Parece que 2021 va a ser otro año “intermitente”. Por lo que se vislumbra en estos inicios, seguiremos con períodos de confinamiento, o cuasi confinamiento, para tratar de minimizar el número de contagios, el colapso de los centros sanitarios y los daños producidos en la salud de las personas contagiadas. Es un drama que cada vez más gente está viviendo en primera persona. Ya no son casos aislados de algún conocido, sino que lo tenemos entre los amigos, compañeros de trabajo, familiares o en carne propia. Sin duda, en los casos en que se complica la infección, es una situación extremadamente dura, tanto en el aspecto físico, dificultando calamitosamente la respiración, como en el psicológico, ya que se vive en la soledad del confinamiento o de la unidad medicalizada correspondiente. Es cruel no poder ver a tus familiares ni despedirte de ellos en el peor de los casos. Pero este drama sanitario tiene tras de sí una cola larga que está haciendo destrozos en nuestro tejido económico. Aquel Estado de Alarma declarado en marzo de 2020, y por una duración inicial de 15 días, ha extendido sus efectos mucho más de lo esperado. Ya vamos camino de cumplir un año de lo que hemos venido a denominar nueva normalidad. El número de vacunas a disposición de los estados no es, ni de lejos, el necesario para afrontar la inmunidad total de la población a corto plazo, por lo que el fin de la pandemia no es inminente. Por todo esto, muchas empresas se están viendo sumidas en una situación de agónica asfixia, haciendo un símil con las consecuencias sanitarias producidas por el covid. En su caso, la falta de entrada de oxígeno vendría a ser la falta de entrada de ingresos por la contracción de la demanda. La gente continúa con el freno de mano echado en cuanto a consumo se refiere, lo que sumado a la paralización de la vida social nos lleva a una caída en picado de los negocios del sector servicios, sobre todo hostelería y comercio. El cierre de fronteras y las restricciones de movilidad también están lastrando al turismo, sector de vital importancia en nuestro país y dinamizador del resto de sectores. Ante esta situación, a las empresas solamente les queda entrar en una situación de estado de subsistencia. Aferrarse a todas las ayudas que puedan obtener por parte de las administraciones públicas y ajustar al máximo todos sus gastos para conseguir mantenerse con vida. Deberán alternar los períodos de apertura, que permiten incrementar las ventas, con períodos de cierres impuestos, acogiéndose a las prestaciones por el impedimento o la limitación de su actividad. Continuaremos con los ERTE, las ayudas a los autónomos por cese de actividad, las subvenciones para sectores especialmente perjudicados, los préstamos incentivados y el resto de baterías de medidas que continuarán poniendo en marcha las administraciones estatal, autonómica y municipal. Según la teoría Darwiniana de la evolución de las especies, no sobreviven los más fuertes sino aquellos que mejor se adaptan a los cambios, por lo tanto, no queda otra que adaptarse a esta nueva situación de intermitencia. Hay que optimizar todos los recursos puestos a disposición de las empresas, tanto en los períodos de apertura como en los de cierre. Se trata de conseguir, en primer lugar, la supervivencia y, en segundo lugar, la evolución. No es posible que todo lo que estamos viviendo no nos haga mejores en el futuro. Confío en que dentro de unos años seamos más precavidos, más solidarios, más eficientes y más conscientes de lo que siempre tuvimos y nunca valoramos. Mucho ánimo para todos, esperanza para aquellos que lo estáis pasando mal y salud para este 2021, año también “intermitente”.
David Gómez Rosa (Viveiro Asesores)