El pasado verano decidí retirarme como jugador de baloncesto. Después de dieciocho temporadas a nivel profesional llegaba un cambio importante en mi vida. En general, no echo de menos mi anterior forma de vida, he conseguido nuevas motivaciones e ilusiones y disfruto de las que no tenía cuando era jugador, como pasar las Navidades en familia sin pensar en el próximo entrenamiento.
Pero hay una cosa que sí echo de menos y a la que todavía no he podido encontrar sustituto. La adrenalina de los partidos, de las victorias, de los derbis. El último gran derbi que viví en la máxima categoría terminó con aquella gran canasta de Andreas Obst después de un reverso y una bandeja con la izquierda. La celebración de Kostas Vasileiadis tras el último tiro a la desesperada de Cvetkovic puso al público en pie en Sar.
En esta ocasión lo disfrutaré desde fuera, pero como todos los derbis se espera tensión e igualdad. No descubro nada si digo que la temporada del conjunto lucense es espectacular, no solo por los resultados, sino por haber conseguido crear un equipo que cree, en el que van todos de la mano. Han mantenido un bloque de jugadores que estaban en LEB Oro y han acertado con los fichajes, que son los que marcan la diferencia. Que Dzanan Musa no tenga un día de estos mágicos puede ser la clave del partido.
Por parte del Obradoiro el factor campo tiene que ser determinante. Sigue siendo el juego ordenado y disciplinado que se enseña desde el primer día que entras a formar parte de la familia.
Un especialista en el triple como Kassius Robertson sigue siendo la referencia exterior del equipo, pero ya no es el juego de carretones que se veía con Alberto Corbacho o Vasileiadis. Con Braydon Hobbs el Obradoiro ha encontrado el sustituto perfecto a Pepe Pozas, sabe en todo momento lo que necesita el equipo y sus jugadores. La otra pieza clave, según mi punto de vista, será Laurynas Birutis. Si el pívot lituano consigue dominar la zona será un punto a favor para los de Moncho Fernández. ¡A disfrutar!