
El proyecto, que arranca a pequeña escala, está pilotado por dos biólogos
16 oct 2014 . Actualizado a las 04:55 h.Pablo Carreira es biólogo, estudió en el Igafa y trabajó algún tiempo en el Centro de Investigacións Mariñas de Corón. Pero cuando los recortes llegaron su departamento, se quedó en la calle, privado de un trabajo estable. Así que sus ojos se volvieron hacia Punta Quilma y se posaron sobre la nave de la vieja hatchery de la cofradía de A Illa. El edificio estaba completamente abandonado y era pasto de ladrones que destrozaban todo lo que se interponía entre ellos y unas ropas de aguas, o el cobre de los cables, o el gasóleo que quedaba en algunos depósitos.
A Pablo le pareció que aquella ruina podía tener mucho futuro. Y se puso manos a la obra. Desde hace unos meses, él y María Teresa Varela -también bióloga e igafa- están poniendo a punto la vieja nave, adecentando hasta el último rincón e intentando devolver la actividad a los pilones concebidos para cultivar marisco. El objetivo de esta operación limpieza es obvio: que la hatchery vuelva a servir para aquello para lo que fue construida, para producir cría de bivalvos.
Así que, además de limpiar, ordenar y reconstruir, Pablo y Marité se han puesto ya manos ala obra. El cultivo exige tiempo, paciencia y muchos trabajos preliminares. «A nosa intención é producir xa algo neste ano, antes do mes de marzo», explican los responsables de estas instalaciones. En principio, se centrarán en dos especies, la almeja babosa y la japónica. «Logo haberá que falar co sector e avaliar se se quere producir fina», explica Pablo.
Sus palabras desvelan una de las características del proyecto que se ha puesto en marcha en Punta Quilma: está íntimamente ligado a las necesidades del sector marisquero y, especialmente, a las de la cofradía de A Illa. A fin de cuentas, fue esta la que apostó en su día por la construcción de la hatchery para, precisamente, disponer de toda la cría de almeja que pudiesen necesitar sus bancos. El criadero se hundió hace unos años, sin haber logrado satisfacer las necesidades del sector y tras haber generado un agujero en las cuentas del pósito.
Pero aquel tiempo quedó atrás. «A nosa intención é ter a ameixa aquí en tallas moi pequenas, de ata un milímetro e medio. Logo pasarían á batea para a fase de preengorde». En ese paso fue donde tropezaron otros gestores del criadero. «Hai uns anos ao mellor non estaba tan claro como se tiña que facer o proceso en batea, pero agora xa hai moitas experiencias nese terreo e está claro que é unha maneira eficaz de sacar adiante a ameixa», explica Pablo. Así que confía en que las cosas salgan bien en esta segunda singladura de Punta Quilma.