Celia, que reside en Londres, volverá en breve a Pontevedra para oficiar una ceremonia de rituales de amor
13 jun 2017 . Actualizado a las 07:53 h.En uno de los muchos comentarios que cuelga Celia Gradín en Facebook, al lado de varias fotos suyas, alguna en un aeropuerto y otra en una estación de metro, pone lo siguiente: «Viendo el mundo a través de una maleta. Me encanta viajar ligera de equipaje». Quizás no sea esta una mala definición de su vida. Pero Celia Gradín, nacida en Ponte Caldelas y con núcleo familiar en Pontevedra, no es solo una enorme viajera con años de vivencias en la India o Nepal. Es que su propia existencia, que cuenta con entusiasmo por teléfono desde Londres, donde ahora mismo está residiendo, es un viaje emocionante a cosas muy distintas; tuvo trabajos tan dispares como dar clases de arte, traducir libros, cuidar a una anciana, dar conferencias en ambientes universitarios, instruir sobre feng shui o hacer periodismo al lado de Julia Otero; vivió en lugares muy distintos del planeta; es artista polifacética, se involucra en numerosas causas sociales y, encima, todo lo que cuenta está rodeado de una atmósfera tan misteriosa que uno jamás dejaría de coserla a preguntas.
Empieza mirando atrás. Nació en Ponte Caldelas, pero su familia se mudó a Ferrol cuando era pequeña. De ahí, ella se marchó a estudiar a Santiago con una vocación muy clara: la de ser alquimista. Estudió Química y Física y parecía que por ahí encaminaría su vida laboral. De hecho, se marchó a Barcelona, tuvo un trabajo relacionado con lo que había estudiado, en una empresa de cromatografía de gases a alta presión que, según explica, es en lo que se sustentan los análisis químicos que, por ejemplo, se utilizan para el dopaje. Su existencia, desde joven, estuvo marcada por los viajes. De Cataluña dio el salto a Londres, donde empezó de empleada del hogar y continuó luego dando clases en la UNED y estudiando arte. En aquellos años le interesaba especialmente todo lo que tenía que ver con la tipografía y el diseño gráfico. Un día regresó a Ferrol, y trabajó en una televisión. Más tarde, volvió a Barcelona. Y empezó entonces a coquetear en serio con el arte en el sentido más amplio de la palabra. Se dedicaba, sobre todo, a hacer mosaicos con cerámica y otros materiales. Pero también a estudiar y a investigar. De hecho, en aquellos años hizo un doctorado en Teoría del Conocimiento.
Descubrimiento del budismo
No detalla muy bien la fecha, ni el cómo ni el por qué. Pero en esa estancia en Barcelona hubo algo que cambió totalmente su paso por la vida. Descubrió el budismo. Y empezó a mirar el mundo con otros ojos. A partir de ahí, todas las enseñanzas orientales le atrajeron. En la conversación empiezan a colarse entonces nombres de maestros a los que alude. Cuenta también que se metió a fondo con la traducción de textos de filosofía budista, cosa que combinaba entonces con trabajar al lado de Julia Otero en TV3.
Corría entonces principios del siglo XXI, y en la tierra gallega a la que sigue volviendo a cada paso para ver a su familia, un petrolero dejaba una marea negra difícil de olvidar. Celia se involucró para que Nunca Máis tuviese altavoz en Cataluña. Dice sin titubeos que ver lo que pasó después del Prestige, «que se olvidase todo tan pronto», la deprimió. Y se marchó a la India. Ya había hecho más viajes siguiendo a maestros budistas. Pero en uno de esos periplos pasó algo que le hizo pensar que tenía que quedarse más tiempo allí: «Llegué a la India y me robaron todo, incluido el pasaporte. Así que allí y en Nepal me quedé seis años, aprendiendo mucho y viviendo mucho». Habla de la meditación, de la vida en la falda del Himalaya, de ir descubriendo que «no hay nada tan sólido como creemos».
Volvió de la India físicamente. Aunque mentalmente siga conectada al budismo y a las enseñanzas orientales. En distintas ocasiones, recaló en Pontevedra, donde desde hace años se afincó su familia y de donde ella se siente. Aquí, su estancia tampoco pasó desapercibida. Desde aquí coordinó la European Culture Foundation con la Fundación Goteo, lo que hizo que viajará abundantemente por países como Moldavia, Suecia o Croacia.
Ahora vive en Londres. Está cuidando a una anciana de 88 años, continúa traduciendo libros de filosofía budista -la traducción la hace del inglés al español- y pronto regresará a Pontevedra. Cuando lo haga, la espera una cita como mínimo original. Va a ser la maestra de ceremonias en la Festa Agrohippie que se celebra en Mourente en el mes de julio. Ella se encargará de oficiar los rituales de amor ancestrales. Luego, supuestamente, volverá a Londres. O no. El camino de Celia casi siempre es imprevisible.