Los jugadores celebran cada partido ganado con una danza al compás que marca la afición desde la grada
26 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.En el vestuario del Monbus Obradoiro suena esta temporada, todas las semanas, la canción «Héroes del sábado» del grupo La M.O.D.A. (La Maravillosa Orquesta De el Alcohol). Pepe Pozas la descubrió en verano, enseguida la asoció a la idiosincrasia del club y vio como tenía buena acogida en la caseta entre los compañeros.
«Van por ahí los héroes del sábado, van a intentarlo una vez, si les hieren hoy, si les hacen daño, van a intentarlo una vez». Así arranca la composición, que en otro de sus parajes se pregunta «¿dónde están los que pueden parar el mundo con una mirada?».
Para la afición de Sar, son héroes a los que solo piden una cosa: esfuerzo. Se lo reconocen siempre, ganen o pierdan. Pero, cuando la victoria se queda en casa, la grada atruena, acompaña los aplausos con el cántico O-bra-doi-ro, marcando bien las sílabas a la par que los palmoteos. Y este curso los jugadores aderezan ese estribillo con su propia coreografía, que ha ido tomando cuerpo de manera espontánea.
Coincide que este año el triunfo ante el Bilbao llegó en la segunda prórroga y, los logrados frente al Andorra y el Fuenlabrada, tras anotar la última posesión y defender el ataque postrero del rival. La única victoria sin agonía fue la conseguida ante el Betis. Y aun así se decidió en el último cuarto. Toda esa emoción supone un plus de júbilo en la celebración de los seguidores y del equipo. Las disfrutan más.
Los jugadores hacen piña en mitad de la cancha y el capitán va marcando los tiempos para que se muevan al compás del O-bra-doi-ro, a un lado y a otro, como un metrónomo que va ganando velocidad. Y acaban brincando. No es más de medio minuto in crescendo.
El «bailongo» Mike Daum
Buena parte de culpa de que esa liturgia se vaya consolidando hay que apuntarla en el haber de Mike Daum, capaz de ponerle pasos de baile incluso a una música militar. Lleva el ritmo pegado al cuerpo, lo demuestra en el día a día del Obradoiro. Y en esas celebraciones los compañeros acaban siguiendo su propuesta, sin excepción. También aquellos a los que más les cuesta el lenguaje gestual, casos de Brodziansky o Kravic.
No hay más que recuperar la imagen del pasado sábado para constatar cómo celebra el grupo el triunfo. Curiosamente, los primeros en exteriorizar la alegría fueron De Zeeuw, que no llegó a jugar, y Vasileiadis, que se recupera de su lesión. «Le cogimos el ritmillo y es bonito celebrarlo en casa», resume uno de los protagonistas. A Pozas le toca poner orden entre la alegría, para que todos vayan hacia el mismo lado al unísono, siguiendo un plan. Cada vez afinan más.
Todavía es pronto, pero quizás acabe por convertirse en un símbolo más para el obradoirismo. Las tardes que empiezan en Sar con el Miudiño y terminan con el baile son redondas.
Moncho Fernández no pasaba por alto esa manera de festejar tras el sufrido triunfo logrado ante el Fuenlabrada. «Para nosotros, cada victoria es como un título». Lo sabe él, lo saben sus jugadores y también los aficionados. Es una de las grandes ventajas de que sintonicen el mismo dial.