Hace 15 años dejó la ciudad por una aldea de 10 casas en Tapia: «Esto ya era un paraíso pero ahora es mi paraíso»

Elena G. Bandera
Elena G. Bandera REDACCION

A MARIÑA

Aurora Pola, en la entrada de Casa a Pedra, en Reiriz
Aurora Pola, en la entrada de Casa a Pedra, en Reiriz

Aurora Pola trabajaba como monitora de natación en Santander cuando decidió venirse a vivir a Asturias y encontró Casa a Pedra, que fue reformando poco a poco ella misma hasta convertirla en casa de aldea

16 oct 2022 . Actualizado a las 18:35 h.

Aurora Pola se levanta todos los días con vistas al hermoso y tranquilo valle de San Agustín. Su casa es la última y la número 10 de Reiriz, una pequeña aldea de Tapia de Casariego en la que residen otras seis familias de continuo. Al pueblo se vino a vivir hace ya 15 años y, aunque nació en Tapia, vivía en Santander desde que era una niña. «Mi sueño siempre había sido vivir en un pueblo, en plena naturaleza, pero en Santander era muy caro», recuerda, explicando que durante unas vacaciones de verano en Tapia decidió poner a la venta su piso de Santander y venirse a buscar la casa de sus sueños a Asturias.

«Siempre me había tirado volver a Asturias. Venía desde pequeña en vacaciones y me gustaba todo mucho mucho. Estuve buscando por las afueras de Tapia y al final me encontré con esta maravilla. Me encanta la naturaleza, el bosque y, cuando llegué a Reiriz, me pareció un sitio magnífico. Antes había más árboles, porque han talado mucho, y en una de las ocasiones que vine a ver la casa me encontré con dos corzos. Al lado de la casa. Me pareció una pasada». Nada más ver la casa, que necesitaba una reforma integral, le vino a la cabeza todo lo que quería hacer en ella. «Lo vi todo muy claro, dónde quería poner todo lo que tenía en la cabeza, y la compré».

Con el tiempo, dice que recordó que ya había estado en Reiriz años atrás. «Creo que la casa me encontró a mí más que yo a ella porque, en unas navidades que había pasado en Tapia, fui a dar una vuelta con el coche y, cuando pasé por un pueblo, me fijé que había una familia, unas casitas y me encantó. Cuando ya estaba viviendo en Reiriz, fui a dar una vuelta carretera arriba y me vino a la memoria. ¡Yo aquí ya estuve! ¡Este era el pueblo que había visto entonces!»

Con el tiempo también ha ido reformando la propiedad. El prao era un zarzal y ahora es un jardín con frutales y diversas zonas de estancia. En Santander trabajaba como monitora de natación y en Reiriz se construyó ella misma una pequeña poza. La reforma de lo básico de la casa, explica, se la encargó a una cuadrilla. El tejado, los suelos, alguna pared y el primer baño. Todo lo demás lo ha ido haciendo ella poco a poco a lo largo de los años. «Cuando llegué aquí hice un curso de albañilería, otro de soldadura y otro más de carpintería. Los hice para ahorrarme dinero y a mí me ayudó mucho. En verano trabajaba de socorrista en Villanueva de Oscos y luego también en un hotel dando clases de natación».

Aurora Pola, en la poza que construyó ella misma con vistas al valle de San Agustín
Aurora Pola, en la poza que construyó ella misma con vistas al valle de San Agustín

A la casa, añade, se fue a vivir enseguida con su hijo. «Bajábamos a hacer pis con la escalera de pintor», recuerda. Tenía ganas de vivir en Casa a Pedra, que es como se llama la vivienda. «Yo quería ponerle Casiopea, que es muy parecido. Ya venía de Santander como esa idea pero cuando estábamos con el tejado, me vinieron los vecinos a preguntar qué cómo la iba a llamar ‘porque esta casa se llama Casa a Pedra y no lo vas a cambiar, ¿no?’ Luego me explicaron que es por la pedra que hay a la entrada, que antes era mucho más grande y de ahí se sacó la piedra para hacer la casa».

Asegura que está encantada con vivir en un pueblo con tan pocos vecinos. «Cada vez estoy más encantada de tener los vecinos que tengo, que seamos tan pocos vecinos. Son muy buena gente, cada uno está en su vida y me encanta. Estoy sola, pero si pego un berrido se entera todo el pueblo. Aparte de Golfo (su perro) que me da seguridad, sé que si me pasa algo pego un grito y aquí están». Son ya 15 años de convivencia, en los que Aurora Pola además ha conseguido hacer realidad su sueño. «Esto ya era un paraíso, pero ahora es mi paraíso», asegura, explicando que ya en Santander, por su vínculo con la natación, daba masajes de terapias alternativas como reiki, shiatsu o craneosacral y sigue haciéndolo.

Y a ello se suma además otro sueño que conseguía cumplir una vez que fue completando la rehabilitación de Casa a Pedra, que desde hace unos años también está dada de alta como casa de aldea. «Era mi intención desde el principio», explica, indicando que en el centro de empresas de La Caridad le asesoraron para solicitar el ticket rural y poner en marcha la casa de aldea, con tres habitaciones y cocina compartida, todo con el encanto rural que pide el enclave.

«Es duro, claro, pero si tienes las cosas claras, puedes hace lo que quieres. No es cuestión de dinero, de poder o no poder, porque el todo el mundo puede. Es cuestión de estar ahí, de darle una y otra vez hasta que al final tienes lo que quieres. Las mujeres podemos, somos muy potentes; no nos hace falta ningún hombre para conseguir nuestros sueños», asegura Pola, que ni se plantea volver a la ciudad. «No es para mí, ni siquiera voy demasiado a Tapia. Solo quiero naturaleza».