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Agustín Rodríguez, de O Vicedo, guionista de tres de las primeras películas de Cuba

martín fernández

A MARIÑA

ARCHIVO MARTÍN FERNÁNDEZ

05 dic 2022 . Actualizado a las 15:23 h.

Agustín Rodríguez Castro, natural de O Vicedo (Lugo), fue el más cubano de todos los gallegos. El que más se implicó con la gente y el sentir de Cuba y quién más ayudó a forjar su idiosincrasia y sus referentes. No solo fue el letrista de zarzuelas, sainetes y canciones de fama mundial -como Quiéreme mucho o Amalia Batista-, sino un exitoso empresario teatral y el guionista y creador de los argumentos de tres de las primeras películas del cine sonoro cubano. El alma y la cultura de Cuba -la cubanía, la cubanidad- debe mucho a la figura de este aún muy desconocido vicedense. El cine comenzó en Cuba en 1937 con el largometraje La serpiente roja de Ernesto Caparrós. Al año siguiente, Ramón Peón, cineasta de origen gallego, dirigió dos películas claves en su historia: Sucedió en La Habana y El romance del Palmar, las dos con argumento y guion de Agustín Rodríguez.

La primera supuso el debut de María de los Ángeles Santana, una de las artistas más renombradas de Cuba. Narraba el complicado romance entre el ingeniero de una central azucarera y la hija de su propietario, lo que servía de pretexto para mostrar una sucesión de canciones y bailes cubanos. El film -estrenado el 6 de julio de 1938 en el Radiocine- contaba con un elenco de actores de primer nivel -Rita Muntaner, Alberto Garrido, Federico Piñeiro, Julito Díaz, etc.- y de músicos e intérpretes de la talla de Gonzalo Roig, Ernesto Lecuona, Gilberto Valdés, Moisés Simons y Bola de Nieve.

La segunda, El romance del Palmar, era la historia de una joven campesina -la guajirita Fe- que, seducida por un rufián, marcha con él a la ciudad y comprueba que es un mujeriego sin sentimientos. Incapaz de volver con su familia por vergüenza, gracias a su hermosa voz trabaja como cantante en un cabaré de La Habana. El padre, que había ido en su busca, la encontró abandonada y, por medio de un nuevo pretendiente, logra que vuelva a casa. La película -protagonizada por Rita Muntaner, La Única, que estrenó en ella El Manisero- fue la más taquillera del cine cubano tanto dentro como fuera del país.

Marcó tendencia

Al año siguiente, el 10 de mayo de 1939, se estrenó en el Teatro Payret Estampas habaneras, la historia de un borracho que cambia la vida de un honesto muchacho y le hace pasar por múltiples situaciones que provocan la risa y el buen humor. Actuaban los cómicos Alicia Rico, Federico Piñeiro y Alberto Garrido y debutó en ella la actriz y rumbera Blanquita Amaró.

Esas tres películas, con argumento y guion de Agustín Rodríguez, marcaron las tendencias comunicativas, artísticas y mercantiles que fueron seguidas por numerosos filmes posteriores del cine cubano, mexicano y argentino. Entre ellas, el uso de la música y de cantantes y bailarines como protagonistas; el recurso a temas populares y cotidianos; el tono melodramático y sentimental; y la intención de conectar y ofrecer una lección moral al espectador.

Autor de 400 sainetes y zarzuelas y canciones como «Quiéreme mucho»

Agustín Rodríguez llegó a Cuba en 1901 de la mano de su tío José Castro Mera, con 16 años y tras quedar huérfano de padre. Pronto fue cautivado por el naciente teatro cubano de zarzuelas y sainetes típicos en el que llegó a estrenar 400 obras. La primera fue Cuba se hunde en 1908 y luego, tras viajar por México con la compañía de Arquímedes Pous, muchas otras del teatro bufo y popular casi siempre en el Teatro Alhambra.

En 1931, tras convertirse en gerente del Teatro Martí, triunfó con obras como María de la O con música de Galarraga y Lecuona y actores como Candita Quintana, Caridad Suárez, Garrido y Piñeiro. Fue tal el éxito que la compañía que fundó -Suárez y Rodríguez, Compañía de Zarzuelas de Cuba- que fue la que estuvo más tiempo en cartelera, de 1931 a 1936. Agustín Rodríguez escribió los libretos de algunas tan notables como Ramón, el conquistador, El clarín, El pirata, Sueño azul, La hija del Sol, Carmiña -opereta de costumbres cubanas y gallegas, con música de Gonzalo Roig y el ourensán José Guede- Amalia Batista, La de Jesús María, La cubanita, Mujeres y, sobre todo, Cecilia Valdés, la zarzuela más representativa de Cuba, basada en la obra cumbre de su literatura. Fue también letrista de canciones, autor -con músicos de la talla de Ernesto Lecuona, Gonzalo Roig o Rodrigo Prats- de temas tan universales como Quiéreme mucho -el segundo himno de Cuba- o Amalia Batista… Los mejores compositores ponían música a sus poemas y los convertían en éxitos.

En televisión, según la investigadora Mayra Cué Sierra, promovió la proyección del género lírico en el Canal 6. En él concibió y dirigió espectáculos inolvidables para la sociedad cubana de entonces como el programa Gran Teatro Lírico, que se transmitía los miércoles y representaba una zarzuela cada semana, con una orquesta en el estudio con la que actuaban destacadas figuras de la canción. En ese canal fue director artístico entre 1951 y 1952 y se emitieron obras suyas como La Habana que vuelve, El batey, etc.

Era hijo de un maestro, emigró a los 16 años, se vio implicado en dos muertes y murió en el año 1957

Agustín Rodríguez Castro nació en O Coto (O Vicedo) y fue bautizado en San Estebo do Val el 29 de agosto de 1885. Era hijo de Fidel Rodríguez Fernández, maestro, y de Matilde Castro Mera. Nieto, por parte paterna, de Antonia Rodríguez Fernández, madre soltera, y materna, de Francisco Castro y María Mera. Tuvo cuatro hermanos: Saturnino, dueño del comercio de ropa, peletería y quincalla La Verdad, en Báez (Las Villas); Cándido, también emigrante en Cuba; Esperanza, que murió muy joven; y Delfina cuya hija, Remedios Vale Rodríguez, fue la única sobrina que sobrevivió en O Vicedo a Agustín. El vicedense regresó a O Vicedo para ver a su familia. En La Habana protagonizó dos sucesos de gran relevancia mediática por ser él una personalidad muy conocida. En 1928 disparó a un hombre que lo atacó y cinco meses después mató a su compañera de un tiro en la cabeza. En ambos casos fue absuelto: de uno, por actuar en defensa propia y del otro, porque confundió a su mujer con alguien que venía a agredirlo dentro de su propia habitación.

Agustín Rodríguez murió en 1957 en La Habana tras dejar tras sí una larga y fecunda obra vinculada al teatro vernáculo y a la creación de algunos mitos, tópicos y referentes de Cuba. Historiadores como Cué o Argelia Vizcaíno señalan que ningún emigrante entendió, como él, el alma y el sentir cubano. El dramaturgo Feliciano Salas describió su entierro: «Se quedó para siempre en la tierra que eligió como suya y bajó a la tumba una mañana, envuelto en las notas de su Quiéreme mucho, mientras dirigía la orquesta firme, sin una lágrima, su amigo Gonzalo Roig».