Alberto Corbacho es un referente del Obradoiro, dentro y fuera de la cancha. Como jugador, es difícil encontrar dos o tres que tirasen tan rápido y con tanta fiabilidad como él en la larga distancia. Se metió a la afición en el bolsillo con su baloncesto, pero también por su carácter, por ser una persona muy accesible, siempre dispuesto a acudir a los colegios, a las instituciones o a hacerse una foto con cuantos seguidores se lo solicitaban. Sobre todo con los niños.
Todos los que lo hemos podido disfrutar en directo desde Sar recordamos cómo la grada se levantaba con sus triples, ganando o perdiendo. Tenían algo que hacía vibrar al obradoirismo.
A todos nos dolió aquella lesión de rodilla, cuando se rompió el tendón rotuliano, en su regreso a Sar después de una temporada en el Baskonia, con el que tuvo la oportunidad de jugar la Euroliga, en un equipo en el que los minutos estaban carísimos.
Puedo decir con todas las legras que para mí fue un placer haber conocido a Alberto Corbacho gracias al baloncesto, y lo más importante es poder haberlo conocido como persona.