
El recorrido entre árboles y rocas puede hacerse entre Beluso y el arenal de Tulla, o alargarse hasta Mourisca
15 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.La primavera que está a las puertas invita a pasear. Si el tiempo acompaña, una buena opción para Semana Santa, pero también para cualquier día, es el sendero litoral de Bueu. La ruta, que es un regalo para los ojos, puede adaptarse a la forma de los caminantes. Si uno se ve con fuerzas y ganas puede iniciar el recorrido a pie ya en el casco urbano de Bueu. Si se prefiere acortarla un poco y ahorrarse media hora, una alternativa es llegar en coche hasta la playa de Beluso.
Hasta varias horas después no se vuelve al vehículo. Así que es preceptivo salir con agua en la mochila y una gorra y crema para protegerse del sol, aunque el sendero tiene bastantes zonas de sombra al discurrir entre árboles. El recorrido empieza por una pista ascendente que queda a la izquierda del aparcamiento del puerto de Beluso.
Es un pequeño tramo asfaltado que, antes de adentrarse en el sendero, permite contemplar la casa La Roiba. Una joya del arquitecto Ramón Vázquez Molezún. Concebida como un refugio estival, la vivienda data de 1969. Una campaña de micromecenazgo ha permitido iniciar su recuperación. La dificultad de la ruta es baja, y solo hay un par de puntos que obligan a hacer pequeñas maniobras.
Incómodos escalones
La parte más incómoda está nada más tomar el sendero. Hay que bajar (y luego subir, claro) unos veinte escalones hechos con madera. Son demasiado altos y separados, por lo que lo mejor es tomárselo con calma. A la vuelta se puede optar por subir por la pendiente. Pasados los escalones, toca disfrutar hasta el final. Un final que también es a gusto del consumidor. Un buen paseo es llegar hasta la primera playa, Tulla. Pero se puede alargar la ruta hasta los arenales de Mourisca y O Pedrón, o incluso llegar hasta Cabo Udra. Ahí las posibilidades se multiplican con más playas, Ancoradouro y Lagos. Pero ya es una ruta muy exigente en kilómetros.
El sendero desde la playa de Beluso a Tulla es accesible y bastante llano. Son poco más de tres kilómetros. Puede hacerse perfectamente sin bastones, aunque para el que esté acostumbrado nunca sobran.
Antes de llegar a la playa de Tulla el paseo permite contemplar varias calas. En alguna apenas da el sol. La andaina transcurre pegadita al mar y entre grandes rocas. Bajar y tomarse un tiempo para contemplar el paisaje, los colores y los olores merece la pena. A pesar de las lluvias del invierno, el suelo está bastante seco y solo hay un punto complicado por el agua. Agarrarse a unas cañas permite salvarlo sin grandes problemas. La llegada a Tulla cambia el verde y el marrón de los árboles por el azul y el blanco de la arena. Remangarse el pantalón y mojarse los pies es el colofón antes de descansar y emprender el regreso al punto de partida.
En temporada baja no hay chiringuitos y no está muy transitada. Al que le supiera a poco puede seguir hasta Mourisca. O lanzarse hasta Udra.