Su historia se recoge en una novela que acaba de publicar Xabier Paz, nieto del emigrante barreirense Bernardo Cendán Palmeiro
24 ene 2022 . Actualizado a las 18:22 h.A Barcelonesa es el título de la novela que acaba de publicar Xabier Paz -nieto del emigrante de Barreiros Bernardo Cendán Palmeiro- que relata la historia de su familia alrededor de un gran inmueble, a la entrada de San Cosme, que primero fue la casa de postas A Barcelonesa, luego A Casa das Lourenzas y finalmente el hostal O'Santiño. La novela, centrada en A Mariña, sintetiza lo que fue la emigración en la comarca y se convierte -por calidad y derecho propio- en obra de referencia de la diáspora gallega.
Bernardo Cendán Palmeiro (Barreiros 1876-A Coruña 1939) emigró a Cuba en 1903, con 27 años. Había trabajado como peón en la casa que un catalán construyó a la entrada de la villa para casa de postas y descanso de carruajes dotada con los más modernos adelantos: agua corriente, luz, 14 dormitorios, grandes salones… Ahorró algún dinero y, con un préstamo de su padrino, marchó a La Habana con dos ideas en la cabeza: no intimar con nadie y aprender de todo. Nunca olvidó el olor nauseabundo del pasaje en 3ª ni el espantoso frío en la cubierta del vapor.
El Centro Gallego de La Habana le pareció la tierra prometida. Allí conoció al mindoniense que tenía un almacén de abarrotes en el que empezó a trabajar como mozo. Y allí ?tras dormir 5 horas al día durante un año- aprendió a leer, escribir y a hacer y llevar cuentas… Aprendió «con ganas, esporeado pola necesidade, incitado pola obriga de deixar atrás a ignorancia, por sair do buraco». Y ascendió. Ahora llevaba la contabilidad y se dio cuenta de que lo que más se vendía eran clavos y parafusos.
Hizo un curso de dibujo técnico y delineación y cambió de empleo: primero carpintero de obra, luego capataz. Trabajó 14 horas al día durante años. Pero logró una posición: «Eu non fun a Cuba para durmir», decía.
260 huecos y 14 plantas
Abrió un taller de puertas y ventanas. Y en cinco años le cambió la vida: tenía taller propio con sierra eléctrica y máquina cepilladora. Se asoció con un gallego de Lugo ?Carpintería Cendán y Tenreiro- ampliaron instalaciones y se especializaron en bastidores de puertas y ventanas. Conoció a Rosa Tenreiro, prima de su socio y natural de O Cádavo, y tuvieron dos hijos: Nardo, el padre del escritor, y Rosa, su madrina. La Habana crecía y Bernardo Cendán también. Llegó a tener 18 empleados y la contrata de 260 huecos que cubrir en un rascacielos de 14 plantas. Compró dos casas para alquilar en las calles Ánimas y Virtudes, era apoderado del Centro Gallego, se hizo masón. Antonio Maseda, de San Miguel, y el arquitecto Severino Touzón le explicaron que los masones eran «constructores de hombres».
Había culminado su sueño: no había ido para quedarse sino para volver triunfante. Y un año después de ingresar en la Gran Logia de La Habana regresó a Barreiros, A Cruz do Lobo, Fuleira… al paraíso recobrado. Corría 1923. Rosiña tenía 12 años y Nardo, 6.
Un hotel de temporada, seis licenciados y cien años de una estirpe, de un tiempo y de un país
Merche llamó al hotel de temporada, de trato familiar y comida casera, O'Santiño por San Pancracio, patrón de la salud y el trabajo. Era para 20 personas y tenía 8 baños y lavabos en todos los cuartos… Las Lourenzas se mudaron a una casa próxima, en A Cortiña. Los primeros en llegar fueron Barbara y Wilhem, dos alemanes que construyeron más tarde una casa en la Pena do Altar. El hostal tenía gran éxito durante julio y agosto y sirvió para completar la economía familiar y cumplir el sueño de Merche: sus seis hijos se licenciaron en Derecho, dos Filologías, Arquitectura, Biológicas y uno fue militar. Y allí vivió ella, ya jubilada, con Nardo hasta su muerte.
Un hijo de Merche, Xabier Paz (A Coruña 1949), escribió la que, sin duda, es una de las grandes novelas de la emigración gallega. Una historia que se lee de tirón, con facilidad, muy amena y ligada a A Mariña. Xabier -investigador del Centro Oceanográfico de Vigo y autor de varios libros- reconstruye en torno a esa casa cien años de tensión entre la vida familiar y los acontecimientos sociales de ese tiempo -la emigración cubana, el retorno, la guerra, las incautaciones castristas, la lucha por la supervivencia- que se erige en toda una metáfora del país.
Su memoria es una narración a dos voces pues se apoya en Las memorias olvidadas de Merchiña Castillejo, un texto inédito que dejó, antes de morir, su hermano Xan. Y recoge historias complementarias que esta crónica no puede abarcar. La novela remata así: «Só sabemos o que lembramos e dicimos memoria por non dicir pó e cinza, por resistir contra o esquecemento que é o nada. Por iso escribimos, para vogar contra o esquecemento».
Dos casas que expropió Fidel y cartas de una madre coraje
Cuando llegó, Bernardo Cendán ya no era el mismo. San Cosme, sí. Su padre, Xan Cendán ?un jornalero alto, fuerte, rudo, casado con Lourenza, una mujer buena, resignada- había fallecido. Su hermana mayor, Remedios, había tenido una hija, Luz Divina, sin padre. Y su otra hermana, Josefa ?alta, adusta, de mal carácter- «estaba infestada de miseria material e moral». Vivían en la única casa de alquiler de la villa: cinco viviendas bajo el mismo techo. Todo era pobreza, precariedad, carencias.
Y entonces Don Bernardo decidió comprar A Barcelonesa, que llevaba dos años cerrada y que pasó a llamarse A Casa das Lourenzas. Pagó las fiestas de Santa Ana -bebió, ofreció farias, lloró, cantó: «Teño unha casiña branca/ na Mariña entre loureiros/ teño paz e teño amor/ estou vivindo no ceo»- y unas patronales como nunca se vieran…
Luego se instaló en A Coruña donde murió en 1939. Su hijo Nardo, funcionario, se casó con Merche Castillejo Doval, de 22 años, al año siguiente. Durante 20 años, entre su sueldo y las rentas de Cuba, tuvieron una vida acomodada: trajes, tribuna en Riazor, abono para la ópera, cena fuera los viernes… Pero llegó Fidel y expropió las casas de Ánimas y Virtudes y todo acabó. Merche sacó su vena luchadora y salvó a la familia frente a un Nardo pasivo, paralizado… Era muy religiosa, tenaz y llena de fe. Y tenía un objetivo: que sus 6 hijos tuviesen carreras universitarias.
Así que se agarró al cimiento dejado por el abuelo Bernardo y escribió dos cartas. Una, a Jorge Echeverry, rector de la USC, para pedir una beca completa para que su primogénito estudiase Derecho, en vista de sus buenas notas y de la circunstancia familiar. Y la otra, a Manuel Fraga Iribarne, Ministro de Información y Turismo, que promovía el desarrollo a través de la industria turística con el eslogan Spain is different! que cambió la imagen de una España en la que Europa acababa en los Pirineos. Merche le pidió un crédito de 1 millón de pesetas para transformar A Casa das Lourenzas en O'Santiño, un hotel con encanto antes de haber hoteles con encanto.
Y se le concedió. Fraga, desde entonces, ocupó el lugar cimero de sus devociones…