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Alejandro Quintela está harto

La Voz

AROUSA

La cosa política

16 jul 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

?s, probablemente, el concejal más maltratado de los nueve que componen el grupo de gobierno de Vilagarcía. Brega, desde hace años, con un servicio tan complicado como el del la Policía Local, un cuerpo condenado a ejercer funciones que en teoría exceden sus competencias ante la falta de recursos humanos que, por las razones que sean, aquejan a la Comisaría. A partir del 2003 se hizo cargo también del área de Protección Civil, con una de las agrupaciones más activas de la comarca, y de su necesaria coordinación con los Bombeiros do Salnés sin perder, por ello, su identidad, su funcionalidad y su profunda penetración entre los vilagarcianos, para los que el equipo de emergencia municipal constituye una clara referencia. En ambos campos parece haber cumplido objetivos, con la salvedad de la penosa situación del tráfico en el centro de la ciudad, a expensas de lo que dé de sí la reorganización de los sentidos de circulación, cuya aplicación, aunque retrasada, se avecina ya inminente. Para empezar, los miembros de Protección Civil están «contentos coma puchos» -que diría Manuel Bouzas - con su gestión, que también entre los agentes municipales encuentra un razonable grado de aceptación. A pesar de todo ello, Alejandro Quintela está cansado, harto, hasta el punto de que no sería extraño que, de continuar el estado actual de cosas en el seno de Ravella, se plantease incluso el abandono de sus competencias. Las dos facciones Dentro del revuelo generalizado en el que parece instalado el gobierno municipal, se adivinan al menos un par de sensibilidades. De una parte, el círculo de plena confianza del alcalde, del que formarían parte el portavoz, Jesús Paz , y el concejal de Cultura, Roberto Araújo . Del otro, un sector crítico con determinadas líneas de gestión, cuya cabeza más visible es el propio Quintela. Y, sobrevolando a unos y a otros, como la necesaria argamasa a la que todos reconocen y da unidad al conjunto, Javier Gago . El problema es que el sistema hace tiempo que está desequilibrado; todas las duras caen del mismo lado, mientras que las maduras van capeando el temporal sin excesivas preocupaciones. Cada vez son más los que creen que el episodio del enfrentamiento con la asociación de padres de alumnos y la dirección del colegio Filipense en absoluto disgustó a determinados círculos de Ravella, que, poniendo a Quintela por delante, habrían visto en él una doble función como parapeto y chivo expiatorio. Baste recordar la sorprendente desautorización de Paz hacia concejal de Tráfico, al asegurar públicamente que la posibilidad de que el transporte escolar circulase bajo el arco de Vista Alegre estaba abierta, cuando Quintela lo había negado. El pleno de la tempestad El pleno en el que Quintela compareció a instancias del PP no hizo sino reforzar esta apreciación e incrementar el malestar del concejal. Nuevamente, la intervención de Paz Arias, que para plantear sus propias preguntas al edil de Tráfico repasó todas y cada una de las acusaciones que enarbolaba Tomás Fole , como si él mismo las estuviese formulando, resultó determinante en este sentido. Y aun hubo un segundo pleno para la discordia, aquél en el que el presidente del APA tomó la palabra para solicitar que, pese a todo, Ravella estudiase una vez más la posibilidad de que los autocares transitasen por Vista Alegre. Tal vez aguardando el tono agresivo del que ya no tiene nada que perder, a algunos les sorprendió el aire mesurado que, sin renunciar a su reivindicación, adoptó el representante de los padres de alumnos. Precisamente por ello, lo que sí sorprendió fue el desabrido discurso de respuesta del portavoz municipal, que intentó poner en evidencia al titular del APA y a una de las profesoras del centro, por las contradicciones en las que habrían incurrido, aseguró Paz, a lo largo de un consello escolar municipal en el que la polémica peatonalización salió a relucir. Esta intervención fue criticada incluso por militantes socialistas, que entendieron que citar el nombre y los apellidos de una profesora contratada en un centro privado, con el objetivo de enfrentarla con la dirección de ese mismo colegio, suponía ni más ni menos que poner en peligro, sin justificación alguna, el puesto de trabajo de una docente que carece de notoriedad. Máxime cuando, en cambio, no se utilizó en el debate el nombre de Duarte Correa , responsable de Educación de la CIG y comarcal del BNG, que también participó en aquel consello, y cuya opinión sí tiene relevancia política para el caso. Gasto social y cultural Sea como fuere, hace meses que Quintela viene defendiendo un cambio de prioridades en la gestión municipal. Más peso del gasto social, de los servicios, de las becas, de las ayudas familiares, y una reorientación de la colaboración económica de las entidades financieras hacia ámbitos sociales, en lugar de centrarlo todo en actuaciones en el auditorio que no siempre despiertan interés y cuestan un buen dinero. Justo en las antípodas de la airada respuesta del alcalde a quienes pedían un refuerzo de la ludoteca. Tal vez convertido en una pieza incómoda, incluso se rastrean intentos de sabotear un posible acuerdo con el APA de las Filipenses sobre el transporte escolar, para evitar que Quintela gane protagonismo en positivo. La sensación de asedio está ahí. Falta por saber si Ravella está en condiciones de permitirse prescindir en estos momentos de gente que da el callo.