Casi nadie quiere hablar en Vilagarcía de Pablo Crespo, pero su herencia todavía trae cola
27 ene 2013 . Actualizado a las 06:58 h.Fue el perfecto ejemplo de birrete impulsado por el universo de la boina. Elegante, directo, implacable, lo que son las cosas, con todo cuanto oliese a corrupción, desde el innombrable Pablo Vioque hasta los coqueteos con el contrabando de tabaco de los 80 que tanto reprochó a varios miembros de su propio partido, Pablo Crespo es hoy un mero recuerdo en Vilagarcía. Durante tres años, entre 1996 y 1999, tuvo absoluto mando en el Partido Popular de la capital arousana, además de ejercer como secretario provincial, responsable de Organización, diputado autonómico y, aunque era una tarea que no le correspondía, también muñidor de las cuentas de la gaviota en Galicia hasta que Xesús Palmou, sucesor de su mentor, Xosé Cuíña, en la secretaría xeral del PPdeG, convenció a Fraga de que convenía prescindir de sus servicios. Aun así, amparado por su amigo Francisco Correa, trabajó en los tres mítines que José María Aznar protagonizó en el 2001 en Galicia, en el marco de las últimas autonómicas que ganó don Manuel. Y fue capaz de mantenerse como vocal en Portos de Galicia hasta que el bipartito lo destituyó en fecha tan tardía como el 2005.
Las imputaciones
Hoy, Pablo Crespo está acusado de cohecho, tráfico de influencias, blanqueo y falsedad documental por su vinculación con el caso Gürtel, una trama de empresas en las que se mezcla un poco de todo. Supuesta financiación ilegal del PP, hipotética corrupción urbanística, los famosos trajes que llevaron la ruina tanto al acusado, Francisco Camps, como al acusador, Baltasar Garzón. Hasta el célebre Luis Bárcenas de los 22 millones de euros corretea por alguno de los expedientes de las causas abiertas en Madrid, Valencia y Castilla-León. Después de tres años en prisión, quien fuese mano derecha de Cuíña recobró la libertad en febrero del 2012 tras pagar una fianza de 100.000 euros. Casi nadie quiere hablar de él en la ciudad en la que labró su fracaso político.
«Recuerdo que llegó con muy buenos padrinos, empresarios de Vilagarcía de esos que se llaman principales, con los que se reunía muy frecuentemente», rememora un veterano militante popular que prefiere no desvelar su nombre. Crespo conocía la plaza. No en vano, fue director de la sucursal de Caixa Galicia en la capital arousana. En aquella época su mujer integraba la asociación de padres de alumnos del colegio Filipense. La familia Crespo habitaba un segundo piso en la calle Arcebispo Lago. «Tenía pedigrí, por algo era hijo de Crespo Alfaya, toda una institución de los viejos tiempos en la Diputación de Pontevedra, un hombre que venía ya del Movimiento y tenía una casa magnífica en Meis», recuerda el mismo hombre.
Así retornó Pablo Crespo en 1996, con aureola de gestor eficiente, tipo serio, amante de los detalles. Ya le gustaban los trajes y el corte impecable de su pelo cano, dos cuestiones que subrayan quienes mantuvieron con él cierto trato. Llegó con todo aquello y con una misión: deshacerse del histórico líder conservador José Luis Rivera Mallo. En realidad, fue mucho más allá y maniobró para renovar otros dos puestos clave en la ciudad: la presidencia de la Cámara de Comercio, respaldando a Manuel Coello, y de la Autoridad Portuaria, promoviendo a Manuel Bouzas. Aquella nueva Vilagarcía acabó, sin embargo, muy mal. Crespo, vencedor del congreso local que la gaviota celebró a la búlgara en el 97, dimitió tras su nefasta gestión de la candidatura de las municipales de 1999 y abandonó a sus teóricos amigos a su suerte. De Arousa a Santiago, y de Santiago a Madrid, con Correa. El resto, es historia judicial.