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Cao Luaces, el dibujante de Cervo que elevó la caricatura a la categoría de arte

MARTÍN FERNÁNDEZ

A MARIÑA

Hijo de Francisca Luaces y Luis Cao nació el 13 de diciembre de 1862 en Viladesuso

28 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El cervense José María Cao Luaces no emigró por aventura, hambre o falta de trabajo. No. Fue uno de los jóvenes que se ilusionaron con la revolución de 1868 que expulsó a Isabel II, quitó poder a la aristocracia y a la mitra y se lo dio al pueblo con la Constitución de 1869. Creía que era posible cambiar el status imperante.

Cuando cinco años después el caballo de Pavía acabó con aquella alborada de libertade, a él, como a otros, el mundo se les vino encima. Regresaba el oscurantismo, los privilegios, la corrupción, la falta de libertad. Se ahogaban y decidieron autoexiliarse, escapar. Barreiro los llamó Exiliados da Utopía. Eran Cao, Álvarez Insua, Cisneros Luces, Somoza, Lourido...

Cao había nacido el 13 de diciembre de 1862 en Viladesuso (Cervo). Era hijo de Francisca Luaces y de Luis Cao Fernández, empleado público y ceramista. Cuando tenía once meses, la familia marchó a Valladolid y Sevilla y siete años después retornó a Cervo. Su padre había sido contratado por la Fábrica de Sargadelos donde él mismo, con 13 años, fue dibujante.

La fábrica cerró en 1877 y la familia se fue a Gijón. Él se ocupó como decorador en la fábrica de loza La Asturiana y fue alumno del escultor ribadense José Mª López Rodríguez. Luego vivió en Madrid y en 1886 en A Coruña donde hizo estudios de Magisterio y Comercio, pintó retratos para vivir y se casó con Elvira Blanco, una mujer 25 años mayor que él. Era galleguista, afiliado al Partido Republicano Federal y frustrado por la evolución del país. Y decidió apartarse, emigrar.

Un atentado

En Buenos Aires comenzó vendiendo dibujos en el Paseo Colón. Pero al año fue contratado por el semanario Don Quijote, que dirigía un madrigallego anarquista, Eduardo Sojo Demócrito. La unión de Sojo y Cao _Democrito II_ abrió una etapa histórica en la caricatura y el periodismo argentino.

Se enfrentaron radicalmente al General Roca, que exterminaba a los indios de la Patagonia y regalaba sus tierras a políticos y amigos. Denunciaron la corrupción, los abusos. Y alentaron un movimiento social que tumbó al gobierno. Leandro Alem diría después que la revolución de 1890 la hicieron las caricaturas de Sojo y Cao quién un día, por un dibujo del General Capdevila, sufrió un atentado en el propio semanario.

Pero a pesar de su éxito, fue en Caras y Caretas _una revista social, de más difusión y menos política que Don Quijote_ donde Cao se consagró parodiando la vida social argentina.

Castelao, su seguidor

La revista se distribuía por todo el país. Y en la Pampa, una familia emigrante de Rianxo la leía con avidez. Sobre todo un niño llamado Alfonso R. Castelao que copia los dibujos y los imita...

En 1912, Cao fundó las revistas Fray Mocho y luego El Hogar y Popular. Y un 27 de enero de 1918 falleció en Lanus donde _como buen masón_ fundara una sociedad llamada Madre Fraternidad.

En los próximos días la Consellería de Cultura expondrá ilustraciones y viñetas de Cao Luaces precisamente en Sargadelos, Cervo, de donde era natural. La muestra se expone en toda Galicia de manera itinerante.

martinfvizoso@gmail.com

Su padre trabajaba para Sargadelos entonces y él mismo, con 13 años, fue ya dibujante ceramista

Nació en Viladesuso, Cervo, un 13 de diciembre de 1862; era hijo de Francisca Luaces y de Luis Cao Fernández

Creó escuelas de humor gráfico y sagas artísticas

Siro López _el genial caricaturista ferrolano, propulsor de la obra de Cao_ dice que comenzó influido por Daumier, un dibujante francés del Realismo, y terminó creando personajes que anuncian el nacimiento del cartoom. Y considera que, con su influjo indirecto, el propio Castelao crearía la moderna escuela gallega de humor gráfico.

