Raquel Gómez: «Sar es único, no lo cambio por nada del mundo»

Manuel García Reigosa
M. G. REIGOSA SANTIAGO / LA VOZ

ANDAR MIUDIÑO

Sandra Alonso

Es fiel seguidora del Obradoiro en Madrid y, siempre que puede, en casa

16 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Sostiene Chete Pazo que el Obradoiro se convirtió en punto de encuentro para una multitud de aficionados al baloncesto que vieron en el redivivo club la oportunidad de paladear su deporte favorito, disfrutar alrededor de una manera de vivir las canastas, compartir una identidad. Por esa puerta entró Raquel Gómez Otero desde la distancia, periodista compostelana afincada en Madrid. Pero también podría haber accedido por linaje. Su hermano Miguel, un genio en las artes del básquet, fue el primero en fichar a Moncho Fernández, cuando el Alquimista de Pontepedriña empezaba su carrera como entrenador.

«Crecí oyendo hablar de baloncesto -explica Raquel-, por mi hermano. Apenas recuerdo cuando jugaba, pero sí cuando entrenaba. Me gustaba ir a sus partidos, y a los del Peleteiro, cuando estudiaba allí. Siempre me atrajo este deporte». Y una vez que el Obradoiro consiguió que le reconociesen su dimensión ACB, Gómez Otero vio una ocasión dorada para vincularse de nuevo «a casa y a una afición». Tan es así que, cada vez que vuelve, coincide con un día de partido en el Multiusos. «En mi calendario están marcados todos los encuentros de Sar», asegura.

Esa manera de combinar y conectar hogar y baloncesto le llegó a ocasionar algún recelo en casa: «Mi madre siempre me hace la tortilla para cenar. Una vez llegué y no la había. Con el tiempo me enteré de que era una manera de preguntarse si iba a ver a la familia o al Obradoiro».

Acude a Sar cada vez que puede. Tampoco se pierde, salvo causa de fuerza mayor, las visitas al Real Madrid, al Estudiantes y al Fuenlabrada. Y también organizó algún desplazamiento a Valladolid, Zaragoza y Valencia, siempre ataviada con los colores del club, envolviendo la pasión por el Obradoiro.

Embajadora incansable

En Madrid no será fácil encontrar mejor embajadora: «En la Redacción todos saben que soy fan del Obra. Les hablo del equipo, de Sar, me traigo la bufanda cuando el Obra juega en casa en domingo y me toca trabajar, para parar dos minutitos y cantar el Miudiño con la tele. Tengo un compañero murciano que, si le dices ‘o, be, erre, a’, contesta ‘todos xuntos...’. Hace unos años, un día que libraba, una becaria le preguntó a un compañero: ‘¿Hoy no viene la chica del Obradoiro?’. Me encantó».

No se queda ahí su proselitismo: «Invito siempre a la gente a que venga a Sar. No lo cambio por nada del mundo. No entiendo de baloncesto, pero me gusta el Obradoiro, el ambiente del pabellón, ir a pasártelo bien. Sar es diferente. Probablemente para la gente que entienda de baloncesto no sea lo más. Pero no lo cambio por nada del mundo. Ver a la gente aplaudiendo por un rebote, por un balón rescatado, por una defensa... Es algo único».

Ni la lejanía ni las excursiones o incursiones puntuales en Sar le impiden detectar que «la gente no se vuelca tanto como antes». «Quizás nos hemos acostumbrado a estar en la ACB -reflexiona-, quizás los precios son elevados. No lo sé. Yo sigo con el mismo ahínco, al pie del cañón, aunque sea desde la distancia», sin dejar de soñar: «Hace unos días Facebook me recordaba un post de la temporada del play off, después de ganar en Fuenlabrada. No había visto una victoria del Obradoiro fuera de casa y decía que por fin se había roto el gafe, que era año de play off. ¡Y se cumplió! También recuerdo el partido maldito de Badalona ante el Joventut en el que se escapó la Copa. Siempre es un aliciente. Ojalá se pueda pelear por algo más que la permanencia, sería maravilloso».

«Moncho Fernández podría ser Mary Poppins»

Raquel Gómez dice que no entiende de baloncesto, aunque suma muchas horas de partidos y de conversaciones en casa. Su padre y un primo también se suman a la causa con facilidad. A su hermano Miguel lo sitúa en otro escalón: «Con él, más que hablar le preguntamos. Le trasladamos nuestras impresiones y lo escuchamos. Quizás no sea la comparación más afortunada, pero es como si pones a hablar a Ricky Martin con Leonard Bernstein».

De cine y de teatro entiende un rato largo. Y cuando se le pide que compare al Obradoiro con una obra o una película, se toma su tiempo: «Pienso en La importancia de llamarse Ernesto. Desde luego, tendría que ser una comedia disfrutona, colorida e inteligente, como esta».

Se le pide el mismo ejercicio aplicado a Moncho Fernández, y de nuevo se toma su tiempo: «Moncho podría ser Mary Poppins, una de mis películas favoritas. Tiene la magia del alquimista. Tiene la inteligencia de la niñera. Sus sistemas serían como las soluciones, en forma de objetos, que saca Poppins del bolso. Tiene a sus jugadores, a los que mete en su mundo, como Poppins a los niños Banks».

La respuesta es inmediata, sin embargo, cuando se le pide que complete las siguientes frases: un obradoirista es... «pasión»; el Obradoiro es... «esfuerzo, entrega, trabajo, un equipo del que todos sabemos cuáles son sus recursos y contra quiénes compite, a veces ante rivales en los que un solo jugador cobra más que todo el presupuesto del club. O le echas esfuerzo y trabajo o es imposible estar tantos años en la ACB».

Y Sar es «una gran platea», con una diferencia sustancial respecto a las representaciones: «Me repatea la gente que va al teatro y habla. En el teatro, una vez que entras, no puedes decir ni mu. En el Multiusos te puedes desahogar». Dos escenarios y dos maneras de disfrutar.