Utilizó el seudónimo de su abuela, a quién admiraba, por el que pasó a la historia de la prensa, la política y cultura
17 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.En marzo de 1973, el temible Tribunal de Orden Público (TOP) juzgaba al cura-obrero de Vallecas Carlos Jiménez de Parga, acusado de cobijar en su parroquia a sindicalistas de Comisiones Obreras.
Al terminar el juicio, una mujer se acercó al estrado e hizo oir su voz, fuerte y clara: «Señor Presidente, usted puede condenar a mi cuñado o absolverlo. Espero la sentencia. Pero lo que no aguanto ni un minuto más es quedarme quieta ante esta mesa presidida por un crucifijo. Soy católica practicante y no tolero que un crucifijo se utilice en este tipo de causas. ¡Así que me lo llevo!».
Y agarró la cruz y se marchó, entre el acongojo y el estupor general, con paso firme y decidido.
La mujer se parecía a su voz. Era alta y hermosa y se llamaba Elisa Maseda Arango. Sus padres, María Arango Lamas y Antonio Maseda Bouso, eran de Mondoñedo.
Y ella había nacido en el Pasadizo de la Plaza en la casa patrucial de los Lamas. Allí vivía Elisa Lamas Illade, su abuela, mujer de empuje y carácter, a quién adoraba y admiraba y por quién utilizó el seudónimo por el que pasó a la historia de la prensa, la política y la cultura: Elisa Lamas.
Hizo el bachillerato por libre, estudió Derecho en Salamanca y comenzó a trabajar en Madrid en las revistas católicas Signo y Cumbre con Miret Magdalena y José Luis Aranguren. Tenía inquietudes culturales y asistía a los cursos que impartía el filósofo Xavier Zubiri.
En ellos conoció al que fue su marido, Manuel Jiménez de Parga, con el que se casó en 1956. Tuvieron 7 hijos y vivieron en Barcelona hasta fines de los años 70.
Elisa -mujer de principios religiosos pero progresista, abierta y de formación europea- luchó por las libertades en los 60 y 70 desde las revistas Destino y El Ciervo y los periódicos La Vanguardia y Diario 16.
Sus artículos giraban sobre el feminismo, el nuevo rumbo de la Iglesia, la democracia y la libertad, la crítica al franquismo….
Pero, sobre todo, destacó por su defensa de la Mujer en años de cruel dictadura y de una sociedad estática en la que sólo podía ser esposa y madre, subordinada al hombre.
Ella, «madre de 7 hijos, abuela de 21 nietos, enarboló la bandera de la mujer independiente, soberana en sus decisiones, trabajadora, instruida, responsable, con voz propia, intelectual y a la vez pragmática, defensora de unos derechos ni siquiera hoy del todo adquiridos…» escribió Juan Cierco en El Mundo.
Integrar los valores femeninos
Y ella misma lo resumió en 1978: «Es fundamental que en política se integren los valores femeninos, que nunca han sido tenidos en cuenta. Hasta que la mujer no intervenga en política no habrá paz en el mundo. No la conseguirán nunca los hombres».
Fue una pionera y adelantada a su tiempo. El catedrático y periodista Francesc de Carreras dijo de ella que «ese innato sentido de la igualdad entre hombre y mujer, tal vez adquirido en su infancia por el ejemplo de la admirada abuela de Mondoñedo, lo transmitía con fuerza y convicción en sus artículos, escritos en tiempos donde las feministas no abundaban»…
Cabeza visible del movimiento contra la marginación de la mujer y crítica con posturas retrógradas de la Iglesia
Elisa Lamas era una mujer culta, inteligente, femenina y feminista, cristiana y valiente. Siempre estuvo muy unida a su marido pero nunca fue «la mujer de…» -tan frecuente entonces- sino que siempre tuvo, como Virginia Wolf, habitación propia, criterios personales que defendía con sólidos argumentos y gran formación…
En los años 60 y 70 era una de las cabezas visibles -junto a María Aurelia Capmany, Lidia Falcón, Carmen Alcalde y Magda Oranich- de un movimiento feminista que, desde una Cataluña abierta y tolerante, luchaba contra la marginación de las féminas y reflejaba el sentimiento de profunda injusticia y frustración en que se encontraban.
Desde esa posición, escribió cientos de artículos de contenido político, jurídico, sociológico o religioso. Para ella, el papel de la mujer en aquella sociedad estaba determinado de antemano por la ideología impuesta por los hombres: tener hijos, cuidar la casa, contribuir al prestigio del hombre al que estaba subordinada, etc. En esos años, ya abogaba por la integración de la mujer en el mundo del trabajo como el camino más adecuado y rápido para su liberación.
Y desde la autoridad moral que le daba ser madre de siete hijos, defendía la píldora anticonceptiva y criticaba con dureza la retrógada encíclica Humanae Vitae del papa Pablo VI en 1968 sobre la regulación de la natalidad que prohibía el aborto, la esterilización y cualquier método anticonceptivo...
