Levantado por el ya desaparecido patriarca de la saga, el de Sobrino es uno de los establecimientos con más historia de Vilagarcía, con anécdotas para escribir un libro
22 feb 2009 . Actualizado a las 02:00 h.Con permiso de Nartallo, «la ferretería más antigua de Vilagarcía» como bien apunta el propio Juan José, pocos vilagarcianos dudarían a la hora de dirigir al visitante perdido en busca de una ferretería hacia el local de Sobrino en la céntrica calle Rey Daviña. Es este un privilegio ganado a pulso por tres generaciones de una saga familiar que un buen día allá por 1940 decidió asentarse en la capital arousana. Y conociendo al ya desaparecido patriarca, eso es todo un cumplido para Vilagarcía.
El padre de Juan José y Alejandro, Juan Sobrino Pereira, demostró siempre un desbordante espíritu emprendedor y unas posaderas inquietas. Natural de O Carballiño, con 14 años entró a trabajar para el Banco Pastor en A Estrada. Y desde abajo, como todo buen hombre hecho a sí mismo, llegó a convertirse en el director de sucursal más joven de la entidad bancaria en los años 30.
Con un título de magisterio bajo el brazo y tres cursos de medicina, Juan Sobrino no pudo reprimir el ansia de probar suerte por su cuenta. Tocó varios palos. Conserva, bateas... Pero sería el mundo de la ferretería el que marcaría el devenir de su prole. Tras gestionar varias ferreterías en Pontevedra, se trasladó con el negocio a Vilagarcía, donde montó con un socio su primera tienda en la Avenida da Mariña. Alrededor de 1950 amplió la línea de negocio con un bazar en la calle Valentín Viqueira, entre la Baldosa y la Alameda, para llevar en el 57 el bazar al actual local de la tienda de electrodomésticos de la familia, y la ferretería, ya de su propiedad exclusiva, al espacio que muchas generaciones de vilagarcianos nunca dejarán de asociar al negocio troncal de los Sobrino aún tras su traslado a Rey Daviña.
Juan José entró a trabajar en la ferretería con 16 años, «en cuanto acabé el bachillerato». Su hermano, Alejandro, lo hizo en el bazar a los 17. En ambos casos, como sucedía entonces, después de haberse empapado ya con anterioridad de horas y horas en el negocio familiar.
Juan José reconoce que «yo empecé en el negocio por imposición. Lo que quería era estudiar Derecho en Santiago». Alejandro, o Sandro como lo conocen todos, afirma que para él se trató de una cuestión de tradición, como hace 5 años le ocurrió a su sobrino. En el caso de Pablo, con el aliciente de que «el trato con la gente me encanta». Y entre la ferretería, el almacén de A Torre y la tienda de electrodomésticos «haces muchos amigos. Y amigas», se ríe.
Setenta años dan para muchos cambios. «Ahora el negocio es muy distinto», reflexiona Juan José. «Antes el trato era un poco más humano, más personal. Los empleados conocían más el producto, y a veces le dabas a la gente soluciones ingeniosas a los problemas con los que te llegaban». Y por ahí van los tiros cuando dice que «tengo anécdotas para un libro».
Aunque prefiere no contar batallas , tirándole de la lengua recuerda aquella vez en la que «una señora entró en la tienda y me pedía un pastor alemán. Le dije que no vendíamos perros, pero ella insistía. Quería un pastor eléctrico». Y es que la intuición es para un ferretero una virtud indispensable. Solo así se puede llegar a comprender qué le pueden estar pidiendo a uno cuando vienen a por un «tuvo efervescente» o un «ocino», versión castellanizada del fouciño de toda la vida.
De atender a clientes del otro lado de la ría, que «llegaban en los vapores los días de mercado y les llevábamos el género al Cavadelo», el negocio de los Sobrino ha llegado a toda Galicia, donde vende al por mayor a otras tiendas. Con 30 nóminas sobre sus hombros Juan José, Sandro y Pablo afrontan con mucho respeto la crisis, mientras cargan contra la próxima peatonalización de Rey Daviña. Porque «muchos de nuestros clientes necesitan acercar el coche para recoger su compra». Y porque «el Concello no nos ha informado a los comerciantes del cuándo, cómo ni los detalles de la peatonalización».