AREOSO | O |
13 dic 2005 . Actualizado a las 06:00 h.NO ES MADRID, no es Vigo, ni siquiera es Pontevedra. Es Vilagarcía. Entrar o salir de la ciudad en coche, durante la semana y en hora punta, léase las nueve de la mañana o las dos de la tarde, no es que sea difícil. Sólo es para desesperarse. Cuando haga sus cálculos para coger el tren, ir a la Seguridad Social o al Hospital de O Salnés cuente con que tardará más en cruzar el casco urbano que en llegar desde Cambados o Catoira. Y es que, a estas alturas, la principal ciudad de la comarca sigue sin carreteras de circunvalación. Así que los vecinos, pongamos por caso de Vilaxoán, que tienen que ir a Pontevedra o Santiago deben de acordarse de alguien todos los días. No sé si de un ministro o de un conselleiro. Yo me acuerdo de Cascos, que vino a vender el enlace del Puerto hace cuatro años y todavía seguimos esperando. También me acuerdo de la Cidade da Cultura o de otros dispendios menos gravosos pero igualmente prescindibles, desde las lucecitas de Navidad a la pléyade de cargos inútiles que nos inundan. Pero las vías de comunicación siguen esperando. ¿Que la de Vilagarcía no es la única carencia? Ojalá lo fuera. Pero es una de esas necesidades que chirría. No sólo para el currito que viene a trabajar todos los días -esos para los que encontrar un aparcamiento es cada vez más difícil-. Lo es para el transporte de mercancías por carretera, que se sigue atascando en la calle Rosalía de Castro, y que tan necesario es para el pomposamente llamado desarrollo económico. Por Bamio y por Cornazo, Vilagarcía necesita ya sus carreteras. En Madrid y Santiago se han empezado a mover, pero siempre será tarde. Mientras, los de todos los días seguiremos bajando por las pistas de Renza para evitar el atasco de Doctor Tourón. Y presumimos de urbes gallegas.