovechó las velas para ayudar al motor a mantener el equilibrio del barco al largar almadrabas. Al barco lo engullió un golpe de mar.

En Burela hubo varios hundimientos. En 1953, el bonitero García Hermanos se fue a pique en el Atlántico, pero a sus 12 hombres los rescató el barco francés Raymond Martine. En 1968, el Villa de Foz ­-propiedad de Normando Leivas y valorado en 3 millones- se hundió entre Foz y Burela. A sus 14 tripulantes los salvaron los pesqueros burelenses Airiños do Masma y Ares Otero.

El bonitero Playa de Itsurum -de los hermanos García Fra- naufragó entre el Monte Campelo y cabo Prior el 24 de agosto por una vía de agua. Iba de Ferrol a Burela. Los citados hermanos fueron rescatados por el SAR. Registraba 40 toneladas y tenía 17,6 metros de eslora.

En octubre de 1973, en Gran Sol murieron 4 tripulantes del bonitero Reina Vitoria y 11 del López Sueiras. En 1982, el Divino Corazón de María se hundió a 30 millas al noroeste del cabo Vilán y en 1991, el pesquero Lucero del Alba se perdió en la costa de Barreiros tras escorarse por babor. Ese año, el Gondiez I perdió a 7 de sus 10 tripulantes a la entrada de A Coruña.

A finales de los 90, el burelense Lerena se hundió al norte de Estaca de Bares pero sus 4 tripulantes fueron rescatados y también se salvaron los 19 hombres del cerquero Costa de Lugo, que colisionó con el mercante Pola.

Fallecieron vecinos de San Ciprián, Avilés y O Vicedo, y los que lograron salvarse fueron arrojados a playas