Francisco Rodríguez de Trío Mon, herrero emprendedor, ayudó a industrializar A Mariña

MARTÍN FERNÁNDEZ

A MARIÑA

CEDIDAS POR FAMILIA DE FRANCISCO RODRÍGUEZ

La comarca no hubiera sido la misma sin este veigueño que fue pionero en producir artículos galvanizados para consumo naval

03 ene 2024 . Actualizado a las 11:49 h.

Son pocos los que lo recuerdan. Y, sin embargo, A Mariña no hubiera sido la misma sin él. Nació en Vegadeo en 1854 y era herrero. Formó parte de una generación que construyó puentes, fabricó landós, berlinas y diligencias que recorrieron la costa y fue pionera en producir artículos galvanizados para consumo naval. Se llamaba Francisco Rodríguez de Trío Mon. Algún día se estudiará en las escuelas porque no hay mejor educación que el ejemplo. Y el suyo se basó en el emprendimiento, el trabajo, el sacrificio, la inteligencia, saber leer el futuro. Así templó el acero…

Según la biografía que elaboró su nieto, Juan Ignacio Rodríguez de Trío Domínguez, era bisnieto de Blas Rodríguez de Trío Fernández de la Granda, fundador de la Casa de Blas, y segundo hijo de Román, un herrero que continuó con la profesión de sus ancestros durante 200 años. Pronto supo que el taller nunca sería suyo pues entonces heredaban los primogénitos. Cuando él nació, Vega de Vegadeo tenía 328 familias, 28 maestros herreros, 50 oficiales y 32 fabricantes de carbón. Y aquel año se inauguró el concello -construido por Bustelo Cancio- y la iglesia parroquial.

A los 5 años, ya destacaba. El cura, don Críspulo, y el maestro, don Nicandro, pidieron a su padre un esfuerzo económico para educarlo, pero no había medios. Así que fueron ellos los que le prestaron atención especial. A los 9, ayudaba en la fragua y a los 15 se integró en el taller. Quería ser maestro herrero. Pero no como su padre -que fabricaba arados, azadas, rejas, herraduras- sino que aplicaría los conocimientos adquiridos -matemáticas, dibujo, perspectivas, escalas...- para productos acordes con el nuevo tiempo. A los 19 años se presentó ante el Comandante de Marina de Ribadeo y le pidió licencia para fabricar artículos para consumo naval: clavos, cadenotes, pasacabos, grilletes, cornamusas, bitas, norays… Recibió el permiso un mes después y lo mostró, orgulloso, a su novia, Ceferina Rico López de la Ferrería, hija de José Antonio Rico Lombardero, maestro herrero con taller en La Abraira. Les dijo que eran artículos que se consumían en los puertos de Viveiro a Navia, que había que comprar a mayoristas de Gijón y que él los haría más baratos. Trabajó tres años más en la herrería y en 1876 se incorporó al servicio militar durante seis. Cuando estaba de permiso, murió su padre a los 49 años y su hermano mayor, Manuel, heredó la fragua hasta que desapareció pues no tuvo descendencia.

Francisco regresó a casa con 28 años. Ahorrara toda su vida para desarrollar sus planes y en 1884 se casó con Ceferina, su novia, de 20. Se instalaron en la casa de sus suegros que no tenían hijos que les sucedieran. Su primera decisión fue liquidar la deuda que su padre tenía con un prestamista llamado Domingo Álvarez Montaña. Y la segunda, dejar su impronta en los artículos del taller de su suegro que tuvo que viajar a Montevideo en 1890 para solventar las reclamaciones de un tío suyo, Santiago Rico Alonso, sobre la herencia familiar. Volvió dos años después y murió al poco. Francisco se hizo cargo de la herrería y ahí comenzó a volar por sí mismo.