Escribió cientos de artículos políticos, jurídicos, religiosos o sociológicos
«Once historias perversas y una ejemplar»
Con el título de Once historias perversas y una ejemplar Elisa Lamas publicó, en Editorial Laia, un libro de cuentos que profundiza en su rebeldía y compromiso social y político.
Son doce relatos breves sobre los problemas de la mujer y las circunstancias sociales e históricas que la situaron en desventaja respecto al hombre. Las historias contadas ni prefiguran una tesis ni concluyen con una moraleja. Ella las narra y el lector saca sus propias conclusiones. Sigue así la estela del realismo social en el que se muestra una realidad para el que el lector tome conciencia y adquiera un compromiso.
«Todas mis criaturas existen y todas mis historias también, aunque al tomarlas del natural yo las haya escrito de manera que nadie se dé por aludido. Mis personajes son mujeres que han nacido en una cultura en la que predominan valores masculinos. Como es inevitable, mis historias no les gustarán a mucha gente. Unos las tildarán de cínicas. Otros, de ingenuas. Para algunos rebosarán agresividad; para bastantes van en exceso limadas de aristas. A pesar de tratarse de historias perversas, su perversidad es intrínseca, no se la he puesto yo. Al contrario, he tratado de imbuirles un poco de ternura» escribe Elisa Lamas en el Prólogo.
Los relatos La Venganza, Los jóvenes soldados, Pensionado suizo, Madre soltera, Una carrera brillantísima, No podemos tener más hijos, Lágrimas artificiales, Se alquila un útero, Pobre mamá, Violación en grupo, Una chiquilla preciosa y Juana quiere ser cura son un buen ejemplo de la mejor literatura feminista. Y no sólo porque sus protagonistas son mujeres sino porque denuncia y critica actitudes machistas de la sociedad.
La última, por ejemplo, está ambientada en Mondoñedo, ciudad «en la que lo más importante que se podía ser era Obispo» y por eso la niña Juana decidió que quería ser cura. Como no podía ocurrir, se dedicó a estudiar y a demostrar que «nunca hubo razones bíblicas para cerrar el acceso de la mujer al sacerdocio católico. Sólo el peso de la tradición romana».
La protagonista, que hace una perfecta descripción física, social y moral de Mondoñedo, acaba casándose con un pastor calvinista suizo que logró «disolver con paciencia el sedimento de amargura y rencor de Juana» pero que nunca consiguió ni que quisiese volver a España ni que aceptase colaborar en la kermesse anual de la parroquia…
En 1968 perfiló con Pujol y otros catalanistas el encaje de Cataluña en España
Elisa Lamas y Jiménez de Parga fueron activos protagonistas de la Cataluña de los años 60 y 70. Su proyección profesional y mediática los convirtió en referentes de una Barcelona que entonces era una sociedad moderna, abierta y exitosa, vanguardia de España.
Ambos mantuvieron una constante oposición al franquismo y una infatigable lucha por los derechos civiles y colectivos. Sufrieron procesamientos, multas, sonadas agresiones y persecución por parte del Régimen y de algún intelectual, como Josep Pla, que los tildaba de «comunistas» y pedía excluirlos de medios como La Vanguardia y otros.
Ella abanderó la lucha en favor de las mujeres. Y él, desde su cátedra de Derecho Político de la Universidad de Barcelona ?en la que acogió a Jordi Solé Tura o González Casanova? fue faro y norte de la lucha democrática de estudiantes, obreros e intelectuales. Una labor que completaba desde su prestigioso bufete de abogados laboralistas...
Los dos defendían y reivindicaban la idea de una España europeísta e integradora de sus distintos pueblos en un proyecto democrático, solidario y común.
Por esa razón fueron dos de las 30 personalidades que participaron en las jornadas que, con el nombre «Diálogo de culturas», convocó la oposición catalanista en el Monasterio de Montserrat los días 8, 9 y 10 de julio de 1968, en pleno Estado de Excepción.
Con ellos estuvieron Josep Mª Castellet, Jordi Pujol, Albert Manent, Muntaner, Serrahima, Pedro Altares, Peces Barba, Manuel Parés, Toharia, Coll Alentorn, Badía Margarit, Giralt, Riaza, Josep Benet, Ruiz Giménez, Cuatrecases, Mosén Tutusaus o Alfonso Carlos Comín.
El escritor Francisco Candel recogió en sus Diarios las distintas intervenciones sobre asuntos como la lengua, el federalismo, el separatismo, la integración de inmigrantes, la solidaridad interregional y el futuro de Cataluña en una sociedad democrática.
