
Las familias señalan que, pese al desmentido de su cierre, una quincena de residentes han emprendido ya el éxodo hacia centros de Santiago y de la provincia de Ourense
05 nov 2019 . Actualizado a las 19:22 h.La confusión que desde la semana pasada se abate sobre la residencia Valle-Inclán, enclavada en Vilanova de Arousa, comienza a pasar factura. Familiares de los usuarios relataron ayer que, pese a que no han tenido más noticias sobre la situación y el porvenir del centro, ni por parte de la Consellería de Política Social ni desde la dirección de las instalaciones, los residentes han comenzado a abandonarlas. La hija de uno de ellos indica, en concreto, que el domingo su número se había reducido a noventa personas, cuando el último informe realizado por la Xunta indicaba que en As Sinas vivían el año pasado 106 ancianos. Se trata, por lo tanto, de una quincena de bajas en apenas unos días. El tiempo dirá si la sangría prosigue o se detiene. De momento, añade, «lo que a nosotros nos dijo el trabajador social en su momento sigue vigente, el cierre el día 30», lamenta un familiar.
No es que los problemas de la Valle-Inclán sean nuevos. Todo lo contrario; su zozobra económica saltó a la luz en el 2013 y desde entonces ha habido un poco de todo. Denuncias de la CIG, inspecciones encadenadas, un proceso concursal, la intervención del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia y, por fin, una orden de clausura firmada por la Xunta. Pero fue la comunicación que se les cursó la semana pasada a las familias de varios de sus usuarios, instándoles a buscar centros alternativos ante un hipotético e inminente cierre de las instalaciones, el 30 de noviembre, la que desencadenó un estado de alarma que ha cogido a contrapié a propios y extraños.

A los residentes, en primer lugar, puesto que sus parientes insisten en que el trato que reciben en Vilanova es bueno y ellos están satisfechos. Pero también a la consellería, que dijo haberse enterado por la prensa del anuncio de esa supuesta clausura. Es más, la Xunta advirtió hace días que no se han producido novedades acerca de la situación de la residencia. El departamento autonómico de Política Social se comprometió en su momento a sondear la posibilidad de que Viajes Silgar, inmersa en un concurso de acreedores, transfiera la gestión del centro de mayores a otra compañía que garantice, apuntan desde Santiago, su normal funcionamiento al margen de sobresaltos. En teoría, uno de sus objetivos consiste, precisamente, en evitar en lo posible alterar la vida del centenar de ancianos que habitaban en las instalaciones de As Sinas.

También el gerente de Valle-Inclán, Enrique Martínez, negó en redondo que la residencia vaya a echar el cierre. Su explicación del anuncio dirigido a las familias contribuyó, eso sí, a extender la confusión, al asegurar poco más o menos que se instaba a quienes adeudasen algún recibo a que se pusiesen al día. Martínez sostiene que únicamente se van a acometer unas obras.
«Mi padre está desolado, porque se encontraba muy a gusto y no quería marcharse»
Las verdaderas víctimas de esta especie de nebulosa que se cierne sobre la residencia son los propios usuarios y sus familias. Una mujer, cuyo padre llevaba unos cuantos meses establecido en As Sinas, lamenta tener que haber buscado una alternativa. «La verdad es que mi padre está desolado, porque se había habituado muy bien a este centro, se encontraba muy a gusto y no quería marcharse», señala.
En su caso no pueden negar una fortuna relativa, al haber encontrado plaza en un centro ubicado en la misma localidad en la que reside la familia del anciano. Pero no es lo habitual «Hay una enorme lista de espera, de diez o veinte personas por plaza, y además mucha gente se ve obligada a marcharse a O Barco o a Verín, muy lejos de sus pueblos». Eso, sin tener en cuenta el factor económico, porque es fácil que los 1.500 euros que se pagan de media en Vilanova superen los dos mil euros en otros enclaves.
Todo ello se halla estrechamente relacionado con la carencia crónica de centros geriátricos en Galicia. Ante las críticas de la oposición, la consellería se defiende señalando que el número de plazas públicas ha crecido un 42 % en Galicia durante los últimos diez años, hasta alcanzar las ocho mil. La mayoría, no obstante, son de carácter privado, 13.300, y solo el año pasado más de 1.500 personas formaban una gruesa lista de espera. La Organización Mundial de la Salud recomienda cinco plazas por cada cien personas mayores de 65 años. La ratio, en una de las comunidades más envejecidas del Estado, se sitúa en tres plazas, lejos de lo que apunta la OMS.