Solo se han disputado tres jornadas y ya soplan los primeros vientos de tormenta en Sar. Es todavía muy pronto, pero quizás buen momento para recordar aquel refrán que dice que «si quieres pasar la mar, no te canses de arrizar». La pasada campaña el Lleida perdió cuatro de sus seis primeros partidos y acabó ascendiendo. Bien es cierto que de los siguientes 28 solo cedió otros cuatro y no le bastó para acabar primero. El Leyma Coruña subió directamente, con siete derrotas. Entre ellas, en Cáceres (acabó descendiendo) y en Menorca y los dos partidos ante el Fuenlabrada (dos equipos que no entraron acabaron entre los nueve primeros).
El Monbus Obradoiro no ha arrancado bien su singladura y si algo debió aprender la pasada campaña es que suele ser más interesante buscar soluciones que señalar culpables, a sabiendas de que el deporte no son matemáticas y sin olvidar que en verano ya fueron muchos los cambios en la tripulación por razones de todo tipo y pelaje. Lo peor que le puede suceder al equipo es que se generen dudas y ruido a su alrededor desde dentro. Esa es la más dañina de las vías de agua.
Otra cosa es el análisis de cómo están yendo las cosas. Y las cosas han empezado con mal color. Más allá de los resultados, al equipo le está faltando continuidad y autoridad en los partidos. Cuando no le entran los triples baja muchos enteros y esa es una reflexión que probablemente valga para todos los conjuntos, pero en este caso no consigue minimizar daños desde la defensa. Tampoco está cómodo ante rivales con más físico, que llevan el juego a ese terreno. Ahí es dónde tiene que poner el foco el Obradoiro y en ver cuál es el margen de maniobra para intentar mejorar las cosas, independientemente del resultado del sábado ante el San Pablo Burgos.