El Mercado Renacentista de Viveiro, al estilo zoco donde se vende desde hidromiel o queso de búfala hasta artículos personalizados como «tu nombre en un grano de arroz»

y. garcia VIVEIRO/LA VOZ

A MARIÑA

Xaime Ramallal

Es todo un «miniviaje» entre Occidente y Oriente por más de cien de puestos que se despliegan por el casco histórico, entre las plazas Mayor y Santa María

09 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

En la calle Pastor Díaz de Viveiro, dos chihuahuas medio se asustan frente al mimo de «Las huellas del Vesubio», a quien tres hermanos pequeños le echan monedas para que se mueva. Pero parece estar hecho de puro cemento. Ya en la Praza Maior se abre todo un mundo... de olores. Viene alguno a la nariz que nos puede generar «amor» u «odio» como sucede con el incienso o las piedras aromáticas para que nuestro armario no huela como si fuese el «inframundo». Los puestos de comida funcionan ya a todo gas, preparándose para satisfacer el hambre de los visitantes a este particular y temporal zoco, que nos transporta a veces a la cultura andalusí, otras a universos más tirando a oníricos y otras a un mercado donde todo se ofrece en abundancia, desde cosmética natural hasta hierbas medicinales o especias de todo tipo.

En una esquina se vende hidromiel, publicitada como «la bebida alcohólica más antigua de la historia», mientras una turista confiesa que está «a reventar» de comer estos días. Y eso que aquí tiene a su disposición desde «jamón con arte» hasta embutidos variados de ciervo, chivo o jabalí, queso mahón de Menorca o de búfala, las anchoas de Santoña que quizás Miguel Ángel Revilla mandó traer para promocionar su tierra cántabra... Hay instalada una jaima que nos traslada también a esa riqueza culinaria oriental, donde uno puede sentarse a tomar un sabroso y refrescante té con menta a la sombra o degustar shawarma, kebab o lhamacun, que se presenta como la pizza turca. Las típicas almendras garrapiñadas artesanas son buena opción a modo de postre, o bien para superar la gula durante este paseo por el mercado viveirense.

Xaime Ramallal

La cosmética más natural campa a sus anchas y los jabones más inverosímiles conquistan el sentido olfativo también. La famosa Cleopatra hubiera comprado, sin dudarlo, el de leche de burra en un puesto en el que su vendedor hace honor a su origen, argentino, bebiendo mate, mientras en el de al lado un cartel grande dice «Depilación natural indolora». ¿Es posible? Tampoco falta la inmensísima oferta de artículos que los más supersticiosos o espirituales no tendrán problema en consumir, desde hierbas como la llamada «raíz del traidor» cuya utilización estuvo «prohibida durante la Inquisición», reza una explicación. Piedras para la «protección», «llamadores de ángeles», o figuras del panteón hinduista como Ganesha o Shiva Nataraja completan un mapa de lo más heterogéneo. El viento ondea los caftanes (de seda) que también transforman la Praza de Santa María en una ventana a la India. Este espíritu «zen» del Mercado Renacentista de Viveiro también se deja ver en fuentes de agua cuyo sonido evoca un remanso de paz, aunque descubrir a su derecha la figura de un marciano verde rana, en la posición de flor de loto, choca claramente con la idea de meditación.

Más curiosidades que invaden los cinco sentidos, como los artículos personalizados que parecerían inimaginables, desde «tu nombre en alfabeto rúnico» hasta «tu nombre en un grano de arroz», entre otros. Se nota, además, cómo el mundo mascota está en auge, con puestos específicos para los cuatro patas. Hablando de animales, una mujer pregunta: «¿No tienen aquí una pelea de caballos?». Se lo voy a preguntar al mimo...