Pero Cao fue más. Convirtió a Caras y Caretas en una revista emblemática de su género y fue el padre de la caricatura latinoamericana. A su muerte, Soiza Reilly _el primer cronista internacional argentino_ escribió: “Se dijo que Cao era un artista. Pero, más que artista, era un psicólogo profundo, un analista de seres humanos. Fue un revolucionario, un transformador del humorismo argentino pues halló el modo de hacer humor sano y la caricatura ganó en profundidad, en intención, en formas”.

En Caras y Caretas, el cervense acogió a un joven emigrante de Esteiro (Ferrol) que comenzó de recadero y tenía aptitudes para el dibujo. Le ayudó y enseñó. Y, al cesar en la dirección de la revista, lo dejó en su puesto. Aquel muchacho, Juan Carlos Alonso, fue el caricaturista más famoso de Sudamérica y uno de los mejores _sino el mejor_ del mundo.

En el plano familiar, su propio hijo, Bernabé Cao, fue administrador de la revista La Bomba. Pero fue, sin duda, Julio Álvarez Cao _nieto suyo y de Eduardo Álvarez, otro ilustrador de Caras y Caretas_ quién más lejos llegó.

Julio Álvarez fue dibujante pero, sobre todo, guionista de revistas de historietas que publicaba la Editorial Columba para la que trabajó hasta su muerte en 1992. A lo largo de treinta años, tuvo gran éxito en Argentina con las series gauchescas Capitán Camacho, Cabo Savino o Pehuén Curá, o las ambientadas en los bajos fondos porteños de los años treinta, Carbajo, Ganzúa y Cía o Crónicas de un porteño viejo.

La mayoría de la obra de Cao salió a la luz hace poco, cuando su nieta Ilda vendió al Museo de la Ilustración Argentina cerca de 200 originales que el cervense realizó entre 1898 y 1908.

Una vida entre éxitos, arrestos, el compromiso galleguista y el objetivo de volver a reunir a su familia

La vida de Cao en Argentina se movió entre éxitos, arrestos, el compromiso galleguista y el objetivo de reunir a su familia. Había salido de Galicia en 1886 y solo cinco años más tarde logró llevar a Buenos Aires a su mujer, a su padre, a una hermana y a su cuñado. Pero, tras triunfar la revolución de 1890, las nuevas autoridades obligaron al cierre temporal de Don Quijote y Cao quedó sin trabajo. Eso lo llevó a fundar un periódico gallego. Eran tiempos difíciles para él pues su mujer enloqueció, se divorció de ella y se casó con otra, esta vez mucho más joven que él.

El 7 de febrero de 1892 salió a la calle El Eco de Galicia, homónimo del editado en La Habana. En el Editorial, decía Cao: “No somos separatistas. Aspiramos a que nuestros comprovincianos sean unidos y solidarios pues como hermanos debemos sentirnos lejos de la patria. Honrando a Galicia, dignificamos España y nos honramos a nosotros mismos”.

Desde El Eco alentó la refundación del Centro Gallego de Buenos Aires que había sido fundado en 1879 y disuelto en 1892. Y el 14 de agosto de 1893 se reinició y él mismo fue elegido presidente. En ese período, organizó y dirigió el Orfeón Gallego. Pero duró poco tiempo tanto al frente de la entidad como del periódico, que vendió a su amigo, correligionario y también masón, el periodista lugués Manuel Castro López. A lo largo de su trayectoria, Cao Luaces sufrió multas y arrestos que lo llevaron a prisión, durante períodos entre ocho días y meses enteros, por publicar duras caricaturas contra el general Lavalle, el presidente Sáenz Peña y contra el propio gobierno argentino.