Las plantaciones al aire libre se inundan y las de invernadero reciben menos luz solar
01 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.Tras seis semanas de lluvias continuas, el campo gallego empieza a resentirse. No porque el exceso de agua esté dañando las plantaciones actuales, aunque sí que está causando algún que otro desbarajuste. El problema es que la tierra está tan mojada que, explican los agricultores, trabajarla resulta imposible. «Non podes meterte na terra porque precisas axuda para que te saquen de alí», cuenta Jesús Emilio Gil, un agricultor de Mondoñedo. Y es que muchas de las fincas de cultivo se han convertido en auténticos lodazales en los que los agricultores tienen muy difícil hacer su trabajo. La lluvia está teniendo repercusiones hasta para los cultivos de invernadero. «A leituga leva tantos días en condicións de escuridade que non da pechado», cuenta Fernando Vega, gerente de la cooperativa Horsal, de O Salnés.
«Temos agricultores que tiveron que poñer táboas para poder entrar nas súas fincas, porque senón fúndense ata o xeonllo», añade Vega. La tierra no da abasto a tragar todo el agua que ha caído en las últimas semanas en las tierras arousanas donde, en esta cooperativa llevan la cuenta, lleva seis semanas lloviendo de forma continua. «Temos fincas que están completamente anegadas», añade. Los que peor lo están pasado, los grelos y las nabizas. Muchos no han resistido tal cantidad de agua «e están todos deitados e non van servir para aproveitar», sostiene. De hecho, en esta cooperativa son incapaces de cubrir los pedidos de estas verduras. Tiene problemas también con las lechugas, porque no hizo el frío necesario, ni recibieron la suficiente luz. El resultado es que las plantas pesan mucho menos de lo que sería normal, pues no se cierran ni se vuelven tan compactas. «As nosas leitugas adoitan pesar máis de 300 gramos, pero as que collemos agora pesan sobre 200», cuenta un agricultor arousano. Explica también que la situación mejorará a partir de ahora, pues las variedades que se cultivan en estas fechas son más propias del invierno y están más adaptadas a la falta de luz y a la abundancia de agua.
La situación no es muy diferente en Mondoñedo, cuenta Jesús Emilio Gil. «A auga en exceso non é boa. Aquí a terra xa tende a ser húmida e agora está encharcada por todos lados», añade. Acceder a las fincas y poder trabajarlas en condiciones es el principal problema con el que se encuentran. De hecho, el repollo, el cultivo estrella en esta época del año, está resistiendo bien. El problema radica en poder acceder a las fincas para poder cortarlo. «O repolo está encharcado, pero da gusto velo. Está blandiño coma se fose unha leituga. O problema é terte de pé na terra para poder traballalo», añade. Esta situación está provocando, a su vez, que muchos agricultores aficionados rechacen plantar como todos los años. «Tal e como están as fincas a xente non vai plantar. Eu tiña clientes que me levaban varios centos de coles e que este ano non mercaron nada. É outro problema engadido polo exceso de auga», añade este agricultor de Mondoñedo, que se teme que en esta ocasión no va a vender las semillas de cebolla o col que plantó.
A cubierto en el invernadero
Pero tampoco los cultivos de invernadero lo están pasando demasiado bien. En la cooperativa Porta do Río Miño tienen en estos momentos plantado repollo de corazón, rizo y liso y lechuga riza, todo ello en invernadero. «Hay humedad bastante, pero la cosecha está saliendo bien, no hay problema de podredumbre», cuenta Carolina Martínez, técnica de la firma. El problema, en este caso, es la escasez de luz. Al llover, los días son más grises y la cantidad de luz que reciben los cultivos menor de la prevista. Eso provoca, por ejemplo, que las lechugas y los repollos «sean más altos, porque tiran para arriba, buscando la luz», añade. En cuanto a las plagas, explica que debido a la abundancia de agua se está viendo mucho caracol y mucha babosa, aunque no hay pulgón ni mosca blanca, dos bichos que solían afectar a estos cultivos y que este año no están teniendo incidencia. En esta empresa trabajan con alrededor de cuarenta socios y otros ochenta colaboradores, la mayoría de ellos de las zonas de O Rosal y Tomiño, además del norte de Portugal. Todos ellos están sufriendo las consecuencias de la abundancia de agua.
Los agricultores tienen dificultades para acceder a las fincas, en las que se entierran