La victoria del ejército acuático

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

Al San Roque hay que venir armado de casa: a diez euros se cotizaban ayer, en plena zona húmeda, las súper pistolas utilizadas para atacar a las camisetas secas

17 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Hay batallas que se sabe, de antemano, que están perdidas. Intentar pasar por la Festa da Auga de Vilagarcía y salir de ella con la camiseta seca es una auténtica misión imposible con la que no podría ni Tom Cruise ni ninguno de los 007 de la historia. Y es que si el baño no llega de alguna de las mangueras profesionales instaladas en los puntos estratégicos de la zona húmeda, cae de alguna ventana tras la que se agazapa, cual cazador emboscado, un vilagarciano con un cubo de agua. O te sorprende desde abajo, desde donde te mira fijamente un niño armado con una pistola de agua casi tan grande como él. O te la vierte sobre la cabeza algún devoto de San Roque que lleva horas a remojo, tanto por dentro, como por fuera.

Y es que la Festa da Auga consiste, precisamente, en eso. En mojarse. En bautizarse y rebautizarse entre gritos y escalofríos. «La próxima vez mira que el agua esté templada, hombre», recomendaba un romero de San Roque a un pequeño pistolero que no acababa de creerse que, por un día, disparar agua al mundo no solo estuviese permitido, si no que resultase casi obligatorio.

Cualquiera que haya vivido la fiesta sabe que la ropa mojada clama venganza. Y que una vez metidos en jarana, entran unas tentaciones terribles de arrojar agua sobre todo aquel que se cruce en nuestro camino con la camiseta seca, por mucho que en ella se puedan leer lemas ingeniosos. Por eso, quienes acuden al San Roque de Vilagarcía suelen venir bien preparados no solo para defenderse de la marea -por la calle desfilan trajes de neopreno, chubasqueros de un euro, flotadores y gorros de ducha- si no también para atacar al prójimo con un poco de alegría.

Antes, cada hijo de vecino rebuscaba en casa hasta dar con un artefacto adecuado e a sus propósitos. Ahora, los chinos han universalizado las pistolas-ametralladoras de agua, que ayer aparecían a diestro y siniestro. Pensando en quienes habían salido de casa desarmados, algunos vendedores ambulantes se plantaron en la zona húmeda con todo un arsenal. Corrían un serio riesgo de ser mojados, sí, pero también se lo cobraban al vender cada pistola a diez euros. Así que, para la próxima, ya lo saben. A la Festa da Auga hay que venir armado de casa.