María Dolores Fontán: «Hostelería es una de esas profesiones que o te gusta o la abandonas»

irene martín SANTIAGO / LA VOZ

MONDOÑEDO

PACO RODRÍGUEZ

La camarera del restaurante Caney afirma que era un «mundo de hombres» cuando debutó en el oficio, pero eso ha cambiado

04 ago 2020 . Actualizado a las 00:31 h.

Ama su profesión y está feliz. María Dolores Fontán Moscoso (Caldas de Reis, 1972), técnico especialista en Hostelería y Turismo -formación que hizo en el IES Lamas de Abade-, lleva veintidós años en Caney, el restaurante ubicado en los bajos del hotel Araguaney. «Recorrí todas las zonas de restauración del Araguaney. Empecé sirviendo los desayunos a las cinco de la mañana a la tripulación de Iberia, pero pronto dije que esto no era para mí, debido a los madrugones. Pero a los tres meses me rescató Pedro Roca, y hasta hoy», indica la profesional que, aún estudiando, ya se inició en el oficio en Sarria y Mondoñedo, adonde se desplazaba en autobús los fines de semana y vacaciones. «En Sarria descubrí la profesión, porque una cosa es la teoría y otra la práctica, y me sentí muy acogida, pero donde más aprendí -añade- fue en Mondoñedo. Allí me enfrenté yo sola a una barra y aprendí a respetar lo que quiere el cliente. Me sorprendían cosas como que a primera hora te pidiesen una copa de anís, por ejemplo». Oír, ver y callar es una parte fundamental de esta profesión, tal como advierte.

Mariló enseguida «apostó» por el Araguaney: «Estoy muy contenta, porque siempre me respetaron en la empresa y me he sentido muy querida por mis compañeros». Del chef Pedro Roca dice que, como jefe, es el mejor: «Me encanta trabajar con él, porque es muy claro, así que resulta cómodo. Te dice hay estas opciones y ya. Le gustan las cosas muy bien hechas, no todo vale. Además Pedro es muy humano. Aunque allí cuando decimos el jefe, nos referimos al señor Jaber».

«Ti, cos ollos xa expresas»

A raíz de la pandemia, ella tenía temor a que no se respetasen las medidas profilácticas que se implantaron tras el confinamiento; sin embargo, la respuesta de la gente fue muy buena, dice, ahora embozada en la mascarilla, a la que un cliente le dijo: «Ti, cos ollos xa expresas». Más profesionales y ejecutivos durante la semana y más familias los sábados y domingos, el establecimiento también dispone de salones reservados «muy» frecuentados. «El cliente de Caney es un cliente exigente, respetuoso y cercano. Pero también sabe que puede confiar», destaca la veterana profesional de hostelería.

Atendió a innumerables artistas y personajes, toda vez que los invitados de los programas televisivos de CTV -la productora audiovisual del grupo Araguaney- pasan por allí. «Menuda decepción cuando vino Manolo Escobar. Le preguntaba qué deseaba tomar y me respondía a través de un tercero que lo acompañaba. Nunca se dirigió a mí. Aunque en general son salados. Hace unos meses me hice una foto con Ana Obregón, que se mostró muy amable.También, en cierta ocasión, cuando le llevé el tique a un famoso cantante gallego, creyó que le pedía un autógrafo», comenta.

La hostelería era un «mundo de hombres» cuando Mariló debutó en la profesión «La hostelería es una profesión que o te gusta o la abandonas. Siempre estás de cara al público. Y lo cierto es que a mí no me resulta agotadora», sentencia. Ahora bien, la hostelería era un «mundo de hombres» cuando Mariló debutó en la profesión: «Al principio era la única chica en Caney, hoy somos todas menos Ricardo. Trabajábamos de falda, medias y zapatos. Hoy vamos de pantalones, entre otras cosas por comodidad y economía. No había medias que llegasen. La hostelería es ahora tan femenina como masculina. Y el público se dirige a nosotras exactamente igual que a un chico».

«Durante el encierro de la población descubrí que necesitaba a la gente»

Simpática y diligente cuando se viste el uniforme corporativo, Mariló dice llevar una vida cómoda y fácil, con una familia «adorable» que «respeta» sus decisiones. «Fui muy feliz cuando nacieron mis sobrinos. Y amigos nunca me faltan. Es curioso que durante el encierro de la población descubrí que necesitaba a la gente. Creí que yo era más toxo», advierte con franqueza natural.