LA AZAROSA TRAVESÍA DE LA PATERA VIP

La Voz

AROUSA

ANTXÓN FULLER

CARLOS PENA PENURIAS COTIDIANAS

17 mar 2001 . Actualizado a las 06:00 h.

Olvíndense de la conquista del oeste. Sepan que la búsqueda del Dorado no fue más que una excursión de amiguetes. El descubrimiento del Polo Norte, compañeros, no pasó de una mera acampada de boy-scouts con fogata nocturna y cancioncillas de María Ostiz. Cualquier epopeya se queda pequeña en comparación con lo sucedido esta semana en la ría. Los conquistadores, ya se sabe, eran gente del interior. Tipos curtidos por el sol extremeño, con estómagos blindados por la ingesta de lagartos y otras lindezas por el estilo. Ahora bien, estos enjutos elementos no tendrían nada que hacer en el caso que nos ocupa. Él también es de el interior. Pero fueron las brumas de Lalín y el nutritivo cocido de Agolada los que templaron el carácter indomable de nuestro hombre, que se presentó decidido en Vilagarcía con su gorra de Voz Natura y sus prismáticos de campaña. A su lado, un infatigable compañero nacido a la sombra de Castro Alobre, templado en mil batallas y vencedor de ese otro gran pionero de la zona, descubridor de Cornazo y de cien parroquias más. Juntos, mano a mano, escribieron la página más gloriosa de la historia reciente de la ría: el desembarco de Cortegada. El periplo fue de los que marcan época. A bordo de un veloz catamarán, los expedicionarios surcaron los mares de Arousa en dirección a la isla del tesoro. Alguien dijo una vez que lo único que le falta a la vida es una buena banda sonora. Que se trague sus palabras. Como los escoceses en Normandía, la gaita de Cristina Pato enchía de orgullo patrio los pechos de los aventureros. No podía ser de otra forma. Milla a milla, la travesía se iba convirtiendo en una romería flotante, encarnando las esencias inmortales del país. Casi se podía paladear en el aire la empanada de zamburiñas. Parecía que, en cualquier momento, Gayoso saldría de una esquina para presentar, micrófono en mano, la próxima actuación. El espíritu de Ana Kiro planeaba en el ambiente. Y, de repente, el desenlace. «Presidente, unha chalana», proclamó con voz atronadora el jefe de la expedición. Dicho y hecho. No una, sino dos embarcaciones flanquearon el catamarán-nodriza. La del puerto, poco efectiva, la verdad. Pero ahí estaba la de la cofradía, pequeña y juguetona, dispuesta a cruzar las procelosas aguas cortegadianas rumbo al futuro, cual mesa camilla de Ramón Piñeiro. Qué momento. Qué dramatismo. Las autoridades, puestas en pie, avanzaban hacia la playa como Colón y los Pinzones, hace ya cinco siglos. La patera VIP abordó el arenal con decisión. No hubo cascos ni traidores disparos, de aquéllos que pusieron los pelos de punta a Tom Hanks y a sus muchachos. Tampoco timoratos indígenas, dispuestos a hincar la rodilla ante el pendón de Castilla, como en las ilustraciones de las enciclopedias. Ni falta que hacía, oigan. Porque los nativos, amigos, no están en Cortegada, sino en los despachos de Santiago. Que sepan que la romería reivindicativa atronará sus cerebros hasta que entreguen lo que nunca debió ser suyo. Hasta la victoria final.