
La segunda manifestación desafía a la lluvia y llena de nuevo la plaza de A Peixería
13 dic 2014 . Actualizado a las 11:53 h.Decididamente, existen dos formas de vivir un conflicto laboral. La de los números y los despachos, en los que las corbatas acostumbran a decidir el futuro sobre papeles, es una de ellas. La otra habla el lenguaje del sudor frío que recorre el espinazo de quienes se ven con un pie en la calle. La de los argumentos que pueden resultar magníficos y convincentes proyectados en el Power Point y apelan a la divinidad implacable de la competitividad y el mercado. Y la de la necesidad de poner todos los días un plato en la mesa. La manifestación que ayer recorrió de nuevo el centro de Vilagarcía -brevemente, eso sí- pertenece a esta segunda categoría. Solidaridad ante la amenaza de los despidos. Hoy te toca a ti, mañana a mi comercio, a mi bar, a mi asesoría, a mi propio puesto de trabajo. Así que un buen número de ciudadanos volvieron a echarse a la calle para mostrar su respaldo a la plantilla de Lantero, cuya movilización, que hoy cumple 62 largos días, es desde el jueves la más prolongada de la que existe constancia reciente en Galicia.
Como ya sucedió en la anterior demostración de fuerza y apoyo a los huelguistas, el cielo se empeñó en desplomarse sobre los manifestantes en forma de lluvia. «Tenemos el tiempo en contra, pero el pueblo a favor», proclamó, ya en una plaza de A Peixería atacada por las goteras, el presidente del comité de empresa, Jesús López. A la fuerza encarna este hombre la dureza del conflicto. No solo se ha dejado, como sus compañeros, dos nóminas por el camino. También ha sido víctima de un despido disciplinario cuya última palabra corresponde a los jueces. En ellos, precisamente, dijo confiar el portavoz de la plantilla para poner fin a un proceso que mantiene en vilo a los habitantes de la tercera ciudad de la provincia.
La puerta honrosa
«Quisimos abrir una puerta honrosa para ellos, aunque no para nosotros, puesto que no es necesaria, pero aun así propusimos un ERE temporal; la han vuelto a cerrar». Así explicó López lo ocurrido en la enésima reunión fallida, que horas antes tenía lugar en Santiago. Otro cartucho se quemará el viernes que viene. «O vienen al acuerdo», zanjó, o tendrá que ser la unión entre los propios trabajadores y la Justicia, en último término, la que conduzca a Lantero hacia el futuro.
En la unidad insistió también Francisco Davila, portavoz de la plataforma de exempleados de la firma cartonera, a la cabeza él mismo del comité durante doce años y hoy jubilado. Lo hizo sin andarse por las ramas. «Que saiban que o salario medio base en Lantero é de 800 euros», dijo alto y claro para acallar las voces que tratan de promover la imagen del trabajador del grupo como un privilegiado entre proletarios aplastados por la crisis y los recortes. No fue su única referencia al clima que se respira entre los trabajadores. «A qué van algúns dirixentes aló arriba», se preguntó refiriéndose a la visita que el alcalde, Tomás Fole (PP), presente en A Peixería, rindió esta semana al campamento de O Pousadoiro: «Se é a crear mal ambiente, que queden no sillón».
López subrayó la unidad de la plantilla como vía para encauzar el conflicto laboral
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