Regístrate gratis y recibe en tu correo las principales noticias del día

Las penas con pan son menos

Patricia Calveiro Iglesias
p. Calveiro PONTEVEDRA / LA VOZ

AROUSA

MONICA IRAGO

La crisis agota las existencias en las panaderías y deja sin clientes a los restaurantes a pie de playa, en donde se impone la cultura del bocadillo

26 jul 2012 . Actualizado a las 06:04 h.

La playa ha sido siempre una opción en los días de verano, más cuando se buscan alternativas de ocio baratas. Pero, en época de vacas flacas todos los gastos que se eviten son bienvenidos, por lo que la cultura del bocadillo se ha impuesto entre los turistas, para fortuna de las panaderías y desgracia de los restaurantes del litoral.

Ni siquiera se libra de ello Silgar, el emblemático arenal de Sanxenxo. Como en el resto de las playas de la comarca, los veraneantes reservan bajo la sombrilla un lugar para sus neveras y bolsas isotérmicas. Muchos optan por traer la comida de casa, como Rocío Acosta, a quien le delataban varios bultos sospechosos perfectamente ubicados en la sobra, coronados por unos plátanos todavía intactos al mediodía.

«Es una forma de ahorrar un poco: la gasolina, el peaje,... todo se junta al final. Mi marido está parado y yo soy secretaria, así que cada vez optamos más por traernos la comida de casa. Somos cinco y así evitamos el gasto en el restaurante», explicó esta vecina de Vigo. Unos bocadillos, unas patatas fritas y fruta fue el banquete que la familia viguesa se dio en su día de playa para reponer fuerzas.

Otros menos previsores o que proceden de fuera de Galicia compran en las panaderías y supermercados de la localidad su almuerzo. Tanto es así, que en el caso de la panadería O Paseo, agotan diariamente sus existencias. Eso sí, solo pan y cortado para bocadillos. «A veces a las tres de la tarde nos vemos ya sin pan», apunta Gabriela Viviana, quien asegura que es un fenómeno que se acentuó este verano. «El año pasado se vendía bastante más bollería y de otras cosas, ahora han caído estas ventas y compran sobretodo pan, salvo en los días nublados en los que los turistas no comen de bocadillo», señala la propietaria del negocio.

Al igual que en esta, en la panadería Cabrera también han notado el aumento en las ventas. «Igual vendemos un treinta por ciento más este año», asegura, Valeria Veca. El establecimiento, situado al principio del concurrido paseo de Silgar, se ha visto obligado por primera vez ante la ingente demanda a traer también hornadas por las tardes.

Los supermercados de la localidad se han visto beneficiados por la política de recorte en cuestión alimenticia de los veraneantes. Aunque en los pequeños comercios, como el de Verónica Costas, ni siquiera este fenómeno consigue salvar un año de pérdidas. «Aquí ya no vendemos ni siquiera pan. La gente viene con el maletero cargado y se traen todo de casa», asegura la gerente del supermercado 4x1, quien se verá abocada al cierre este mismo año si las cosas no cambian.

Sin embargo, los grandes damnificados han sido los restaurantes. Un buen ejemplo de ello es el de O Barco, que ve como diariamente los turistas acuden -fiambre en mano- a la panadería que linda con su negocio, mientras que su comedor contempla semivacío cómo pasa el verano. «Antes la gente venía en familias, ahora las familias no vienen. Antes venían y comían de carta, ahora comen menús, y piden dos para cuatro personas», relata Ricardo Alarcón con impotencia.

Las ventas bajaron este verano cerca de un treinta por ciento para este restaurante, aunque el gerente del local no pierde la sonrisa y asegura que es algo lógico. Al fin y al cabo, las penas con pan son menos.