El partido que jugó el Obra en Valencia iba mucho más de minimizar errores que de maximizar aciertos, de cuidar posesiones antes que de tener una eficiencia excepcional en el tiro. Si hubiera que apostar antes del encuentro, la opción más segura sería por un partido a menos de 70 posesiones, un escenario en el que ambos equipos se sentían mucho más cómodos.
Sobre este condicionante de ritmo el actor principal del juego pasaba a ser las posesiones perdidas. El valor de una posesión sin lanzar a canasta es mucho mayor cuando se juega a ritmo de 70 que a 75. También era apostar sobre seguro que Valencia, jugando en casa y a ese ritmo, iba a conceder menos del 15 % de posesiones perdidas, finalmente fue un 10,30 %, un registro excepcional, agrandado porque los compostelanos acabaron en el doble de pérdidas.
En la capacidad de anotación el Obra podía competir perfectamente con los valencianos, de hecho la eficiencia tanto en el lanzamiento de 2 como en el lanzamiento de 3 fue mejor en el bando visitante. Sobre este condicionante, las 14 pérdidas sobre 69 posesiones con las que finalizó el Obra solo se podían compensar siendo mejor en el rebote, es decir, compensando el número de lanzamientos a canasta, algo que ocurrió en los dos primeros cuartos del partido. En cuanto Valencia logró corregir ese desequilibrio el encuentro se decantó en los 9 puntos de diferencia en anotación tras pérdidas a favor de los valencianos junto a las 7 faltas y 8 tiros libres de ventaja para los locales, algo que empieza a ser demasiado preocupante y decisivo en el resultado final de varios partidos.