ARCHIVO MARTÍN FERNÁNDEZ

Fabricó desde landós, berlinas y diligencias a grúas y puentes de acero

Desde el principio, Francisco supo qué quería y cómo lo quería. Amplió el taller, levantó una nave luminosa y con moderna maquinaria e instaló una sección de galvanizado pionera: una gran bañera para inmersión de piezas en un baño de zinc a 450 Cº, máquinas de desengrasado, decapado, lavado estanco, mordentado y secado final… En 1893 contrató a varios carpinteros y fabricó los primeros coches de caballos destinados a la clase media. Eran calesas ligeras, dos ruedas tiradas por un caballo para dos personas en asiento de madera cubierto por una capota...

Por encargo de médicos, notarios, clero, etc. fabricó varios Tilburys, coches de dos plazas, con caja soportada por 7 ballestas, estructura de hierro, carruaje estable y gran peso. También Cabriolés, similar al Tilbury, pero con puerta delantera que se cerraba en dos hojas a la altura de las rodillas y con un peso próximo a los 400 kilos. Pero su mayor aportación fue al transporte de viajeros. Desde 1897 fabricó berlinas y landós para viajes menores de 10 leguas para empresarios de La Caridad, Navia, Luarca, Ribadeo, Foz, Viveiro… Tenían cuatro ruedas y tiro de dos caballos. La Berlina, cuadrada y cerrada, de elevado pescante, montada sobre 8 ballestas, 4 plazas y puertas laterales con cristales de corredera. Y el Landó, de lujo, con doble suspensión y asientos en paralelo…

La fama del Taller de Blas se extendió pronto. Y comenzó a fabricar diligencias de 3,5 metros de largo, 1,90 de ancho, 2,25 de alto, peso de 1.100 kilos y capacidad para 12 viajeros con suspensión por correas de cuero. Empresas y particulares organizaron rutas, paradas, fondas, horarios. Comenzaba el despertar industrial y comercial de A Mariña. El taller atendió también a otro tipo de trabajos. En 1887 arregló la estructura de acero del Puente de Reguera. Los archivos familiares constatan que cobró 34.711 pesetas. También hizo el Postigo del Ganso, de 12 metros, sobre el río Monjardín, por 12.767; dos verjas para la capilla y la nave del templo de Vegadeo; y, entre otras, una grúa metálica desplazable por raíles para el comerciante de Porto, José Fernández Suárez, Juan de Porto, que pagó 48.620 pesetas en 1910.

Venta en Ribadeo de artículos de consumo naval y un hijo alcalde de Barreiros casado en O Valadouro

Francisco y Ceferina tuvieron 9 hijos, 4 varones que trabajaron en el taller y 5 hijas solteras. Un aspecto singular del taller fue que, desde 1896, adquirió los componentes a la Fábrica de Siderurgia de Mieres en vez de a fabricantes vascos; y que los galvanizados que producía los vendía en Ribadeo, en la Taberna de Rancaño, donde Francisco gestionaba entregas y pedidos a cofradías, particulares, astilleros, navieras, etcétera. Incluso cedió los materiales del bergantín Teresita, construido en Vilavedelle por su cuñado Santiago Rico para servicio de la cantera La Sorpresa. Un hijo de Francisco Rodríguez de Trío Mon, Justo, se casó a los 29 años con Dorinda Pernas Orol, hija de una hacendada familia de O Valadouro y hermana de Eduardo y Rogelio Pernas, directivos de Hijos del Valle de Oro y del Comité Pro Iglesia de Ferreira. Ella tuvo la primera centralita de Barreiros y él fue alcalde y montó una herrería en la casa familiar. Tuvieron 14 hijos (11 mujeres, una fallecida muy joven). Cuando él murió, ella regresó a Ferreira y dejó la centralita a su hermana Luisa, casada en San Cosme. Con ella se llevó a sus hijos solteros. A esta familia pertenecía la famosa Ferretería Pernas, un icono en el valle y A Mariña Central.

En 1920, a los 66 años, falleció Francisco Rodríguez de Trío Mon, un emprendedor, laborioso y visionario, que modernizó la profesión de herrero y fundó una empresa que funcionó durante cien años en el mismo taller que él levantó, con toda ilusión, en la carretera de Asturias, en Vegadeo. Un hombre audaz y dinámico, clave en la industrialización de A Mariña y el Occidente astur.