A ellos les molesta el gallego y a mí su ignorancia

Ricardo Timiraos

A MARIÑA

VITOR MEJUTO

Sobre la personalidad y la posición

24 nov 2024 . Actualizado a las 18:07 h.

Todas las personas nacemos en un lugar y en unas circunstancias distintas, y mientras unas viven de una manera, otras lo hacen de otra. De modo que nos desarrollamos y nos educan con unos medios y conceptos tan dispares como pueden ser familia, clase social, idioma, nacionalidad... Es lo que Ortega decía: “ Yo soy yo y mis circunstancias”. Y son estas, muchas veces, las que condicionan la vida de la gente. Y nos marcan para bien o para mal. Siempre recuerdo a muchos alumnos a los que la vida les dio palos desde la infancia y siento dolor por ello.

Y vuelvo con lo que les decía. Por ejemplo, el idioma que estoy empleando no encaja bien con mi condición de gallego; sin embargo, habiendo sido educado en castellano y viviendo cincuenta años en Madrid, creo que resulta comprensible su uso. Lo que no es óbice para hablar, conocer, leer, estudiar y escribir en gallego. Y sobre todo amar el gallego. Algún día escribí, entre otros, este fragmento de un poema: “Se Deus, para facer o mundo, Galicia colleu de espello, non sería de extranar que para enseña-lo amor, usara o idioma galego”. ( Si Dios, para hacer el mundo, Galicia cogió de espejo, no sería de extrañar que para enseñar el amor, usara el idioma gallego). Mi amor por el gallego,  a pesar de mi contradicción, es inconmensurable. Mis amigos me comprenden, los demás son libres.

Vivo en un país sumergido de lleno en la colonización americana y entre muchísima gente que la acepta sin poner reparo. Me llama la atención ver como muchos de mis conocidos admiran a los Estados Unidos y no se hacen preguntas como si aquello fuese el paraíso. Para lograrlo, forman a sus hijos en inglés con una soberbia tal que también la usan para menospreciar el gallego, curiosamente sin conocerlo, calificándolo de idioma de paletos. Ni siquiera reparan en que es el idioma de su gente. A ellos les molesta el gallego, a mí su ignorancia.

Siempre que sale a relucir el problema, parece que quienes pensamos así somos unos retrógrados integristas y nada más lejos de la realidad. Nosotros no nos negamos a que sus hijos aprendan el inglés, entre otras razones porque sabemos que, llegada la juventud, son “carne de exportación”. Lo que pretendemos es el mismo respeto para lo nuestro, sea idioma gallego, sea castellano. A mí lo que me resulta aberrante es ese mimetismo, complejo de inferioridad, falta de personalidad... que lleva a mucha gente a rotular negocios, grupo musicales e infinidad de cosas con nombres en inglés sin otra razón que no sea el esnobismo. Tenemos idiomas propios nuestros y copiamos de otros por falta de creatividad. ¿Por qué somos tan miméticos? ¿ Por qué hemos de vivir vivir acomplejados? ¿Acaso su cultura es superior a la nuestra? Es un ejemplo de donde echo mucho de menos la personalidad.

Uno, que no renuncia a la rebeldía, acepta, porque es una evidencia, que Estados Unidos es una potencia mundial y eso implica mayor poderío económico y militar; sin embargo, no comparto su visión de la sociedad y no creo que sea garante de la libertad. Sé que aquella “escoria social inglesa”, como despectivamente fue llamada por la Metrópoli, ha evolucionado y ha acogido a miles de personajes que han desarrollado multitud de avances científicos y son pioneros en infinidad de artes; ahora bien, a mi me aterra que un País como ese, abundante también en polarización económica, en mafias, racismo, drogas, marginación...pueda ser ese edén que espera a nuestra juventud. Valga de paradigma el presidente Trump, recientemente electo. A mis ojos es un “Camaleón ignorante” (trato describirlo, no insultarlo) y también digno de otros epítetos, que por respeto a los lectores omito, pero que resumo en un impresentable Trump. Escribía recientemente que el mayor enemigo de la democracia es la ignorancia y no es precisamente esa sociedad la más culta.

La personalidad es, sencillamente, tener el valor para ser sincero; ser coherente; creer en lo que se dice y, sobre todo, afrontar los problemas de la vida con esos medios. Y eso es lo que muchas veces diferencia a unas personas de otras. Después están los demás, los que vemos que se acobardan, los que huyen de las responsabilidades, los que se agachan ante el poderoso, los que adulan al rico, los tiralevitas y cambiachaquetas acorde al viento a su favor, los que imitan a quien les llama la atención, los que no saben vivir sin arrastrarse. Los vemos también en las elecciones como se adaptan a los intereses de los mandamases y se pliegan a los dictámenes de sus respectivos “jefes”. Y por desgracia, hay muchos.

La personalidad implica criterio propio, independencia, capacidad de discrepancia y, al ser distinto de la mayoría, tener cierta dosis de liderazgo, si se busca. La persona con personalidad no repara en estupideces varias como clases sociales, modas y convencionalismos estúpidos. No vive para aparentar, simplemente es, y ese modo de ser resulta extraño cuando lo habitual es lo contrario.

Posicionarse es dar la cara por lo que que se quiere y cuando la vida lo requiere. Y ese posicionamiento no implica adscripción política alguna; simplemente uno aplaude o reprocha acorde a su modo de ver las cosas de la vida. Y, aunque muchas veces queramos entender por posicionarse compartir con otros ideas, cosa que es normal y posible, también uno, con personalidad y criterio, puede posicionarse en contra de la mayoría para mostrar su desacuerdo.

Una de las cosa que más molesta en esta sociedad son los llamados “ versos sueltos”, esas personas que se mantienen fieles a sus ideas, no tozudamente, y se apartan voluntariamente de grupúsculos y camarillas para ser ellos mismos sin buscar las vanidades sociales.

Cuando necesitamos apoyarnos los unos en los otros porque dudamos de nuestros argumentos, cuando nos encomendamos a un líder que nos dirija, cuando vivimos pendientes de nimiedades y del que dirán, cuando aceptamos cualquier argumento, sin reflexionar, como dogma, cuando somos conscientes de que nos falta personalidad, entonces tenemos que emprender el camino para aprender a ser “versos sueltos”.

Hasta la próxima, si Dios quiere.

* (A mis ex alumnos y amigos). Fdo. Ricardo Timiraos, profesor y escritor.