Cunqueiro, los emigrantes y Vitorio Lence, experto en medicina de señoras

MARTÍN FERNÁNDEZ VIZOSO

A MARIÑA

PEPA LOSADA

El escritor mindoniense observó la emigración gallega de un modo distorsionado, por medio de personajes de ficción

17 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Don Ramón María del Valle Inclán analizaba los problemas de España a través de los espejos cóncavos y convexos del Callejón del Gato, una calle próxima a la Churrería San Ginés, en Madrid. El resultado mostraba una deformación grotesca de la cultura europea. Cunqueiro, que era primo de don Ramón, observó también la emigración gallega de un modo distorsionado. Y lo hizo por medio de unos personajes de ficción, producto de su desbordante fantasía e imaginación, que dibujan tipos y situaciones humanas exageradas pero que son metáforas de muchos emigrantes. Sobre todo, de algunos retornados que aprendieron un oficio -por raro o insólito que fuera- que, a su regreso, les permitió una vida mejor.

En Escola de Menciñeiros, por ejemplo, evoca a un emigrante que pasó veinte años en Buenos Aires trabajando como enfermero en un manicomio en el que un músico le enseñó a tocar el armonio. Al volver, vivió de ambas profesiones: era músico en los entierros y curandero el resto de los días. En Xente de aquí e de acolá, Merlo de Lousadela regresó vestido de gaucho, hablando algo de italiano y con una vida en torno al número dos: trajo dos perros, desempeñaba oficios por mitad de año (en invierno cazador, relojero y capador; y en verano pescador, zoqueiro y gaiteiro) y recitaba por las tabernas el «Sermón de las Dos Banderas» que ?decía- se lo había escuchado al Embajador de Italia en Argentina… 

Un sofoco y el cuerpo a cuerpo

Pero, sin duda, el oficio más extravagante ?figura en Historias Gallegas- fue el de don Vitorio Lence, un retornado de 45 años, bigote atildado y dulce hablar. Decía haber aprendido la ciencia médica en Santiago de Cuba con un sabio negro. En Galicia se sabía levantar la paletilla pero él aseguraba saber levantar el aliento. Para curar, tenía que desnudarse pues, si no, su cuerpo no transmitía su electricidad sanadora. Una vez, fue al Pazo de Meza para curar a la más joven de las señoritas, que estaba muy mal. Se desnudó, le hizo los pases de rigor ?un raro movimiento de manos y brazos a lo largo del cuerpo- le frotó los pies y, finalmente, dándole un beso en uno de ellos, le dijo que estaba curada. Pero, en realidad, no estaba curada sino mejorada. Y de vez en cuando le daban sofocos y había que llamar de nuevo al sabio don Vitorio.

Un día le dijo a las otras hermanas: «para una curación completa no hay más remedio que el cuerpo a cuerpo. Y como es una señorita muy decente, no tengo inconveniente en sacrificarme y pasar al matrimonio». Como la salud es lo más importante en esta vida, la señorita -doña Delia- se casó con don Vitorio y con el matrimonio curó del todo. Y él, por pedido de su esposa, se retiró de la medicina de señoras y se dedicó al ganado, lo que no le obligaba a desnudarse…

Una novela inexistente y colaboraciones con revistas de Argentina, México y Venezuela

Cunqueiro hizo dos viajes a Argentina y Venezuela en 1967 y 1969 para impartir conferencias en centros gallegos. En Caracas anunció que estaba acabando una novela, titulada A Casa, en la que se relataba la última noche de unos emigrantes momentos antes de partir a América cada uno con sus recuerdos y esperanzas. La novela fue uno de tantos libros imaginados y nunca publicados por él.

Sin embargo, fueron frecuentes sus colaboraciones en la prensa emigrante. Sobre todo en Galicia Emigrante, la revista y el programa de radio dirigidos por Luis Seoane entre 1954 y 1959 en Buenos Aires. En ella escribió desde traducciones de textos ingleses y franceses hasta crónicas costumbristas, como las fiestas en Compostela del 57. Colaboró también en Céltiga -editada en Buenos Aires de 1924 a 1932- donde incluyó Mar ao norde; Mundo Gallego, dirigida por el valmiñorano Eliseo Alonso entre 1951 y 1952, en la que escribió textos de libros inéditos, poemas caballerescos y una pieza teatral (Os sete contra Tebas); y la revista Galicia del Centro Gallego de Caracas en la que publicó el relato O forasteiro das dúas capas.

En Galicia, Cunqueiro dirigió la revista de la emigración Vida Gallega en su tercera etapa, en 1962, cuando la compró Faro de Vigo y la cerró seis números y diez meses de vida después. Fuera fundada en Vigo en el año 1909 por Jaime Solá y tuvo una segunda etapa en 1954 en Lugo dirigida por Fernández Sierra y Eduardo Torres Barrios. También colaboró, según César Prieto, en Ilustración Gallega, dirigida desde Madrid por Emilio Canda, y en Elite y Saudade que se editaban en México.

Una siria en Ribadeo y el gallego que se casó con una judía

En algunos cuentos de Cunqueiro, el cosmopolitismo de Buenos Aires provoca situaciones difíciles de entender para emigrantes salidos de aldeas. En «Os outros feirantes», por ejemplo, uno se casó con una judía que tenía un comercio de ropa de gala y, para acostarse con ella, no podía «catar nin freba de carne de porco». Y eso le causaba perplejidad y angustia.

Del mismo libro es «Una siria en Ribadeo». Una narración en la que don Álvaro dice que su amigo Carlos do Herdeiro le preguntaba por las cosas más insólitas y él respondía como podía. Un día, Carlos le dijo que se había equivocado respecto de los sirios. Cunqueiro le dijera que eran pequeñajos, casi enanos, a menudo jardineros y que hablaban por música. Carlos, enterado de que un gallego, casado con una siria, almorzaba en Ribadeo, fue a verla y comprobar si era verdad. Pero la siria era de pierna larga, mucho pecho y pelo negro, de voz ronca y muy educada. Cunqueiro entonces salió como pudo: dijo que en Argentina el sirio se desarrolló mucho, casi como el alemán, y también que siria que casa con un gallego crece casi dos cuartas en los dos primeros años de matrimonio…

En otras crónicas, el retorno del emigrante no viene provocado por el fracaso económico sino por problemas derivados de una sociabilización muy distinta a la de las aldeas gallegas. En el libro «Xente de aquí e acolá», un gallego, tras dominar el difícil arte de la pizza, retorna desencantado al darse cuenta de que su mujer solo era feliz vistiendo de hombre y ejerciendo de bombero….

Para las mujeres, la emigración fue, en no pocas ocasiones, una oportunidad de partir de cero. Así lo refleja Álvaro Cunqueiro en su libro «Os outros feirantes»: Rosa Martiño emigró porque su familia no le dejaba seguir su vocación de relojera al considerarla una profesión poco femenina. Marchó a la Argentina, trabajó con un viudo suizo, rechazó pretendientes y descubrió que el reloj que le regalaran a un famoso general no era tal sino un artilugio para matarlo. Salió en los periódicos, se hizo famosa, triunfó en la relojería y se casó con un marino que no quería navegar sino trabajar como relojero. Así es la vida…