Y a la guitarra, el gran Tatá

Antonio Garrido Viñas
antonio garrido VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

Tatá, ayer por la tarde, antes de comenzar el ensayo con Versión B, uno de sus tres grupos.
Tatá, ayer por la tarde, antes de comenzar el ensayo con Versión B, uno de sus tres grupos. martina miser< / span>

Empezó en el coro de la iglesia hace casi 40 años; ahora a los 51 toca en tres grupos distintos aún con su primera Fender

29 may 2014 . Actualizado a las 06:42 h.

Puede decirse que la relación de Tatá con la música es cosa del destino. Luis Javier Fernández, que así se llama este vilagarciano que en febrero cumplió 51 años, era uno de los muchos niños que cantaban en el coro de la iglesia parroquial entre finales de los 70 y principios de los 80. Un coro de lujo porque contaba con toda una serie de instrumentos (órgano, batería, guitarras eléctricas...) que para sí querría cualquier grupo en aquellos momentos. Aquella catequesis multitudinaria -la excursión de fin de curso juntaba varios autobuses llenos de niños- tenía un festival final en el que se sorteaban regalos donados por los establecimientos comerciales. Uno de esos años, a Tatá le tocó una guitarra española. «Me la llevé a casa y fui una semana a clases pero no volví. Me parecía muy difícil», recuerda. El destino había comenzado a marcarle el camino.

La toma de contacto no fue buena, pero el gusanillo ya había hecho presa. Tatá seguía en el coro, pero comenzaba a fijarse en lo que hacían los músicos. Preguntaba y practicaba en casa hasta que a los 16 años pasó él a tocar la guitarra, compartiendo grupo con Juan Carlos Porto, Lis Cuevas o Fran entre otros. La cosa no quedó ahí. El guitarra era todo un autodidacta y con un oído excepcional «que heredé de mi madre», así que cuando Juan Carlos Porto dejó libre el asiento en los teclados fue él quien se sentó allí. Por allí ya andaban también Juan Limiar o Ramón.

Eran unos privilegiados. Tenían unos instrumentos de primera a su disposición y ensayaban en el local parroquial siempre que querían, aunque con un volumen moderado porque en caso contrario «bajaba el cura y nos bajaba los plomos», recuerda.

A las notas las silenciaron la mili y las oposiciones que aprobó para trabajar en Renfe. Llegaron los traslados por toda España: Ourense, A Coruña, Irún (donde llegó a grabar una maqueta con un grupo con temas propios) y vuelta a Pontevedra, a donde regresó en 1991.

La música seguía ahí y con sus primeros ahorros se compró una Fender que todavía le acompaña «y no la cambio». Le costó 400.000 pesetas y tardó un mes en disfrutarla porque hubo que pedirla a Estados Unidos. «La pagué al contado y solo me regaló un jack. Era un poco agarrado aquel vendedor», recuerda.

Y a partir de ahí, a practicar. Casi siempre en solitario, a veces en grupo con Carlos Bao o Seixas como primeros acompañantes. O con Peto y Camba actuando en una terraza de As Sinas. Pero sobre todo a practicar. Tocaba con amigos y para los amigos. En una de esas sesiones, en casa de su amigo Álex, y compartiendo velada con Toni B. Willisch y Rafa Jiménez surgió la idea de crear un grupo. Y de ahí surgió Tumbling Dice, formación que todavía está en activo aunque con notables cambios. En la original estaban también Marcos Cepeda y Ferro.

Como en los grandes grupos, en este surgieron discrepancias con el cantante. Fue Tatá el encargado de darles voz. Todos se fueron de Tumbling Dice y crearon Salty Water. Allí entró Antonio Casado, El abuelo, y eso fue el germen de lo que hoy son The Cornelius.

Tardaron algún tiempo pero Rafa y Tatá solventaron sus diferencias y regresó Tumbling Dice. Y volvieron los conciertos. Y comenzó a acumularse el trabajo. Rafa ensayaba ya con Versión B y lo invitó a pasar por allí. «No quería porque ya sabía que me iba a liar. Y me lie, claro». Segundo grupo.

Como no hay dos sin tres y el destino es así, la actuación en una boda acabó con Tatá entrando en la formación de The Seangles. Fue hace un par de años y los conciertos se les acumulan. No solo en la comarca. Tui o Ponteareas figuran en su programa de actuaciones más inmediato. Del éxito que están teniendo, dice Tatá que buena parte de culpa es por el repertorio, centrado en los grandes éxitos de los 80.

«Hay días que ensayo con dos grupos. Hace poco acabé un concierto y tuve que recoger a toda velocidad para ir a otro», explica. Todo un follón que lleva con alegría porque si hay algo que ha seguido creciendo en Tatá con los años, además de la magia en los punteos, es la pasión por la música.