AREOSO | O |
28 may 2003 . Actualizado a las 07:00 h.YO COMPRENDO el cabreo de los voluntarios que bajaron a las playas a doblar el espinazo para recoger chapapote. Yo comprendo perfectamente su enfado y su promesa de que, así se hunda el Prestige tres veces, ellos no van a volver a poner un pie en Galicia. Mienten. Se lo digo yo. Mienten, y si la marea negra volviese a manchar nuestras costas, volvería a haber una marea blanca para hacerle frente. Mienten, como miente mi hermano pequeño cuando asegura que nunca máis se va a pasar una mañana de domingo bajo la lluvia protestando contra un gobierno incompetente. Si usted se identifica con esos voluntarios, o con mi hermano, párese a pensar. La democracia tiene estas cosas. Las mayorías mandan. Si no nos gustan los resultados, ajo y agua y a seguir viviendo. Si no nos parece bien lo que han dicho las urnas, a aguantarse. Ésas son las reglas del juego, y no nos podemos permitir el lujo de romperlas simplemente porque no nos ha gustado el resultado de esta partida. Yo no creo que todos los políticos sean iguales. Por lo menos, no todos son exactamente iguales. Tampoco confío demasiado en ellos -aunque en unos confío más que en otros-. Pero en algo hay que creer. Así que yo creo que si la gente no hubiese colgado en sus ventanas la bandera teñida de negro, las ayudas a los marineros habrían tardado algo más. Y creo que si la gente no hubiese conquistado las calles, la marea negra seguiría siendo invisible. Y creo que, como dicen los de Burla Negra, hay políticos que tienen un problema, que «non poden con nós». Y, como las reglas del juego son así, van a tener que seguir aguantando el chaparrón cada vez que caiga.