Desde Allariz construye instrumentos para músicos de altura, como la banda de Robe Iniesta o Javier Vargas
14 jul 2017 . Actualizado a las 07:59 h.En Allariz, la pequeña villa por la que cruza el Arnoia, Carlos Sabrafén tiene asentado su taller de lutier. Pero, ¿qué hace exactamente un lutier? Quién mejor que uno de ellos para explicarlo: «Es aquella persona que se encarga de la construcción y de la reparación de los instrumentos». Generalmente, matiza, de cuerda frotada y cuerda pulsada. A Sabrafén lo que más le gusta es trabajar con instrumentos eléctricos, como guitarras y bajos.
Inicialmente su taller se encontraba en Madrid pero el amor hizo que hace tres años se trasladara de la urbe madrileña al pequeño pueblo alaricano: «Lo decidimos un poco por cansancio de la gran ciudad y para poder establecernos en un lugar más tranquilo. Además mi pareja es gallega, lo que influyó mucho también».
Su vocación por este trabajo es algo que ya le venía desde muy jovencito. «Me interesaba la música y me interesaba también la mecánica de los objetos. Me gustaba mucho desmontar y romper guitarras», recuerda. Desde entonces su pasión por este oficio artesanal fue in crescendo y fue buscando la manera de aprender. Su mentor fue un tallista madrileño del que aprendió las técnicas necesarias para llevar a cabo sus particulares obras de arte en forma de instrumentos musicales.
También es cierto que en su pasión por la música puede tener algo que ver el hecho de haber mamado desde dentro la movida madrileña. Ya en 1975, siendo quinceañero, formó parte del grupo Plástico como guitarrista. De esa banda se nutrieron después grupos como Hombre G, Olé Olé, Alaska y los Pegamoides o Parálisis Permanente.
La forma de trabajo de Carlos Sabrafén es muy personalizada: «Procuro entender las necesidades del cliente lo máximo posible y a partir de ahí le ofrezco materiales y diseños, siempre buscando el mejor producto».
El lutier alaricano trabaja por encargo, por lo que sus guitarras casi siempre son diferentes y exclusivas en cuanto al diseño: «Intento que haya una variación de unos clientes a otros en cuanto al tema estético, por lo que cada uno de los instrumentos se hace de forma individualizada». Para él, los buenos resultados siempre se consiguen «trabajando bien y empleando buenos materiales».
Se muestra tímido a la hora de hablar de sus clientes. Iñaki Antón, actual guitarrista de Extremoduro e Inconscientes y de la desaparecida banda Platero y Tú, es uno de ellos. También el guitarrista de rock y blues Javier Vargas es asiduo a su negocio. Dentro de la provincia, declara que Yosi, el archiconocido vocalista de la banda ourensana Los Suaves, acude a su taller en busca de ayuda en la reparación de sus instrumentos.
A la hora de preguntarle para quien le haría especial ilusión construir una guitarra es discreto: «No tengo predilección por ninguno. Es una pregunta que nunca sé como contestar».
Sin duda, es un trabajo en el que los conocimientos deben estar constantemente actualizados y para Sabrafén ese es el mayor de los retos de su oficio: «Para mí lo más difícil es no saber afrontar las cosas, algunas veces por la falta de conocimiento».
No existen, asegura, casi aspectos negativos de su trabajo: «Lo que menos me gusta es trabajar con guitarras que están muy mal y que te hacen perder el tiempo que puedes invertir en otra cosa». Pero existen un sinfín de cosas positivas en su quehacer diario: «Me gusta la parte del diseño, que me pidan algo novedoso y que me haga investigar en el tema. Por ejemplo un instrumento que no llegue a ser una cosa definida».
«Intento entender las necesidades del cliente para hacer el mejor producto»
«Los buenos resultados se consiguen trabajando bien»
lo que opina uoho
Iñaki Uoho, el mítico guitarra que fundó Platero junto a Fito y hoy es el cerebro del sonido de Extremoduro e Inconscientes: «Es un lutier de mucha categoría. Tenía hace muchos años un taller en Madrid, al lado del estudio donde estábamos grabando. Me metí allí, empezamos a hablar y desde entonces, a pesar de tener un montón de guitarras famosas en casa, siempre acabo usando las suyas».