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Pepe Pozas, líder histórico del Obradoiro en partidos y asistencias en la ACB, anticipa su adiós al baloncesto

Manuel García Reigosa
M. G. Reigosa SANTIAGO / LA VOZ

ANDAR MIUDIÑO

SANDRA ALONSO

El número 44 del base ya oposita a lucir junto al 14 de Tonecho Lorenzo, el 15 de Oriol Junyent y el 4 de Bernard Hopkins

27 oct 2023 . Actualizado a las 21:54 h.

En su casa, en Málaga, siempre fue Pepito. En Compostela, desde que recaló en Sar, Pepiño. Nadie ha jugado tantos partidos con la camiseta del Obradoiro en la ACB como él, 202. Y es también el líder histórico en asistencias, con 704 pases de canasta. Pozas es un emblema del club y del obradoirismo, uno de esos jugadores que siempre suma en la cancha, en el vestuario y fuera. En el año 2021 cerró su etapa en Santiago dejando ese legado que lo convierte, para siempre, en uno de los referentes de la entidad. Y ahora que acaba de anunciar su adiós al baloncesto como jugador profesional, más todavía. En el Multiusos siempre tendrá su casa y una afición que lo reconoce como uno de los suyos.

Ahora que cuelga las botas, no sería nada descabellado pensar en su candidatura a que la camiseta con el número 44 ascienda al techo del pabellón para lucir al lado del 14 de Tonecho Lorenzo, el 15 de Oriol Junyent y el 4 de Bernard Hopkins.

Igual que él deja huella, aquel paso por Santiago también caló en Pepiño, quien empieza su carta de despedida echando mano de una de las frases con las que más se identificó: «Nunca choveu que non escampara». Nunca fue de los que se achicó en un aguacero y hasta no hace mucho tiempo aún pensaba en alargar su carrera. Se veía recuperado de la rotura del tendón rotuliano que lo apartó de las canchas y estaba entrenando en las instalaciones del Málaga en Los Guindos.

Pero empezaron a aparecer las dudas, comenzó a sopesar si no habría llegado el momento de cambiar de tercio y disponer de más tiempo para una familia que siempre lo acompañó a lo largo de su carrera, desde que empezó en la cantera de Málaga, en Valladolid, en sus siete años en Compostela, en el que acabó siendo el epílogo en Sevilla. Y decidió anticiparse, esta vez no esperó a que escampara.

En su adiós no olvida los muchos buenos momentos y vivencias que le ha dado el deporte de la canasta. Ni el agradecimiento a su familia más cercana, ni el recuerdo al que siempre fue su seguidor número uno, su padre, el que le metió en las venas «el veneno del baloncesto».

El único mal sabor de boca se lo dejan las lesiones. Su último partido en el Obradoiro fue en Sar, un 3 de marzo del 2021, ante el Estudiantes, tras sufrir una rotura parcial del tendón rotuliano. Su último partido en la ACB fue también en marzo, un día 12, en el año 2023, frente al Baskonia. Otra rotura del rotuliano, esta vez total. En su carta lo deja claro: «Que mi último partido sea saliendo en camilla de una pista de baloncesto, como podéis imaginar, no era lo soñado». Sin embargo, acaba con un convencimiento: «Seguiré disfrutando de esto seguro, pero desde otro sitio y de forma distinta».