Rigoberto Mendoza, alero del Obradoiro, el dominicano más de ACB que de NBA

Manuel García Reigosa
M. G. Reigosa SANTIAGO / LA VOZ

ANDAR MIUDIÑO

PACO RODRÍGUEZ

Espera que Sar sea la primera cancha en la que sus hijos lo vean jugar en directo, la recuperación de la lesión va bien y anhela disfrutar con la «fanaticada»

29 oct 2023 . Actualizado a las 22:15 h.

Rigoberto Mendoza llegó del Mundial, ayudó al Monbus Obradoiro a conquistar la Copa Galicia, brilló en la primera jornada de la Liga Endesa frente al Palencia y se lesionó en la previa de la BCL. Poco tiempo para demostrar sus cualidades, pero suficiente para meterse a la afición en el bolsillo. Tiene cara de villano de película americana de los noventa, una imagen que se difumina con su discurso y su sonrisa. Y no ve en la NBA El Dorado del baloncesto. Antes al contrario: «Aquí es donde se juega baloncesto de verdad».

Curiosamente, la primera experiencia del alero dominicano lejos de su país fue en la LEB Plata, en las filas del Iraurgi Saski, con 22 años. Ahora tiene 31 y en este periplo ha jugado también en Puerto Rico, Argentina, México, Israel y los Capitanes de Ciudad de México, de la G-League.

Con el paso del tiempo le da a aquella etapa en Vitoria más valor que el que le atribuía en su momento: «Era la primera vez que estaba lejos de casa y de mi familia. No fue fácil. Y en mi manera de jugar hay muchas cosas que aprendí en aquella época».

Un valioso aprendizaje

Lo de vivir lejos de los suyos es algo que se ha repetido de manera recurrente a lo largo de su carrera: «Es complicado, sobre todo cuando tienes hijos, aunque te acostumbras. Cuando estoy libre, sin competición, voy, pero son una o dos semanas con ellos y me tengo que ir otra vez. Hay que adaptarse, sí o sí, porque es el sustento de mi familia y es lo que yo amo, jugar al baloncesto».

Entre tanto, vive solo en Compostela, añorando también el sol. Pero en un plazo de un mes y medio espera que ya esté aquí su familia, que vendrá para quedarse. «Será la primera vez que mis hijos me vean jugar», comenta.

Son sensaciones que están ahí, apostadas, a la espera de que llegue el momento de las vivencias. Y le toca lidiar la situación de espera en un contexto nuevo, porque nunca había estado parado tanto tiempo por una lesión.

Confiesa que «conectar con la fanaticada» es una constante en todos los sitios en los que ha estado. Y el Obradoiro no es una excepción, pese a lesionarse tan pronto: «El apoyo de la gente y los mensajes que me envían a través de las redes sociales son muy de agradecer. En la calle, en el supermercado también me paran y me comentan. Me hace muy feliz».

Pero lo que le haría más feliz todavía es poder disfrutar de esa sintonía desde la cancha. Ha pasado un mes desde la lesión y lanza un mensaje optimista, porque las sensaciones son buenas. Atrás quedan los peores momentos: «La primera semana y la segunda fueron muy difíciles, no podía hacer nada. Me molestaba demasiado la espalda, prefería estar tumbado todo el día».

Estuvo 15 días en Ciudad Real, en los que notó el primer gran avance: «El club me envío a tomar una terapia. Me enderezaron. Llegué doblado, no podía ni subir al carro. Volví mucho mejor de allá. Ahora noto alguna pequeña molestia al agacharme o al pararme, pero puedo hacerlo».

Durante estos días ha podido realizar algún trabajo específico para tratar de mantener la forma, en la medida de los posible. Y toca dar un paso más: «Voy a empezar a hacer un par de cosas dentro de la cancha para ver como me siento, si me causa dolor o no».

No es fácil «estar sentado en el banco sin poder ayudar en la cancha» y, aunque no quiere precipitarse, confía en ganarle tiempo al tiempo: «Solo pienso en recuperarme al máximo, dar lo mejor de mi, ayudar al equipo en todo lo que pueda, ganarme el respeto de toda la fanaticada y mis compañeros, y que tengamos una temporada llena de éxitos todos juntos».

«Doncic y Jokic son capaces de anotar y pasar la pelota, y no solo pasarla, sino pasarla bien»

 Como la gran mayoría de niños dominicanos, Rigoberto Mendoza jugó al béisbol, el deporte con más seguimiento en su país, el que también practicaba su padre. Pero un tío suyo lo familiarizó con el baloncesto, pronto vio que disfrutaba más con las canastas que con el bate y cuándo hicieron una cancha cerca de su casa tuvo todavía más claro cuál era su deporte.

A diferencia de buena parte de sus compatriotas, no ve el juego a través del prisma de la NBA. El espejo está a este lado del Atlántico: «Esta liga para mi es la mejor del mundo por encima de la NBA. No por nada malo, sino porque entiendo que aquí es donde se juega baloncesto de verdad, un baloncesto diferente que te obliga a estar muy concentrado para entender todo. Es muy diferente el tipo de juego de aquí y el de Estados Unidos, el de Dominicana o de cualquier otra liga. Aquí tienes que jugar sistemas en ambos lados de la cancha y tener mucha información, manejar mucha información dentro de tu cabeza y cometer pocos errores. Allá se juega más un estilo de correr, mucho contraataque, pocos sistemas. Ahí es donde ves la diferencia».

Ello no obsta para que sea seguidor de la NBA y cuando se le pide cuál sería su cinco ideal de esta temporada, sopesa y enumera: «Stephen Curry, Doncic, Kevin Durant, LeBron y Jokic». Y cuando se le inquiere por la presencia en esa lista de dos jugadores que se formaron en el baloncesto europeo, no tiene duda de que ahí hay un factor diferencial: «Si ves otros que siempre han jugado en la NBA, hacen números, pero no son similares a los de Jokic o Doncic, o Antetokoumpo. Son capaces de anotar, de pasar la pelota, y no solo pasarla, sino pasarla bien, sabiendo lo que están haciendo. Y, obviamente, el rebote ni se diga. Aparte la eficiencia en el juego».

  El juego de Moncho Fernández

En el Obra pudo disfrutar poco tiempo del baloncesto de Moncho Fernández, y anhela el reencuentro porque el sabor de boca es bueno: «Tiene un estilo de juego muy fluido, un ritmo muy alto, te deja hacer tu juego dentro de su sistema, y más cuando tienes la confianza de él y la luz verde para hacer lo que sabes. Eso es lo que más me gusta. Por ejemplo, si me ve con desconfianza o así, se acerca y me dice haz lo que tú sabes, juega, vete para el aro, ese tipo de cosas. Me gusta mucho y me llama mucho la atención porque me está abriendo el foco y dando luz verde para que haga lo que mejor sé hacer».