El Obradoiro volvió como siempre, con ese juego de equipo que tanto lo identifica. Y Sar también estuvo ahí como siempre, como si no hubiese pasado un paréntesis de más de quinientos días sin público, con la excepción del partido del Murcia la pasada campaña. Al final, fue el triunfo de la fe y de la afición.
El equipo arrancó muy atascado, le costó encontrar su sitio. Pero a partir del minuto cinco empezaron a cambiar las cosas y acabó viéndose un partido espectacular entre dos conjuntos que hicieron grandes porcentajes. El Obra solo flojeó en el tiro libre, y le pudo costar caro.
En cuanto encontró la confianza y le puso el genio y la garra, empezó a crecer. Y deja la sensación de que hay mucho margen de mejora en todos los puestos, aunque a veces se echa en falta algo de vinagre en momentos determinados. Promete.
El Joventut exigió al máximo. También hizo un muy buen partido y la victoria pudo caer para cualquier lado, pero creo que el Obradoiro la mereció porque nunca dejó de remar y tampoco se descentró cuando recibió los peores golpes.