Análisis
16 nov 2005 . Actualizado a las 06:00 h.?l grupo Alfageme tiene dos fábricas en O Salnés. Una en Ribadumia. La otra en O Grove. En la primera, el comité de empresa viste los colores de la Confederación Intersindical Galega. En la segunda, el órgano que representa a los trabajadores lleva mayoritariamente los de Comisiones Obreras. De las dos fábricas abiertas en la comarca, a menos de 20 kilómetros de distancia, sólo puede quedar una. Por eso, parece que el futuro de las trabajadoras de las dos plantas parece estar tan unido como el de Robert Redford y Paul Newman en Dos hombres y un destino. Pero la diferencia de color en los comités y la silenciosa batalla sindical que se libra en la comarca desde hace tiempo ha salido a flote y ha enturbiado los primeros pasos de la resistencia al traslado. Sin embargo, la plantilla de Marsac ha sido contundente a la hora de pedir unión sindical. «De quen está e de quen non está xa se falará noutro momento. Agora o que hai que solucionar é o do traslado», dijo en la asamblea del martes una de las mujeres. Esfuerzo Fueron palabras sabias. Por eso, los responsables de CC.OO. esquivaron ayer pronunciarse sobre el conflicto para evitar que la escalada de tensión acabase oscureciendo el problema de las trabajadoras. Desde la CIG, más de lo mismo. La responsable de ese sindicato en la comarca, Rosa Abuín, sólo quiso expresar su malestar porque la central no hubiese sido convocada formalmente a la asamblea celebrada el martes, a la que su única delegada llegó tarde porque se encontraba en unas jornadas en Santiago. «Se Comisións quere contar con nós para abordar este problema, non ten máis que chamarnos e nos sentamos a falar», decía. En el caso Alfageme, la unión es la única que puede hacer la fuerza.