Rodríguez Trabajo, de Viveiro, promotor de Beneficiencia Gallega en Cuba

Martín Fernández

A MARIÑA

La Sociedad de Beneficiencia Naturales de Galicia, en la actualidad
La Sociedad de Beneficiencia Naturales de Galicia, en la actualidad ARCHIVO MARTÍN FERNÁNDEZ

11 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En 1871, Cuba era el destino de miles de gallegos que dejaban sus pueblos y aldeas en busca de un futuro mejor. Con ellos llegaban también funcionarios del gobierno colonial español, militares, sacerdotes, empresarios… Todos sintieron la necesidad de agrupar, de unir a los originarios de Galicia. Y el 31 de diciembre de ese año crearon la primera asociación gallega en la emigración, la que cimentó el buen nombre de los gallegos en Cuba. Ese día se reunieron en el Teatro Albisu gentes de éxito ?García Barbón, Policarpo Sanz, García Casariego, Armada, Fontenla Leal, Pedro Murias, Varela Grande, casi todos masones- pero también personas humildes, laboriosas, como José Rodríguez Trabajo, de Viveiro. Él fue uno de los imprescindibles en esa torre de razón y firme fe que fue la Sociedad de Beneficiencia de Naturales de Galicia en Cuba.

La entidad tenía como fin “proteger a sus asociados y socorrer a los Naturales de Galicia que se encuentren necesitados”. El 6 de enero de 1889, años después de la fundación, el escritor y periodista Manuel Lugrís Freire escribió en Galicia Moderna un artículo sobre el viveirense. Dice de él que “fuma sin cesar”, “es ingeniero, arquitecto, maestro de obras, carpintero, al mismo tiempo”, “lleva 20 años de gallego público y está donde estaba, siempre al lado de lo serio y lo digno” y “si le faltan condiciones de jefe, le sobran de soldado, esclavo de la consigna y del prestigio del uniforme”.

Pero, sobre todo, Lugrís resaltaba dos cualidades suyas: una, que no conocía a nadie más orgulloso que él de ser de Viveiro ?“la patria de Pastor Díaz, decía”- y otra, que “en 17 años, desde que ayudó a fundar la Sociedad, ni una sola vez llamó alguien que no lo encontrara propicio y siempre dispuesto a ayudar….”.

Directivo y trabajador

Rodríguez Trabajo era ebanista, tenía una tienda y era capitán retirado del 4º Batallón de Voluntarios de La Habana. Vivía para y por la Sociedad (él la llamaba así, por antonomasia). Hacía de todo en ella aunque, como en el refrán, “la fama la lleva el Miño y el agua la pone el Sil”. Atendía sus dependencias de archivo y servicios en la calle Amistad 108 y era el alma de la Fiesta de la Caridad que, cada año, para recaudar fondos, se celebraba en La Tropical bajo el lema “Unha noite na eira do trigo”.

También estuvo en sus directivas. En la fundacional de 1871 que presidió Ambrosio Tomati y en las siguientes hasta 1886 cuando fue vocal -junto a Pedro Murias, Juan Almoina, José Santalla, Pardiñas o Ramón Pernas- en el gobierno de Enrique Pascual.

El órgano de expresión de la sociedad benéfica fue Vida Gallega en Cuba que recogía noticias, crónicas, anuncios de comerciantes y la vida social de la colonia. La entidad tiene hoy su sede en el Centro Gallego. Y desde 1936 ofrece los servicios de su grandioso Panteón en el habanero Cementerio de Colón.

Ramón Canosa, Aires da Miña Terra y una escisión del Centro Gallego

Además de solidario, Rodríguez Trabajo tuvo inquietudes sociales y culturales. En 1886 apoyó una escisión del Centro Gallego que acabó en la formación de la sociedad Aires da Miña Terra. Según Galicia Moderna, un grupo de socios que “ostentaba con orgullo el calificativo de rebeldes” en vista de que “sus gustos, sus creencias, sus propósitos, sus amores provinciales no cabían en el Centro Gallego, se fueron de allí a fundar otro albergue más pequeño, sí, pero no menos simpático y, desde luego, más artístico”.

El presidente honorario era Curros Enríquez y el ejecutivo el banquero coruñés ?vinculado a Ribadeo- Bonifacio Piñón. La directiva la formaban, entre otros, los viveirenses Ramón Canosa y Rodríguez Trabajo, el ortegano Vicente López Veiga, los ferrolanos José y Enrique Novo, el sadense Lugrís Freire, Juan N. Rodríguez, Manuel Vila, Delmiro Vieites, Vicente Hermida y otros.

La sociedad tenía su sede en Neptuno esquina Galindo y, además de actividades educativas, promovió iniciativas sociales como una suscripción popular para reparar el Hospital de Caridad de Ferrol. En La Habana organizaron clases ?antes de que el Centro Gallego crease su plantel- para formar a los emigrantes. En el curso 1888-1889, dos años después de crearse, tenían 155 alumnos matriculados (33 mujeres y 122 hombres): en Lectura (9), Escritura (21), Gramática (16), Aritmética (27), Teneduría de libros (12), Geometría (3), Dibujo (6), Geografía (5), Historia (8), Francés (28) e Inglés (20). La sociedad contaba con 104 libros donados por sus socios.

El 15 de abril de ese año, Novo, Canosa y Rodríguez Trabajo fueron los encargados de mostrar a periodistas de Diario de la Marina, El Español, La Lucha, El Fígaro, La República, El Eco Nacional, El Progreso y otros- sus instalaciones y actividades. Les ofrecieron el almuerzo siguiente: “torta de ovos, arroz con polo, peixes asados ao forno, costelas de año, queixos e doces; viños do Ribeiro, xerés e campaña; cafés e tés, taruxos, brevas e cazadores”… El eco fue, en general, grande…

Fue capitán durante 18 años del cuarto batallón de La Habana del cuerpo de voluntarios de Cuba

José Rodríguez Trabajo formó parte de la primera emigración gallega a Cuba. Según el libro Escalafón general de Voluntarios de Cuba de 1844, de Leoncio Rodríguez Hernández, fue Capitán del 4º Batallón de Voluntarios de La Habana del 25 de septiembre de 1861 al 3 de junio de 1879 bajo el mando del coronel Ángel Álvarez Arcos, el teniente coronel José María Pando y el comandante Isidro Gutiérrez. En ese período, fue uno de los oficiales más laureados: obtuvo cuatro cruces al Mérito Militar y dos medallas de la Armada y el Ejército Regular.

El Cuerpo de Voluntarios de Cuba ?que contó con 41 batallones que agrupaban a 63.115 soldados de tropa, 3.455 oficiales y 256 jefes- fue creado el 12 de febrero de 1855 por el Capitán General José Gutiérrez De la Concha. Lo constituían españoles de 18 a 50 años que deseaban, voluntariamente, tomar las armas para ayudar a desbaratar las incursiones de piratería y pillaje que, contra Cuba y sus habitantes, se preparaban en los vecinos Estados Unidos.

Los voluntarios eran gentes de todas las esferas y capas sociales, desde ricos propietarios hasta humildes empleados o recién llegados a la isla que buscaban ganarse un respeto e introducirse en los circuitos sociales, políticos y económicos del poder y la influencia. Rodríguez Trabajo lo consiguió según Galicia Moderna. Cuando murió su mujer, Carmen Domínguez, el 15 de octubre de 1886, “lo más granado” de la sociedad gallega en La Habana acudió a su funeral en la iglesia de Montserrat para testimoniar “su afecto y solidaridad” al esposo e hijos que dejaba.

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