El Arousa quiere ampliar su base social para afrontar nuevos retos a medio plazo

La Voz

AROUSA

VÍTOR MEJUTO

En la última década, la entidad se depreció y el respaldo de los aficionados sufrió una paulatina reducción Seguir dependiendo, primordialmente, de las subvenciones procedentes de los organismos públicos o marcar como punto de partida la implicación de la sociedad en los avatares del club son dos forma de enfocar el futuro. Ambas alternativas fueron expuestas en la última asamblea del Arousa. «No tenemos ni balones», lamentaba un ex-directivo. Late un sentimiento. La junta directiva que encabeza Enrique Jiménez trata de avivarlo; se comprometió por cuatro temporadas e hizo una declaración de intenciones: dotarlo de patrimonio propio y hacerlo crecer de manera sostenida, apelando para ello al realismo. Quieren aprovechar la avalancha que supone el fútbol para convertirlo en el motor que atraiga al público, incluso a quienes no sean aficionados al balompié. Recién llegados a la entidad, en la mente de sus componentes bulle la idea de dotar de contenido a los apellidos Sociedad Cultural.

10 jun 2000 . Actualizado a las 07:00 h.

FERNANDO SALGADO VILAGARCÍA Excepto en tres temporadas _91-92, 95-96 y 96-97_ las directivas del Arousa se fijaron como primer objetivo para hacer viable el club conseguir el ascenso a Segunda División B. La apuesta tuvo como la base argumental la posición de Vilagarcía como octava ciudad de Galicia en cuanto a número de habitantes y a la frase acuñada de que «por historia» debería jugar en Segunda B. Los datos no avalan tal afirmación: esta categoría fue creada hace 23 años y el Arousa sólo permaneció en ella seis. Vilagarcía se mantiene en la misma situación como ciudad, pero varias poblaciones recortaron la distancia que lo separa de ella. En las dos últimas décadas, mientras se destruía el tejido industrial, el paro alcanzaba los niveles más altos de Galicia y la capacidad de influencia en el terreno de la política menguaba, otras localidades iniciaron el despegue y sus equipos aprovecharon la inercia creada. Ninguno de ellos lo basó en el respaldo de los aficionados: unos, mediante subvenciones procedentes de empresas públicas instaladas en su municipio, y los demás, aprovechando la mediación de sus concellos ante firmas de capital privado. Depreciación El Arousa fue incapaz de conseguirlo y se sucedieron los relevos, haciendo imposible llevar a cabo un plan a medio plazo. Año tras año fue a menos: en la temporada 90-91 desembolsó casi 17 millones de pesetas para pagar los salarios de la plantilla y en la que acaba de finalizar, 12. El precio de los carnets apenas varió, pero la inflación acumulada en esta la década está alrededor del 50%. Tampoco manteniéndolos lograron implicar a los aficionados. Sólo en los ejercicios 95-96 y 96-97 superó el millar, y buena parte de ellos lo hicieron por compromiso con el directivo que se lo pidió, en un concello en el que viven más de 34.000 habitantes.