Los avatares por los que pasó el Rapanui antes y después de su abordaje son un claro ejemplo de las condiciones en las que los narcos organizan los transportes y las triquiñuelas de las que se valen para escurrir el bulto y escapar de los controles policiales en alta mar. La organización empleó dos barcos para el transporte de la droga, el velero Estrella Oceánica y el Rapanui, a cada cual más destartalado. El segundo zarpó de Gibraltar a mediados de octubre del 2001 tras varios retrasos por averías en la embarcación, y después de un accidentado viaje hasta Madeira para encontrarse con el velero, que llevaba la cocaína, hubo que traspasar la droga urgentemente al Rapanui porque el Estrella Oceánica se hundía a causa de una vía de agua. El SVA ya le seguía los pasos a la organización y el 24 de noviembre abordó la embarcación con el patrullero Petrel . A bordo del buque estaba la tripulación y el capitán Montañés Porto, así como 2.197 kilos de cocaína con una riqueza del 75% y un valor de 35.156 euros por cada kilogramo. Datos engañosos A partir de entonces -y ya antes del abordaje- tanto los agentes como el juez se encontraron con una madeja de datos falsos o engañosos referentes al barco que seguramente les dieron tanto trabajo o más que la incautación del alijo o la detención de los sospechosos. La historia del buque arranca en Pravia, Asturias, donde había sido rotulado como Karis Jean Hensanm , con rol de tripulación de nacionalidad hondureña. Cuando zarpó de Gibraltar para alijar la droga, en cambio, llevaba bandera chilena, un distintivo que volvió a cambiar por el hondureño cuando llegó a las Azores. Tirando del hilo de la documentación chilena se supo, además, que el número de inscripción correspondía a una embarcación de nombre Isla de Pascua ; que con el nombre Rapanui estaba registrada otra embarcación que nada tenía que ver con ésta ni con el alijo de cocaína, y que hasta el propio capitán reconoció que en Funchal habían tenido problemas con la documentación «porque había varias distintas». De todo ello deduce la sala que la documentación del Rapanui no acreditaba abanderamiento alguno «por el hecho de llevar el rótulo escrito burdamente con spray -Rapanui Honduras-», y que por lo tanto, se trataba de una bandera de conveniencia «para obstruir la verdadera identidad». Con dicha sentencia podría darse por concluida la triste historia del Rapanui , de no ser porque mucho antes del juicio el juez Vázquez Taín intentó sin éxito la subasta del destartalado buque y más tarde autorizó a repetirla a la Autoridad Portuaria, que lo adjudicó por cien euros a José Paz Nogueira.