Compromiso con la democracia
Tanto Elisa Lamas como Jiménez de Parga mantuvieron, hasta el final, un inequívoco compromiso con la democracia, la libertad y el proyecto de una España fuerte, unida ?que no uniforme? y solidaria. En su discurso de despedida como presidente del Tribunal Constitucional, en 2004, él recordó «el lugar preeminente» de la Carta Magna y advirtió del error que supondría «colocar en el centro del bloque de constitucionalidad a los estatutos de autonomía y en la periferia a la Constitución».
La Barcelona ilustrada y abierta de la Transición, por la que tanto lucharon, dejó de existir años más tarde devorada por la insolidaridad, el supremacismo, la xenofobia y el sectarismo. El propio Jiménez de Parga fue un buen barómetro de lo acontecido: fue represaliado por el franquismo; artífice clave de la Transición; el nacionalismo socialconvergente lo nombró Hijo Predilecto del municipio en que residía ?la Ametlla del Vallés?; y el nacionalismo radical y excluyente le retiró el nombramiento años más tarde…
Censurada y procesada por el franquismo
La rebeldía de Elisa Lamas ante el franquismo y su ejemplar compromiso cívico levantaron ampollas en autoridades y una sociedad adocenada y conservadora.
La censura se cebó con ella ?la tildaban de Elisa la Roja o La nueva Pasionaria? y el siniestro TOP la procesó cuatro veces por sus artículos en Destino: El sentido de la Navidad, en 1972; Contra la voluntad general, en 1973; Polémica sobre el aborto, en 1974; y La educación política de nuestros gobernantes, de noviembre de 1974. En estos dos últimos casos también fue secuestrada la revista.
En el comentario sobre el aborto decía: «Hay dos problemas que enfrentar: el legal y el moral. Del legal ya he dicho que la legislación debe ser realista, no utópica. Desconocer la realidad social, no darse por aludido y legislar sobre el papel, no sobre la vida, siempre trae consecuencias incalculables. El problema moral es delicadísimo y privado. Nadie, absolutamente nadie, puede imponer a una mujer un hijo contra su voluntad. Tal imposición lesiona la dignidad humana, desconoce los daños psicológicos para la madre y puede significar una vida inhumana para el hijo».
En el segundo, su ácida crítica se dirigía a Fraga Iribarne ?más tarde Manolo Fraga y, al final, Don Manuel? que, por esas fechas, era Embajador en Londres. De su mutación, escribía con ironía: «Unas fotos de Fraga, paseando por un parque londinense con una aire tan británico que parece imposible que haya nacido en Villalba, me levantaron el ánimo aún más. Aquel señor tan elegante, con tanta clase (…), no recuerda en nada al mismo que empapeló sin pausa ni respiro a Néstor Luján (…). Este es otro Fraga. Aire sereno, reposado, sin una arruga en el impecable corte del correcto traje, salido, sin duda, de alguna sastrería de Bond Street. ¿Qué se hicieron, como diría Manrique, de los gritos con que contestó a algún corresponsal extranjero que se atrevió a preguntarle si eran ciertos los rumores de que en el recuento de votos habían salido dos millones más de «síes» que de votantes? ¿Qué lo transformó de esta manera? ¿Será una combinación de la lectura del Times, los paseos por Londres y el cambio de sastre?...».
Hija del jurista Maseda Bouso, esposa del ministro Jiménez de Parga y suegra del diputado gitano Ramírez Heredia
El padre de Elisa Lamas, Antonio Maseda Bouso, nació en Rego de Cas en 1872 y vivió diez años en la Inclusa hasta que lo rescató su padre, José Maseda Bouso, emigrante de éxito en Cuba. Estudió en Comillas y fue abogado, Registrador de la Propiedad en Madrid y Barcelona, miembro de la Real Academia de Jurisprudencia, presidente de la Caja Central de Ahorros y de la Caja de Pensiones de Cataluña y Baleares.
Su madre era de Mondoñedo. Se llamaba María Arango Lamas y era una de las hijas de Elisa Lamas Illade, la abuela de la escritora y, a la vez, una de los cinco hijos que tuvieron el médico Francisco Lamas García ?Caballero de la la Orden de Carlos III y Cruz de 1ª clase de la Orden Civil de la Beneficiencia? y Dolores Illade Fernández.
Elisa Lamas, que murió en 2012, se casó en 1956 con el abogado Manuel Jiménez de Parga, luego Catedrático de Derecho de la Universidad de Barcelona ?de la que fue rector? y de la Complutense de Madrid, ministro, diputado, consejero de Estado, embajador y Presidente del Tribunal Constitucional.
Siete hijos y 21 nietos
Tuvieron siete hijos y 21 nietos. Una de sus hijas, Paloma Jiménez de Parga Maseda, se casó con Juan de Dios Ramírez Heredia, el primer diputado gitano de España. Ramírez Heredia es escritor, profesor y periodista, fue diputado por UCD y el PSOE de 1977 a 1986, eurodiputado, miembro honorario y vitalicio de la Asamblea del Consejo de Europa y fundador y presidente de la Unión Romaní, la entidad supranacional del pueblo gitano.