Hace tiempo, en realidad no tanto, el Gobierno de España, lo componían los Ministerios del Interior, Educación, Obras Públicas, Sanidad, Asuntos Exteriores, Transportes, Justicia, Hacienda, Industria, Defensa…. Hoy siendo básicamente lo mismo, vemos denominaciones menos reconocibles, hay ministros ocupando carteras de Transformación, Igualdad, Memoria Democrática, Agenda Urbana, Movilidad sostenible, Transición Ecológica, Reto Demográfico y más.
¿Las razones de ese cambio? Yo no creo que obedezcan a una necesidad perentoria ni tampoco a una reivindicación social. Entiendo que persiguen disfrazar la realidad, desinformando más que informando a la ciudadanía a base de eufemismos.
Y cuando hablo de desinformación, me refiero al proceder de los que sintiéndose guardianes de las esencias democráticas, los que se llenan la boca con la sacrosanta palabra cuando les interesa, otras veces, si les conviene, miran hacia otra parte porque les resulta más eficaz enmascarar hechos, o incluso legitimar algaradas como tuvimos ocasión de comprobar con movimientos tipo “rodea el Congreso “.
¿Por qué cuento esto? Lo cuento porque, hace unas fechas, tras viajar a Melide, y Palas, corazón de la Galicia rural, publiqué un artículo en la Voz contando la sensación que me produjo ver un número significativo de hectáreas plantadas de eucalipto, cultivadas con rigor, dispuestas para optimizar la explotación y a la espera de convertirse en el complemento perfecto para el proyecto que propone ALTRI, cerrar en Galicia el ciclo productivo de lyocell, fibra textil derivada de la celulosa.
Pues bien, tras exponer mi opinión, salen los guardianes antes citados a embestir mi parecer, porque para ellos solo se puede opinar en un sentido, pretenden ser portavoces únicos del sentir ciudadano y defensores únicos de la ecología de alto standing, se ponen estupendos demostrándonos lo listos que son, pero no pueden ocultar su indigencia científica, que llama la atención porque para oponerse a algo, hacen falta argumentos además de soflamas.
Y cuando expones algo que no les cuadra, que los saca de su zona de confort, que el lyocell tiene hoy un valor en torno a 1.000 euros/Tm, que es la fibra del futuro, que en Galicia somos capaces de producirlo, que Inditex lo compra, o que su impacto en la economía gallega, sería brutal porque fijaría población en el rural, distribuiría riqueza por el rural, beneficiaría a cientos, miles de propietarios del rural, crearía cientos de puestos de trabajo (camioneros, cuadrillas forestales, viveros de plantas, restaurantes, maquinaria forestal…) también en el rural, pues resulta que por decir eso te condenan a los infiernos.
¿Acaso no se puede opinar? ¿De dónde sacan que su opinión es mejor que la mía? ¿Con qué razones? ¿Somos analfabetos los que opinamos diferente? Miren, el progreso tiene un peaje, el horizonte puede resultar más feo con un tendido eléctrico y una montaña sin eólicos pudiera ser más bonita que careciendo de ellos, pero un puente no siendo natural, acorta distancias, y una chimenea con humo sería un accidente si de su fuego no dependiesen cientos de empleos, o su calor no resolviese el invierno a miles de personas. Es lo que hay, peaje aparte, el progreso trae riqueza, y contribuye al desarrollo de la sociedad.
Y porque queremos agua caliente, autopistas, o vehículos a motor, soportamos ruido, humos o malos olores. Y salvo que sea de vacaciones, nadie se muda al Serengueti por muy guay que se vea. Al contrario, hasta no hace tanto, marchábamos a Alemania, Francia,… sacrificando paisaje, y paisanaje en busca del futuro que nos negaba el entorno más próximo por muy bucólico que pareciese.
Por eso me llama la atención que cuando surge una expectativa con cientos de empleos y riqueza para la Comunidad, algunos pretendan preponderar su opinión dejándonos a los demás el silencio. La opinión con criterio tiene un pase, pero pretender que callemos gratuitamente no es de recibo. Por cierto, si tienen curiosidad pregunten a los vecinos, no nos traigan firmas recogidas por colegas de Pontevedra. Los demás mantendremos nuestro derecho a decir lo que pensamos.
Si uno ve una granja donde se crían cerdos, piensa que estaría bien un macelo en las cercanías y una fábrica de embutidos en la proximidad. ¿Es o no es lo mismo? ¿Salchichón sin cerdos?
* Armando Álvarez, concejal y portavoz del PP en Vegadeo.